ENTREVISTAS

Mi nombre es Jared, de oficio sexoservidor

02/05/2013 15:37:41
Bernardino Vazquez Mazatzi
agendatlaxcala
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Mi nombre es Jared, de oficio sexoservidor

Bernardino Vazquez Mazatzi
Escritor y Periodista

La pregunta es directa, sin rubores:
¿A qué te dedicas?
Y la respuesta también lo es:
“Soy sexoservidor… mi trabajo es dar placer; eso vendo”
A Jared la pregunta y la respuesta no lo han perturbado. Es joven, de 27 años “acabados de cumplir hace quince días”, dice. Es apuesto; viste bien y luce algunos adornos al parecer en oro. Presume tener un auto último modelo, de lujo.
¿Vendes placer a las mujeres?
“No, a hombres”
¿Sólo a hombres?
“Sí, únicamente a hombres”
Sin darle algún sentido despectivo a la palabra te pregunto ¿Eres gay?
“No…”
Pero te relacionas con hombres…
“Bueno, entonces los gay son ellos. Yo sólo le doy lo que piden. Para eso me buscan; vienen a que les dé sexo; para eso me pagan.
¿Los hombres pagan bien por recibir sexo?
“Sí… saben lo que buscan y en mí lo encuentran, yo les doy lo que andan buscando; no he tenido reclamos, los satisfago”
¿Y por dar sexo también pagan bien?
“No sé. Yo sólo cobro por hacérselos. A mí no me gusta relacionarme con ellos, vienen por sexo y se los doy, no a recibirlo”
¿Quiénes son tus clientes, a qué estrato social pertenecen, qué características tienen?
“Pues hay de todo tipo: empresarios, padres de familia, gente con recursos; gente de sociedad, pues… (son) maduros y jóvenes… de todo tipo y nivel social”
¿Cuánto te pagan?
“Mmm, pues sí, sí pagan bien… yo le pongo el precio: 800 pesos, pero hay quienes me dan 700 y también quienes me dejan propina y entonces queda en mil o hasta mil 500; simplemente les satisface el servicio y son agradecidos, a veces me regalan cosas caras…”
¿Tienes clientes asiduos, es decir, hay quienes te consideran exclusivo?
“Pues sí, hay quienes vienen cada 15 días invariablemente, ya saben dónde encontrarme, o me llaman por teléfono o hacen cita a mi correo electrónico. Pero en este negocio no hay sentimentalismos: es negocio, no hay ninguna otra forma de relación que no sea el encuentro rápido, de servicio exclusivamente”
¿Cómo le llamas a lo que haces?, ¿Es un trabajo, es prostitución, es un delito, un mal necesario…?
“Yo cubro una necesidad. Creo que no soy más que un eslabón de una cadena añeja; esto no es nuevo, más bien soy producto de un negocio iniciado hace muchísimos años. Existen sexoservidores desde hace décadas; y tampoco es tan oculto o vergonzante como parece. Alguien debe hacer esto y yo lo hago y cobro por ello”
Como prostitución ¿Hay padrotes, hay entres, hay corrupción?
“No. Mira, en Tlaxcala somos muy pocos los que nos dedicamos a esto. En realidad conozco a cuando mucho cinco como yo y eso en todo Tlaxcala y Puebla. Cuatro somos chavos y un ruco; eso sí, galán y fornido. Entonces no hay ni líderes ni padrotes ni cuotas ni nada de eso. Somos libres. La policía, creo, no sabe de nuestra existencia y si lo sabe pues no nos molesta”
¿Qué tiempo llevas en esto?
“Empecé a los 18 años”
¿Y hasta cuándo?
“… No sé… no me preocupa eso…
Como negocio ¿Es redituable?
“Bastante, no me puedo quejar, se gana bien, se vive bien. Aunque una buena parte se va en ropa de marca, en accesorios, perfumes caros. A ellos les gusta la juventud, el vigor, el físico, la higiene; eso cuesta y mucho”
