24 horas hicieron la diferencia
A punto de salir de Japón donde estuvo por 6 meses como parte de su entrenamiento en el idioma, Eva, una estudiante tlaxcalteca escuchó un sonido ensordecedor.
Vivió en carne propia el peor terremoto en la historia de ese país y sobrevivió.
Eran las 14: 46 horas del 11 de marzo de 2011.
Sin saberlo Eva sensei, como la llaman sus alumnos, vivió lo que hasta ahora es conocido el mayor terremoto que haya ocurrido en el País del Sol Naciente.
Los recuerdos de ese día permanecen frescos en su memoria.
Aunque afirma que no es el mayor miedo que ha sentido, “no se lo deseo a nadie en el mundo”, expresa mientras cierra los ojos. Eso fue inaudito.
A un año de la tragedia, la piel de María Evangelina Xochihuatl González, originaria de San Lucas Cuauhtelulpan, del municipio de Tlaxcala, “se pone chinita”.
Y es que recuerda los 3 días que estuvo en Japón tras el sismo, que hasta ahora deja más de 3 mil desaparecidos, según las cifras oficiales.
EL SUEÑO HECHO REALIDAD
En septiembre de 2010 y tras buscar afanosamente una oportunidad, la tlaxcalteca recibió una beca de la Fundación Japón en México para el Programa de Entrenamiento para Maestros de la Lengua Japonesa que se ofrece anualmente a 33 países.
Ese año, ella fue la beneficiaria de la oportunidad que se da a un solo mexicano en esa modalidad, pero poco faltó para que el sueño largamente acariciado se convirtiera en una pesadilla.
Su llegada a Japón fue el 13 de septiembre de 2010, ahí permaneció por 6 meses en el Instituto de Idioma Japonés de la Fundación Japón en Urawa (Kita-Urawa, Urawa-Ku, en la ciudad de Saitama en la prefectura).
Ahí convivió con estudiantes de todo el mundo su conocimiento de la cultura japonesa y su idioma se perfeccionó, al grado en que conforme se acercaba el momento del regreso a México con su mamá y su hermana, Eva se resistía a la idea.
En ese tiempo vivió en la ciudad de Saitama, la capital y la ciudad más poblada de la prefectura de Saitama y que se encuentra en el área del Gran Tokio, como se denomina a la amplia área metropolitana de la capital de Japón, considerada la de mayor población del mundo.
“Es como la Tlaxcala de Japón, está aproximadamente a una hora, muy cerca de la capital, igual que nosotros del Distrito Federal”, explica.
El 12 de marzo de 2011 a las 14:00 horas estaba programado su vuelo de regreso a México.
Pero el destino pospondría su salida de ese país.
LA TIERRA SE ESTREMECE
A las 14:46:23 hora local, ocurrió lo que la Agencia Meteorológica de Japón denominó como el Gran terremoto de Japón oriental, con una magnitud de 9 grados en la escala de Richter, el cual creó olas de maremoto de hasta 40.5 metros, cuyo epicentro se ubicó en el mar, frente a la costa de Honshu, 130 km al este de Sendai, en la prefectura de Miyagi.
En el momento del terremoto que es considerado como el cuarto más potente de todos los tiempos, Eva y sus compañeros de Hong Kong, Brasil y el Salvador salieron de las instalaciones del Instituto de Idioma Japonés de la Fundación Japón, para depositar un paquete en la oficina de correos.
De pronto, un estruendo, ese que Eva sensei no olvida y que aún la estremece,
Recuerda que todo se mueve, es un temblor, nunca sentido en México.
Las puertas corredizas de la oficina se abren y se cierran de manera descontrolada, chocan entre sí con tal fuerza que los vidrios se estrellan.
Frente a las instalaciones del correo se encontraba un centro comercial, cuya antena se movía de manera sorprendente, dentro el movimiento de la tierra ocasionó que los estantes cayeran al piso con todo su contenido.
LAS DIFERENCIAS DE UN SISMO
Aunque Eva sensei recuerda sismos aquí en México, enfatiza que la diferencia de culturas para enfrentar un hecho de esta magnitud fue palpable en ese momento.
“Lo más sorprendente fue que la gente no gritó, no dijo nada, se ubicó debajo de las mesas (en cuclillas) y esperó a que pasara el sismo.
Incluso, enfatiza que las muestras de civismo no se hicieron esperar, apenas un segundo después de que la tierra dejó de moverse.
“La gente del centro comercial ayudó a levantar los estantes y acomodó los productos, al ver eso nosotros (ella y los 3 estudiantes que la acompañaban) ayudamos a ordenar y además quienes habían comprado y pagado, dejaron todo en sus lugares y se retiraron completamente ordenados”, recuerda.
Prosigue, en los días siguientes la población sólo adquiría lo estrictamente necesario para evitar que las cosas escasearan o aumentara el costo, además de que los productos fueron enviados a las zonas devastadas.
