Bernardino Vázquez Mazatzi
Escritor y Periodista
Mariano quiere contarnos su historia. Para eso nos llamó. Lo encontramos en una cervecería de Apizaco, el lugar que más cerca queda de su pueblo.
Tiene dos meses de haber llegado de Estados Unidos, en donde trabajó 6 años de sol a sol, de domingo a domingo y sin otro motivo que mandar muchos dólares a su esposa, para los niños, para que hiciera una casa grande y si hubiera sido posible, pusiera un negocio en el que se entretuviera mientras llegaba el día de su regreso.
Pero el destino le hizo una mala jugada: su mujer se fue con otro.
“Pues cuando me junté con mi mujer era yo muy chavo. Tenía yo 16 años y ella 17, al principio vivimos con mis papás pero pues tú sabes, el muerto y el arrimado apestan a los cuatro días. Un día me dice mi jefe: como que vas buscando en donde vivir; antes eras hijo de familia pero ahora ya eres aparte. Y dónde nos íbamos a ir, si no teníamos más que nuestra ropa”
“Total que nos fuimos a vivir a la casa de sus papás y ahí su jefe me dio chamba de chofer en sus combis. Más o menos la llevábamos con el dinero, pero pues como teníamos todo, nunca compramos algún mueble para nosotros. Luego nació mi niña y como a los dos años, mi hijo el de en medio. Nada nos preocupaba, éramos felices; nos íbamos a pasear o a la plaza los domingos...”
“Pero un día me dijo mi suegro: voy a vender las combis porque ya no sale ni para los gastos, ve buscando otro trabajo. Así empezó mi desgracia. Un lunes fui a buscar chamba y nada que encontré. En todas partes querían gente con experiencia y yo nomás sabía manejar. Fui a buscar con otros dueños y me decían: no, si no sale ni para gastos; yo ya hasta corrí a mi chofer”
“Fácil me pasé así medio año. Te juro que no encontré nada de nada. No daba gasto y pues aunque se oiga feo, pero mis suegros le reprochaban hasta el taco que le daban a su hija y a mis hijos, como si no fueran de su familia. Total que ya de plano mis cuñados me corrieron, me dijeron: cómo es que ni de albañil encuentres; nomás te haces pendejo para que te estemos manteniendo. No pues eso si me dolió”
“Si, sí encontré chamba de macuarro, pero son unas friegas que no manches, me sangraban las manos, terminaba yo más que apaleado. Parecía maldición o que estaba yo condenado a trabajos forzados. No, dije, ni madres, de esto no, aunque me muera yo de hambre. Luego mi vieja hasta lloraba por dos cosas, por cómo me veía y porque de veras no teníamos ni pa comer”
“Por esos días vino un vecino del norte y me dice: si quieres yo te paso pal otro lado. Júntate 40 mil varos y nos vamos. No que jijos, dónde iba yo a conseguir tanta lana... Pero no había de otra. Se los dije a mis papás, a mis hermanos y a mis suegros. Me dijeron hasta de qué me iba yo a morir. Pero tal vez para que no me siguieran viendo pues se comprometieron a prestarme hasta donde más pudieran”
“Total que conseguí 30 mil. Me dice ese cuate: no hay tos, yo te presto el resto y allá me los pagas. Y Nos fuimos. Le dejé encargada la familia a mis je-fes y a mis suegros y pues ya, me despedí; no, mi señora lloraba, mis niños no me dejaban ir. No, pa qué te cuento... y luego me dice mi mujer: es que ya estoy embarazada. No, mano, qué poca. Pero no había de otra; llorando y con el alma arrastrando me fui”
“Pasamos de mojados, a media noche. El camino de Tlaxcala a la frontera es duro, se sufre como no te imaginas cuánto. Pero no me arrepentía, yo sabía a qué iba y estaba yo decidido. El coyote nos dejó del otro lado y nos dice: córranle porque si no se los lleva la... Y ahí ves, corriendo como conejos en la oscuridad, derecho, sin voltear pa atrás, sudando, hasta que llegamos a una casa y de ahí agarramos un bus para irnos más al norte”
“Me fue bien. Mi vecino me presentó con unos conocidos y luego me dieron trabajo. Ganaba yo bien como operador de una oruga. Luego me dicen: si quieres ganar todavía más hay chamba los sábados y domingos. No, pues era lo que estaba yo esperando. Y más porque cuando le hablé a mi mujer me dijo que su familia y la mía no la querían tener con ellos que porque comían mucho; y luego, dice, en todas partes me dicen que cómo es posible que esté yo esperando otro hijo, que poca madre tienes por haberte ido”
“Sí, le reprochaban de todo. Le decían: y tú crees que ese pendejo te va a mandar dinero; no, si es un inútil para todo, quién crees que la va a dar trabajo; ahora tú vete aunque sea de sirvienta, aunque sea así panzona como estás, para que pagues el dinero que les prestamos”
“Pero ni madres: le empecé a mandar dinero, nomás para que vean mis jefes y mis suegros que tengo palabra. Así me pasé, trabajando doce o quince horas, hasta que les pague hasta el último pinche cinco que me prestaron. Y me hablaba mi vieja y me decía: ya nació, fue niño. Oh, que chido, otro niño. O me decía, ya les pagamos, ya voy a comprar un terreno; luego: ya compré un pedacito y ya voy a empezar a construir... No, si así me daban más ganas de trabajar y le mandaba yo cada vez más dinero”
