Llegó la hora de cumplir un sueño y un anhelo.
Es su día. El reloj detiene su marcha.
Atrás queda el sudor y los respiros agitados que comparte con decenas de compañeras obreras en una fábrica de Chiautempan, donde percibe un salario paupérrimo apenas para sobrevivir.
Atrás quedan las largas y extenuantes jornadas laborales en las máquinas de coser.
Hoy Karla cambia su entorno cotidiano por el ambiente del cigarro, alcohol y el baile erótico nocturno.
Decide ser mujer plena y liberarse de los prejuicios de una sociedad que ve con malos ojos el oficio de una teibolera. Ella, toma la decisión de ser teibolera por unas horas.
El tubo de un centro nocturno ubicado en Chiautempan es testigo de la sonrisa cómplice de Karla.
Una amiga de Karla es comerciante, expende legumbres en el mercado Hidalgo de Chiautempan, y la otra es ama de casa, las tres disfrutan de la tarde, dejaron atrás la rutina, casi nunca lo hacen, por eso se sienten cohibidas, pero el calor de la cerveza las anima y las pone alegres, se ríen de todo, es su tarde.
Pero el centro botanero es ya muy concurrido, está ubicado cerca del nuevo puente de Chiautempan y Karla N. es descubierta por algunas de sus conocidas, que también dejaron a un lado la rutina, pero nada la detiene es su tarde libre, los hijos, las obligaciones del hogar y hasta los maridos no interrumpen su propósito.
Karla N. es el principal sostén de su hogar, los 500 pesos que obtiene cada semana por las ocho horas de la jornada laboral en una fábrica textil de Chiautempan, le alcanzan apenas para cubrir las necesidades de sus dos hijos, su pareja no tiene ingresos permanentes.
Su plática parece confesionario, hablan de todo. De pronto Karla cuestiona. “Por qué los hombres van a los table dance” y no hay respuesta.
Ella disfruta de su día de descanso, por eso aprovecha reunirse con dos de sus amigas, para tomarse unas cervezas.
Tras las cervezas, surge la idea.
“Vamos a un “teibol” dice una de ellas, tengo un hermano que nos deja pasar y podemos ver el espectáculo.”
“Sale, dice Karla, vamos, hoy vale madres la fábrica, jamás he visto a una mujer desplazarse en un tubo, ha de ser una aventura excitante”
La tarde está casi oscura y el día fue ideal, en miércoles el bar está casi vacío, ellas gozan de un lugar privilegiado por ser conocidas del propietario del establecimiento, la curiosidad de las amigas se intensifica y a petición de ellas se acerca una bailarina, está casi desnuda, sus tacones son enormes.
Karla N. no lo puede creer, no asimila cómo aquella mujer puede caminar con esos enormes tacones. Los privilegios continúan y comienza la variedad casi exclusiva para ellas, en el escenario la bailarina hace su pasarela y luego se desliza por el tubo, mientras se despoja de su escasa vestimenta.
El rostro de las tres amigas es incauto, sorprendido y hasta de espanto, no dan crédito a lo ven. La bailarina se convierte en el centro de atención, es admirada por Karla.!guao eso sí que es un arte!
Las inquietudes de las amigas ahora son más, así que deciden reanudar la conversación con la bailarina y las preguntas “dónde aprendiste, cómo es que puedes caminar con esos “taconzotes”, qué tiempo llevas en esto”.
Karla N. no aguanta más y se amina.
“Me puedes prestar tus zapatos”, sin empachos se los da. Apenas logra dar unos cuantos pasos y las piernas se le doblan, no es lo suyo, pero una vez más lo intenta y sin titubeos camina hacia el escenario.
Ahora es Karla la que se apropia del escenario. No se intimida y con una sola mano se sostiene para darse de vueltas, mientras que con la otra toma vuelo. Los zapatos de tacón la transforman y ahora desliza suavemente su espalda por el tubo, se siente toda una profesional, lo disfruta.
Los pocos asistentes en el bar se percatan de su novatez, pero la animan y le aplauden, hasta la piropean y ella se siente la reina del lugar.
Fueron casi 10 minutos de baile, antes que karla regresara a su mesa.
“Mañana regreso a ser obrera, pero lo bailado nadie me lo quita, y hoy empiezo a valorar que ser teibolera no es una actividad fácil, hay que tener paciencia para soportar a hombres a punto del colapso y con alcohol, a partir de ahora tienen mi respeto”
Y así es. Karla experimenta en 20 minutos la sensación de esas mujeres que son el escarnio público de aquellas mujeres, que saben que sus parejas están en ese lugar.
Es casi otro día y Karla regresará a su rol de obrera y a compartir el sudor, sus temores y anhelos con sus compañeras de la fábrica
Pero por una noche ya fue la reina del “tubo”, lo disfrutó y eso nadie se lo quita.