La Crisis de conciencia y de valores

Bernardino Vazquez Mazatzi

La condena a cualquier acto terrorista y a toda acción que atente contra la paz y la vida de las personas y las naciones debe ser unánime. Debiera serlo. No importa la latitud ni el número de víctimas, ni las condiciones en que se dio la tragedia ni los antecedentes. Lo que quite la vida, la salud y los bienes de alguien no debe ser aceptado ni podrá ser justificado.

Los hombres y mujeres de este mundo, en la medida en que pertenecemos a la misma especie nos sentimos, o debiéramos sentirnos agraviados por lo mismo que nos afecte u ofenda, dañe o lesione, hiera o mate. Si nos consideramos todos iguales ante la ley terrena o ante el Dios al que rezamos o al que ignoramos, entonces tendríamos que sentirnos afectados todos en la misma intensidad y gravedad.

Pero no es así. Algún sector de las sociedades y las culturas de este planeta no tienen ni idea de lo que es el terrorismo y la venganza de los reales o supuestos ofendidos. No tienen por qué darse por aludidos, pues consideran que no deben decirse afectados o incluidos en ofensas o ataques terroristas mortales pues como quiera que sea, sienten que no tienen ninguna necesidad de mezclarse con el resto de la humanidad si viven en una burbuja de comodidad o lo que los estudiosos llaman círculo confort de donde no tienen por qué ni para qué salir.

Lo que pasa en el mundo con el estado islámico, con los ataques terroristas en Francia y en Mali, en Egipto y Afganistán, Irak o Libia, lo que estos actos de barbarie dejen como saldo en muertos y heridos y daños materiales en realidad poco les importan a quienes no se sienten afectados, al menos por el momento. Quienes tienen asegurado su futuro o al menos así lo crean no sienten que tengan la necesidad de involucrarse de ningún modo en las desgracias que ocurren a esos lejanos seres y desafortunados desconocidos.

¿A qué o a quiénes me refiero? A quienes prefieren ver de lejos las tragedias y los presagios. A quienes el dinero y a veces hasta la momentánea felicidad los ha apartado del resto de los mortales, a quienes la suerte o las relaciones no siempre lícitas los tiene en un sitio económicamente diferente y que no les otorga la necesidad de preocuparse, ocuparse o sufrir ni condenar algo que ni les va ni les viene.

En realidad lo que ocurra o deje de ocurrir con los fundamentalismos religiosos, con las limpiezas raciales o étnicas, con los franceses o Kurdos le importa muy poco a los ministros de la suprema corte de justicia, a los jueces de todos los fueros, a los ministerios públicos, a los diputados federales, a los senadores, a los legisladores locales, a los presidentes municipales, a los secretarios de estado, a los secretarios de dependencias e instituciones estatales, a los dueños y dirigentes de los partidos, a los líderes de los sindicatos...

A ellos les parece muy lejano ese mundo de terror y de barbarie, sienten extraños esos acontecimientos en su mundo de elegidos, les parece improbable estar en unas circunstancias similares, no se creen propensos a una igualdad de situaciones, se creen a salvo de cualquier intento por apartarlos de su aura de perfección e inmortalidad, pues para eso son presidentes y familiares de presidentes de algún país, para eso son selectos miembros de las más peligrosas mafias o supremos y elegidos miembros del clero como cardenales, obispos, curas, jeques, pastores o predicadores... ellos están en otra órbita, en otro tiempo y con otros merecimientos que no son los mismos de los mortales.

Sí, lo que ocurre en el mundo, en nuestro país, en nuestro entorno y tiempo debiera preocuparnos por igual, debiera arrancarnos una misma oración y debería avergonzarnos el mismo tanto. Pero no, porque lo que ocurre a otros no es de la incumbencia de todos como si la diferencia la hiciera el dinero o el poder pasajero y finito. El mundo, la raza humana, los valores más elementales y el respeto por la vida están en crisis; hacernos los desentendidos no nos va a salvar... recordemos que todos estamos en el mismo planeta.

En estos tiempos de crisis lo que se requiere es tolerancia, igualdad, oraciones en todos los lenguaje y para todos los dioses pasados, actuales y futuros pero sobre todo, lo que más falta hace es que el hombre adquiera conciencia y valores.