Educar

Educar no solamente es enseñarle a un niño a sumar, restar, o cual es la capital de un determinado país o conocer la biografía de determinado personaje, sino que además educar puede ser dirigir, adiestrar e instruir a alguien con respecto a cuestiones que nada tienen que ver con el conocimiento y la ciencia, por ejemplo, educar a alguien sobre cómo superar obstáculos en la vida o sobre cuáles son aquellos comportamientos que habrá que seguir si se quiere ir por un camino positivo.

Empecemos primero por definir para qué educamos a nuestros hijos.

Algunas ideas pueden ser las siguientes:

Los educamos para que sean individuos adaptados a la sociedad, que sepan establecer una diferencia entre los actos positivos y los actos negativos. Para que desarrollen plenamente todo su potencial como seres humanos.

Y en algún momento de su vida dejen de necesitar a sus padres y puedan y sean capaces de valerse por sí mismos. Lo anterior siempre con responsabilidad, respetando los derechos de otros, y de sí mismo y con base a las normas de la sociedad. Ejerciendo también valores humanos, y siendo capaces de alcanzar un estado de felicidad y satisfacción en sus elecciones de vida.

Con base a esto, podríamos decir que también los educamos para que sepan tomar las decisiones de vida. Sin embargo, muchas de las decisiones de vida de una persona, como sus amigos, pareja, vocación, etcétera, tienen que ver y se relacionan estrechamente con su núcleo familiar. Entonces como padres de familia, si no nos gustan las elecciones de nuestros hijos o hijas, necesitamos voltear a vernos nosotros, como padres y como núcleo familiar. Es decir, antes de establecer una prohibición, sugiero una comprensión del sistema familiar y tal vez establecimiento de esquemas de cambio interno.

Educar también se relaciona, en primer lugar, con el reconocimiento del potencial de nuestro hijo o hija y en segundo lugar con el proceso de facilitar el despliegue de ese potencial. Un hijo difícilmente extenderá sus alas y demostrara todas sus capacidades si crece en un ambiente de violencia con continuos ataques a su autoestima. La sugerencia es entonces corregir las acciones de los hijos y no atacar su persona.

De igual forma, criticar sus argumentos y evitar que haga cosas para alejarlo de la posibilidad de cometer errores, es un error de crianza en si mismo. Entonces, si lo que deseamos son hijos que desplieguen su potencial, con salud emocional, podemos escuchar sus opiniones, corregirlos con amabilidad si es necesario y validar tanto su comunicación como su persona.

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