¿Tienes familia?, Esposa, por ejemplo o novia…
Jared ríe a carcajadas
“¡Tú qué te imaginas!. Claro que tengo a mis jefes, un hermano y dos hermanas. Pero si lo que quieres es saber si ellos conocen de lo que hago te digo: no, ellos creen que soy gerente en una empresa de seguridad privada. Eso les he dicho, por eso no les extraña que salga a medianoche o que no llegue en tres días”
¿Y las mujeres?
“Sí, sí tengo novia. Y tampoco sabe de esto; no tiene por qué saberlo.
¿Cómo te cuidas? Lo digo por aquello de las enfermedades
“Pues aquí, como en todo, el que paga manda y el que manda es el cliente.
¿Es diferente el precio con y sin protección?
“Sí. Con protección son 800 pesos, sin protección es mil 500”
Dime: ¿Es alta la demanda?
“Uf, si supieras… uno no se da abasto. Muchas veces le quedamos mal a alguien que sabes que te trata bien, que te deja buena propina: y lo peor es que dejas ir una oportunidad por alguien que no te da más que lo del servicio”
Dices que no hay sentimentalismos entonces ¿esto no es más que mercancía?
“Soy sexoservidor, a eso me dedico, lo demás no me importa. Me vale madre ¿está claro?
¿Qué opinas de tus clientes?, lo digo por ser quienes son, por la doble vida o la doble moral que representan.
“Yo cobro 800 pesos; su vida personal me viene valiendo sonaja. Si lo preguntas porque son hombres de negocios o padres de familia te diré: en este negocio no se hacen preguntas ni conjeturas, no cuenta nada que no sea el dinero. No hay compromisos, no hay adeudos ni crédito, no hay sentimientos: esto es, entiéndelo, un NEGOCIO ¿va?
¿Eres feliz?. ¿Te sientes realizado?, ¿Crees haber alcanzado una meta?
“Yo vivo el hoy; lo demás me vale madre ¿va?. No me interesa el qué dirán, ni la moral de los hipócritas, sólo le saco provecho a mi físico, a mi juventud, al tiempo que me toca vivir y, desde luego, a los pinches machitos putos que quieren sexo”
Y tú… ¿te consideras eso que dices?
¡¡No… yo soy hombre; ellos sí son putos; yo no he recibido sexo!! ¿Me explico? Yo trabajo dando sexo, no recibiendo. Eso es muy diferente. Lo mío no son relaciones, sino servicio sin compromisos de ninguna índole. Eso no está permitido; va en contra del negocio.
¿Tú sabes de de sexoservidores que dicen, trabajan por la Vía Corta Chiautempan-Puebla?
“Ah, sí. Son unos pobres chamacos prostitutos, esos sí dan y reciben… esos se meten con cualquier individuo; no, esto es exclusivo, es caro, es VIP, a nosotros nos busca gente bien, de alto poder adquisitivo o quien pueda pagarlo; elegimos al cliente, no aceptamos a cualquiera; al menos yo, no”
¿Cuántos servicios prestas al día o a la semana?
“Varios”
¿Cuántos?. Dinos.
“Pues al día dos. Máximo tres. Te tienes que cuidar para hacer bien las cosas, esa es tu carta de recomendación…”
Jared ha interrumpido la conversación reiteradamente por contestar su teléfono celular. Hace anotaciones en una agenda de piel. Sólo balbucea horarios y lugares, luego afirma o rechaza lo que creemos, son solicitudes de “servicios”.
Cuando intentamos otra pregunta recibe otra llamada y dice “ajá, voy para allá”. Deposita un billete que cubre el costo del consumo en el restaurante y dice “fue un placer conocerlos, caballeros; cuando gusten estoy a sus órdenes”
Antes de irse nos deja su tarjeta, misma que dejamos en la mesa.

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