Apenas 10 minutos después del movimiento inicial, la tierra volvió a moverse en una réplica que marcó el inicio de lo que al final hizo que Eva sensei cambiara su postura de no querer dejar Japón.
Y es que a partir de ese momento el piso ya no fue firme.
“10 minutos después vino la primera réplica, a las dos horas y media, otra y así sucesivamente, cada dos o tres horas temblaba, llegó un momento en el que ya no sentía el piso, fue ahí cuando dije que ya me quería ir”.
El terremoto provocó que Japón se paralizara.
SIN TELÉFONO Y SIN INTERNET, REINA EL SILENCIO
Sin agua, sin teléfono y sin servicio de trenes, Eva senseí estuvo incomunicada por 6 horas y no pudo calmar la angustia de su familia, que en México observaba escenas catastróficas que les hacían pensar lo peor, sin saber que la tragedia se concentró a 130 kilómetros al este de Sendai, capital de la prefectura de Miyagi, que junto con las de Ibaraki, Fukushima y Tochigi, fueron las más afectadas.
Fue hasta las 9 de la noche de ese mismo día cuando el gobierno japonés pudo restablecer el servicio telefónico y abrió las líneas para que todos los extranjeros se comunicaran a sus respectivos países sin costo, después logró entablar contacto por internet con la directora del Centro Cultural Japón México de Tlaxcala que apoyó su beca, Nozomi Ikematsu.
“Nos dieron todas las facilidades de comunicación sin costo, incluso en algún transporte que llegáramos a necesitar y asumieron los gastos de comida que al final ya no tenían que hacer, porque ya nos habíamos graduado”.
Mientras esperaban la decisión de las autoridades sobre su destino, todos los alumnos que aún permanecía en el Instituto de Idioma Japonés (la mayoría partió entre uno y dos días antes) fueron evacuados de sus cuartos y llevados a una estancia, con una salida cercana para evitar riesgos.
EL AMOR A UN PAÍS QUE LOS ACOGIÓ
Ante la magnitud de esos hechos, todo el grupo de extranjeros que fue testigo de la tragedia se ofreció a realizar servicio voluntario en las zonas más afectadas del país, donde los muertos se contaban por miles.
“Japón nos dio mucho, desde que llegamos, su gente nos acogió y nunca hizo diferencias con nosotros, al contrario, nos hizo sentir parte de ellos y todos queríamos ir y ayudar a levantar escombros, lo que fuera, no nos importaba, pero el gobierno no aceptó y nos explicaron que no querían arriesgarnos, además podría implicar un problema diplomático y con nuestras familias”.
Bajo la lógica de proteger a los extranjeros que estaban el país, el gobierno japonés decidió que era hora de que salieran, incluso quienes aún no habían terminado sus estudios, por lo cual a otro mexicano que laboraba en el Instituto Politécnico Nacional y enviado con una beca por parte de Conacyt, regresó a México.
El domingo a las 11 de la noche la tlaxcalteca fue notificada de su partida en el primer vuelo que partió de Japón a México después de la tragedia.
“Como yo ya tenía programada mi salida desde antes, me dieron lugar en el primer vuelo que salió, otro mexicano, Víctor al que le faltaba un mes para terminar, fue enviado en el vuelo del viernes”.
LOS ZAPATOS QUE DEJÓ ATRÁS
Hasta el último momento de dejar el País del Sol Naciente, la tlaxcalteca sintió los estragos de la tragedia y el cuidado ante la incertidumbre por la explosión de la planta nuclear de Fukushima que ya había ocurrido.
Al momento de la revisión, por seguridad, le fueron incautadas algunas pertenencias, entre ellas una bolsa de dulces, botellas de bebidas, una sombrilla “que me dolió dejar porque era un regalo de mi tutora” y sus zapatos.
“Había temor por la radiación, no sabían cómo podía afectar y por precaución a que tuviera algo en la suela, me pidieron que me los quitara y los dejara, así le hicieron a todos”.
Después de eso partió del país y todo fue calma, pero ya casi al final de su travesía, al escuchar el anuncio de su entrada al espacio aéreo de México, Eva sensei, con casi 4 días sin dormir, recuerda que rompió a llorar al recordar lo que dejó atrás.
A su llegada al aeropuerto de la Ciudad de México, su mamá, su hermana y su cuñado la recibieron.
“Ya llegaste, ahora si podemos descansar”, fueron las palabras de su progenitora para sellar el final de su travesía.
Y como remembrando ese momento, casi al finalizar entrevista, la hasta hora alegre profesora, de pronto sus ojos comienzan a llenarse de lágrimas.
Sin dudarlo un segundo, la profesora de japonés del Centro Cultural Japón México de Tlaxcala, donde imparte clases de este idioma y que la promovió a la beca, asegura que anhela regresar a Japón y no ha cesado en su empeño de buscar una nueva oportunidad de regresar a ese país que le dio tanto y al que no pudo ayudar en el momento de su tragedia por las políticas establecidas por su gobierno que hasta el final cuidó de su integridad.