Cuando se decide celebrar o conmemorar un suceso, normalmente se señalan hechos de lo que se quiere recordar y, en ocasiones, se recrea lo que se celebra, pero nunca se puede repetir el suceso a celebrar. Es decir, para conmemorar la muerte de Zapata, se celebra de diversas maneras recordando ese hecho como símbolo de traición, pero nunca vuelve a suceder la muerte de zapata; El natalicio de Juárez no se conmemora volviendo a nacer Benito Juárez.

Cuando hoy, 19 de septiembre de 2017, desde temprano los medios de comunicación recordaban los efectos del sismo de 1985 mostrando imágenes de la infraestructura destruida y el trabajo de los voluntarios en acciones de rescate, algunos escépticos nos preguntamos, ¿cómo se puede celebrar una situación como esa? Se anunció como mecanismo de celebración, un simulacro en la ciudad de México con el propósito de crear conciencia entre la población para prevenir desastres mediante la cultura de la evacuación de edificios. Lo que nadie esperaba, era conmemorar la desgracia causada por el sismo de 1985, con otro sismo que también traería desgracia en la misma ciudad de México, cuya magnitud de 7.1 grados Richter es ligeramente ínferir al de hace 32 años.

A las once de la mañana, en la Universidad Autónoma Chapingo la vida transcurría con normalidad. Se atendía a dos profesores, uno de ellos de nacionalidad peruana, a los que pedí de la manera más atenta saliéramos, debido a que se había activado la alarma antisísmica. Salgamos por favor, porque sino, me regañan, les dije, casi con el temor de que me dijeran que no, porque es común no darle la importancia debida a ese hecho. Claro que sí, es conveniente cumplir con los protocolos, dijo una de ellos, y salimos para continuar platicando en el bosque frente a Rectoría.

A la una de la tarde debí recibir a cuatro profesores cubanos, pero, debido a que se prolongó la atención a otro grupo de profesores, pedí que los pasaran a la Sala de Directores, en donde pronto los atendería tan pronto finalizara la reunión en curso. Cuando me disponía a incorporarme a la Sala de Directores, de pronto, de nueva cuenta sonó la alarma antisísmica, pero ahora acompañada de movimientos de tierra que nos indicaban que el desalojo era en serio. Todos en Rectoría salimos pero en una actitud diferente al simulacro, pues durante éste, hubo bromas que le dieron un toque lúdico; sin embargo, durante el desalojo en medio de movimientos de tierra, la actitud no era la misma, notándose un poco de miedo en los rostros, intentando caminar de prisa, pero con freno, solo para cumplir con la indicación de caminar con calma.

Ya colocados frente a Rectoría, muchos vimos a los edificios sacudirse con movimiento monolítico y al árbol de los acuerdos sacudir rítmicamente sus ramas. El edificio del Comité Ejecutivo Estudiantil, se mostró como una caja de cartón que se movía de lado a lado, sonando los cristales hasta que uno de ellos tronó y desprendió una parte que se clavó en el pasto. El tiempo pareció detenerse y los comentarios colectivos giraron en torno a cómo se sacude todo alrededor. ¡Dios mío!, ya paso el temblor y siento que aún está temblando, se escuchó una voz femenina. ¡Lo que pasa es que sigue temblando!, le aclaró alguien más. En ese momento no se sabía si el movimiento tardó mucho tiempo o el tiempo se detuvo, pero por el sismo se hizo eterno. Así lo pareció.

De pronto, alguien me pregunta: ¿y los cubanos?... Por fortuna el Dr. Castellanos y ellos salieron al patio de Rectoría, donde esperaron a que el movimiento telúrico pasara. Entramos a Rectoría para atenderlos y les expuse que de acuerdo al protocolo, deberíamos salir ante la posibilidad de una réplica. Los invite a dialogar en el bosque frente a Rectoría, a lo que accedieron con pleno convencimiento, y ahí se acordaron posibles convenios de colaboración, reconocieron al Dr. Castellanos su labor con Cuba y me desearon éxito en la atención al problema que tenía enfrente. Como para no dejar, les pregunté si en Cuba tiembla, a lo que me respondieron que poco, pero que a ellos les afectan los huracanes. Cuando llegan, arrasan con todo, no te dejan nada, la destrucción es total, pero ya sabemos cómo levantarnos ante eso, me dijeron. Recordaron el último huracán (Irma (’?)), con vientos de 240 km por hora, que destruyó toda la parte norte de su país.

Se me indico que un líder sindical informó que abandonarían las instalaciones por el riesgo hacia los trabajadores y que era su obligación protegerlos. Se Autorizó sin duda alguna la suspendieran de clases y el resto de actividades al interior de la universidad. En situaciones de este tipo lo que más se necesita es solidaridad, pero es mejor que estemos los que debemos estar. Lo que más preocupó en este momento fue la comida para los estudiantes, misma que se atendería con ayudantías de los estudiantes.

Los trabajadores de seguridad y protección civil se dieron a la tarea de recorrer las instalaciones de la universidad, para hacer una inspección rápida e identificar daños personales. Por fortuna no se identificaron daños a las personas, salvo crisis nerviosa, una luxación y golpes por una caída. Posteriormente, con la inspección a edificios, se identificaron daños en varios de ellos, sobre todo en los que ya habían sido dañados por el sismo del 7 de septiembre de este año.

Conforme fluyó la información en redes sociales, después de que se restableció la energía eléctrica, se supo de los daños causados en la ciudad de México, surgiendo una preocupación: allá se encontraban varios grupos de alumnos que visitaron diferentes museos. La preocupación de sus padres no se hizo esperar, informándoles que se implementó un programa de acción para ubicarlos y asegurar su regreso. Los cinco grupos volvieron por la tarde, no sin contratiempos, ingresando los últimos 13 estudiantes que se quedaron varados en la ciudad de México, quienes fueron recogidos en un punto previamente acordado. De los centros regionales afectados por el sismo, se tuvo la información de que todo estaba dentro de lo aceptable.

Quizá dentro de los daños a edificios, lo prioritario por atender dentro de un programa de reparación de daños, será el reforzamiento del auditorio Álvaro Carrillo, por ser el inmueble donde se realizan la mayor cantidad de eventos de tipo cultural, político y académico; y desde luego, la Capilla Riveriana, por la responsabilidad institucional que se tiene en la conservación de la obra pictórica de Diego Rivera.

Por el riesgo que significa para los estudiantes, se dio prioridad a la inspección ocular de dormitorios y comedores, detectándose daños ligeros. Aun así, a las seis de la tarde de hoy, se incorpora un perito en estructuras para identificar posibles daños de riesgo y que se determine hacer lo necesario.

Durante la evaluación de la comisión de seguridad se vio la necesidad de implementar mecanismos para concientizar a todos los que convivimos en la universidad, sobre la importancia de los simulacros, ya que durante el que se llevó a cabo hoy, pocos trabajadores lo tomaron con seriedad. Lo más importante fue que, con el sismo encima, se observó cierta incapacidad de reacción frente a estos fenómenos naturales, saliendo cada quien conforme a su temple se lo permite y hacia el lugar que considera más seguro. Por lo anterior, el trabajo que tiene el grupo de protección civil es inmenso y en ello todos tenemos la obligación de colaborar, actuando con la responsabilidad que a cada uno corresponda.   

Chapingo, México a 19 de septiembre del año 2017, 23:35 h.