Era la mañana del 12 de noviembre del año 1998, un día después de la contienda electoral que dio el triunfo al perredista Alfonso Sánchez Anaya.
Entonces los priistas estaban enardecidos, se sentían traicionados. Tlaxcala registraba en su historia democrática la alternancia en el poder.
24 horas antes Joaquín Cisneros y su coordinador de campaña Javier García González, habían salido a celebrar su triunfo. Un mariachi acompañaba al hoy candidato a senador.
De pronto el mariachi enmudeció. Cisneros recibió una llamada en su celular.
Su rostro cambió. Se descompuso. Abordó su auto y se marchó.
Al otro día, Joaquín Cisneros Fernández, en ese entonces quien abanderó al PRI como candidato al gobierno del estado, se encontraba en su domicilio particular cuando sonó el teléfono.
-Ringn, ring…
-Bueno, contestó Joaquín Cisneros Fernández.
-¡Ya Joaquín!, sal y públicamente acepta tu derrota, ordenó José Antonio Álvarez Lima, primer priista de la entidad y todavía gobernador de Tlaxcala.
-¡Vete a chingar a tu…!, respondió Cisneros Fernández. Y concluyó la llamada.
De esta manera se efectuó el último diálogo que sostuvieron José Antonio Álvarez Lima y Joaquín Cisneros.
Hoy la historia es otra, el PRI duerme nuevamente en Palacio de Gobierno, pero la herida aún supura.