“Mi hija cumplió 15 años y no estuve con ella, nomás le mandé un regalo con unos que se fueron pal pueblo. Mi hijo sacó la primaria y el otro el kínder y no supe de eso. Pero sentía yo que valía la pena. Y más le daba yo al trabajo, aunque me quedara sin comer, aunque no me comprara ni un trapo para mí”
“...Pues no sé, no sé cómo pasó. Un día me habló mi mamá y me dijo que mi mujer estaba muy extraña, que creía que como que andaba con otro. Yo le dije: ya vas a empezar, jefa, mejor apóyenla en todo. Un día uno de mis carnales me habló y me dijo que mi vieja estaba sospechosa. Le digo: no mames, tú también... por ay échale un ojo, no seas gacho. Y ni siquiera porque a veces le hablaba yo a mi mujer y no la encontraba en la casa ni de mis papás ni de los suyos sospeché algo”
“Hasta que un día le hable a mi jefe, de hombre a hombre y le pregunté por mi vieja, de plano le pregunté que qué onda con ella. Me dice: mejor vente para que no creas chismes. Mira, una mujer es una mujer, y la tuya no es de palo, luego hay muchos jijos de la tiznada que no pueden ver mujer sola porque luego la acosan. No, le digo, dime lo que sabes o lo que ves, y me dice: pos yo creo que esta anda de cabrona. Pero ay te lo haiga, tú sabes”
“Ya iba yo a cumplir seis años en el norte y dije: pues yo creo que ya con esto. Con lo que le he mandado creo que ya hasta habrá hecho la casa y como esté, le vamos terminando poco a poco”
“Un día le dije: sabes qué, como que ya me regreso. ¿Cómo vas con lo de la casa, ya mero la terminan? Y me dice: si, ya le falta poco. Está grandota y es como me dijiste; ah, bueno, pues ya es hora de regresar. Pero entonces me habla mi mamá y me dice: oye, ¿pues que no le estás mandando dinero a tu mujer? Mira que ya hasta está vendiendo el cachito que compraron o dime ¿tienes mujer allá? Porque si es así mejor pa’ qué regresas; mejor quédate donde estás, pa’ qué vienes a hacer corajes”
“No pues como va a ser. Si viene a Estados Unidos fue para hacer dinero, mandarle a la mujer y a los hijos, tener una casita más o menos y hasta un negocito. Mejor voy a ver que onda”
“Y me regresé pal pueblo. Y pues ya te imaginarás lo que fui encontrando... mis hijos estaban solos en la casa de mis jefes y les pregunte: ¿dónde está su mamá? Nadie me quería responder. Vamos a ver la casa que estamos haciendo. Y ellos nomás se miraban unos a otros. Qué onda, díganme, qué transa... Y me dice mi hija la mayor: mi mamá nos dejó desde hace cuatro días, se fue con un señor”
“¿Pero y el dinero que les mandé, y lo del terreno que compraron, y la casa que estamos haciendo, y el dinero que tienen ahorrado?. Todo eso les preguntaba yo. Pues ya llegaron mis suegros y mis papás y pues ya me dijeron la verdad: mi mujer nunca hizo ninguna casa. Compró el terreno pero le había vendido como un mes antes de mi regreso. Mis hijos siempre pasaron hambre porque nunca les compró nada con lo que yo les mandaba. Es más, ella les dijo que yo ya había dejado de mandar dólares porque en el norte tenía yo otra mujer. Es que ella mantenía al hombre con el que se fue y se llevó hasta el último dinero que le mandaste”
Mariano pide otra cerveza. Es la sexta desde que empezó su historia. Dice que se va a emborrachar hasta perderse.
“Lloré como niño. Fueron seis años de mi vida perdidos. No tenía yo ni en que caerme muerto como cuando vivía yo en Tlaxcala, sólo que entonces tenía yo mujer, ilusiones, esperanzas, una vida por delante para los hijos y para nosotros como pareja ¿Dónde quedó todo? ¿De qué sirvieron las hambres y los desvelos? ¡¡Todo para que ella se lo diera a un desgraciado, para que se fuera con el dinero de los hijos y mío, para que los abandonara!!”
El hombre llora. Le preguntamos qué sigue.
“Pues no sé que hacer, sigo sin trabajo. De pura compasión mis suegros aceptaron a los nietos con ellos porque pues como que ya les va bien, ya hasta hicieron un segundo piso como de cinco cuartos y otra vez compró dos combis; pero ya no me da trabajo; ya no soy su yerno, ya no soy nada de ellos”
“No, no la busqué, no la voy a buscar... para qué, dime, para qué. ¿Qué le voy a decir? ¿Que le rompa yo su madre como dicen mis hermanos? ¿Qué gano? No, yo creo que hay un Dios y a Él le dejo todo. Lo que si le pido a Él es que le vaya de la chingada, porque es lo que se merece, por desgraciada, por abandonar a sus hijos, por dejarnos en la miseria, por engañarme con otro”
“... Tal vez me vuelva a ir para el otro lado ¿qué hago aquí? Nomás me la paso chupando, poniéndome hasta la madre por alguien que no vale la pena. O tal vez no me vaya, no sea que cuando regrese yo se me haya muerto uno de mis hijos; no se qué hacer, en serio. O mejor que me cargue la fregada de una vez por todas ¿para qué vivir así, dime?
Mariano va dando señales de embriaguez. Salta de un recuerdo a otro, hace la plática menos coherente y luego nos dice que se va, que va a buscar otro lado donde seguir tomando para olvidar.