Algo está podrido en el sistema penal

Bernardino Vazquez Mazatzi

El 24 de abril de 2011 la Policía Federal detuvo a Fernando en un retén u operativo montado sobre la carretera Vía Corta Chiautempan Puebla. Los cargos: robo de automóvil (sin denunciante ni reporte de hurto en plataforma México) y falsificación de los documentos que amparaban la unidad.

Fernando tripulaba un auto Nissan, tipo Tsuru, modelo 2000, color rojo, y hasta entonces, con todos los documentos en orden. Un uniformado le pidió abrir el cofre para checar los datos del auto en el motor y para su sorpresa, pues hasta ese momento lo notó, en los números del mismo había una pequeñísima marca, apenas imperceptible, algo como una raya o marca que si bien no se pudo eliminar con una estopa, tampoco sugería un intento de alteración o manipulación a la superficie metálica.

Sin embargo eso fue suficiente para ser trasladado a las instancias correspondientes bajo los cargos antes mencionados y no obstante las pruebas, se le dejó en libertad tras pagar una fianza de 25 mil pesos y permanecer detenido por 26 horas. Un error, un mal día, la mala suerte o el celo profesional de las autoridades lo llevaron a la cárcel y a llevar un juicio absurdo, estúpido. Pero así son las cosas en este país que se ufana de ser una nación de leyes... más no de justicia.

Para Fernando no hubo ningún tecnicismo legal que lo pudiera sacar del problema a pesar de su mostrada inocencia, no, porque no tuvo dinero más que para pagar su abogado y porque no secuestró a nadie y porque no ofreció nada a los jueces... Si al menos hubiera sido secuestrador pudo haber salido libre por fallas el debido proceso y convertirse en minutos de victimario a víctima, de culpable a inocente, de lacra a pobre ciudadano mártir de la ley.

Para la sociedad mexicana lo hecho por Raymundo Martínez González, juez segundo de lo penal de Nuevo León al liberar a cuatro plagiarios de Damián González del Río es una ofensa, es una aberración legal, una mancha al poder judicial y para todo el sistema de justicia del país y es hasta una afrenta para el sentido común.

Nadie en su sano juicio en esta nación, ávida de justicia y cansada de tanta corrupción institucional podrá aceptar, bajo ninguna razón ni atendiendo alguna explicación, que a alguien culpable se le considere inocente sólo porque por ineptitudes, negligencias, incompetencias, burocracia y corrupción haya habido un proceso erróneo, viciado, lento o tergiversado.

Sin duda algo está podrido en el sistema penal, algo no funciona en nuestras carísimas autoridades, sin duda hay mucho que explicar y mucho por hacer para que esto no siga, para poner un alto a la estúpida forma en que se aplica la ley que reconoce en el delincuente los derechos humanos pero deja indefenso a las víctimas.

Los mexicanos de bien alzamos la voz para rechazar la ignominiosa versión de que un mal proceso vuelva inocentes a los delincuentes y hoy como nunca, vemos y sentimos sospechosos a quienes así lo determinan pero además, no creemos ser merecedores de esta mediocre forma de impartir justicia que, dígase lo que se diga, ni es pronta, ni es gratuita ni es expedita... esto existe sólo en el discurso oficial, en la mente fértil e imaginación de quienes viven en la isla de la fantasía.

Y aunque se repite en México esta aberración legal que tiene como antecedente la liberación de la francesa Florance Cazzes, nuestros legisladores se pelean por otro hueso, duermen injustamente en sus curules, tienen ocurrencias idiotas, despojan a sus familiares de su patrimonio, se entercan en seguir mamando del presupuesto y se ponen a las órdenes del poder ejecutivo.

Los magistrados, jueces, ministerios públicos, policías de todos los niveles y demás servidores de la sociedad han estado siempre en la sospecha pero ahora más que nunca han perdido el respeto y la credibilidad. Sin embargo, a estos no les preocupa: viven en una burbuja, en un mundo aparte, simplemente pertenecen a la casta más elevada en este remedo de democracia.

La sociedad se siente ofendida... pero como siempre, eso, en el poder, a nadie le va a importar...