La estúpida violencia mundial

Bernardino Vazquez Mazatzi

Creo que la humanidad, antes que tener la razón lo que debe poseer es conciencia. La violencia generada por los intereses económicos, por la necesidad de dominio comercial o territorial, por las ideologías extremas y los fanatismos siempre ha generado más violencia y la gente no ha alcanzado a entender la enseñanza de la historia. Por el contrario, la civilización tiende a repetir los yerros y a presumir su mediocridad a través de la guerra.

A la humanidad lo que le sobra son dioses, ignorancia e intereses aunque no necesariamente en ese orden. Y los poderosos entienden o creen que tienen la razón si imponen su ideología con la fuerza de las armas pues ese el único lenguaje que entienden y es ese el único método que aplican. Eso pasa siempre, está en su naturaleza, esa es su razón de ser.

A los poderosos no les interesan las razones, los motivos o las consecuencias de sus actos o el juicio de la historia. Los pretextos les bastan, y tienen muchos, tantos como sus objetivos. El poder emana no del pueblo, sino del que tiene la fuerza; el uso de la fuerza y la aplicación de la violencia institucional, legal o sagrada la tiene el que fue ungido de poder por el pueblo. La violencia no sólo proviene de los dictadores, ni de quienes dominan el comercio o los energéticos, sino hasta de los credos, de las religiones y en nombre de un Dios.

Los atentados en Paris, como los de Estados Unidos y Rusia, los atentados de ayer y de ahora, tienen como objetivo una nueva guerra que lleve a una nueva recomposición mundial en la que la repartición de los despojos de los derrotados es el botín y el fin. No hay una democracia ni una verdad o una libertad qué defender, no hay ninguna civilización qué salvar, no hay ninguna cultura qué preservar… son sólo intereses, son la supremacía, son la imposición del poder, son el dominio territorial e ideológico.

Para ese nivel de poder no hay inocentes, ni víctimas, ni pobres, ni desterrados ni desplazados, sino materia y elemento para el cumplimiento de los objetivos expansionistas, para el logro del dominio del comercio mundial, para justificarse frente al espejo las atrocidades y las aberraciones de una guerra que como todas, son estúpidas e irracionales.

El secreto está en manipular las mentes mediáticamente, lavar el cerebro de fanáticos que hay en todos lados y en todas las culturas y religiones, utilizar la ignorancia para inducir miedo, usar la sangre y la muerte en beneficio de unos cuantos con el cuento de que la muerte salva al mundo. Al final son sólo unos cuantos, los dueños de las voluntades y el poder, los que tuvieron la capacidad de venderle su ambición disfrazada de piedad al mundo, los que ganan. La inmensa mayoría de los mortales siempre pierde. Por eso es que es mejor adquirir conciencia para no servir de carne de cañón y de pretexto para la aberración del genocidio.

La violencia genera más violencia, las religiones confrontan a las civilizaciones, el poder ciega a unos cuantos y surte de víctimas, sangre y horror a la máquina de guerra, el dinero y el dominio territorial y energético son la esencia y razón de toda confrontación armada. Lo que se diga en contrario no cuenta.

Las muertes inmerecidas, injustas, absurdas e innecesarias, causadas a escala mundial en los atentados como las masacres de México, El Salvador, Venezuela o Panamá son condenables y deben despertar la conciencia de la humanidad en su conjunto. No son por una causa justa, no hay justicia ni razón ni motivos ni lógica en el exterminio ni la imposición religiosa o económica en nombre de ningún Dios.