ENTREVISTA

Saber que tienes SIDA es la peor noticia que te puedan dar en tu vida

Nuestro entrevistado yace en su lecho de enfermo victima del Síndrome de Inmunodeficiencia Adquirida (SIDA); a sus 48 años pesa cuando mucho 35 kilogramos, mide casi 1.40 metros y su piel es blanca y arrugada.

06/01/2013 14:15:16
Bernardino Vázquez
agendatlaxcala
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Ramiro, nombre ficticio de nuestro entrevistado, yace en su lecho de enfermo victima del Síndrome de Inmunodeficiencia Adquirida (SIDA); a sus 48 años pesa cuando mucho 35 kilogramos, mide casi 1.40 metros y su piel es blanca y arrugada. Su familia dice que está muy grave; así se le ve.
No obstante, puede hablar coherentemente y reconoce a todos por su rostro y por su nombre, por ello pregunta quiénes somos y qué queremos. Tras saber el motivo de nuestra visita y recordar que ya su esposa le había anticipado la entrevista hace una mueca que parece sonrisa, asiente con la cabeza e intenta incorporarse.
A su lado está su esposa y la mayor de sus hijas, de 20 años. A sus pies, sus hermanos y su madre. Le preguntamos.
¿Cómo fue que te contagiaste de esta enfermedad?
“Pues yo estoy seguro de que fue en un prostíbulo de Atlixco. Estábamos en nuestra época de canijos; nos daba igual todo, el caso era echar relajo”
¿Cómo fue que te detectaron el mal, quién te lo dijo y cómo fue?
”Yo trabajaba en una fábrica, en el corredor industrial Xicoténcatl, allá nos pidieron, así por así, una prueba del VIH, y fui y me la hicieron en la misma empresa; dicen que eso está prohibido, pero la verdad es que a todos nos hacen esa prueba en todas las fábricas”
“… Sí me entregaron el resultado y pues fue muy feo, porque la pinche vieja esa que nos daba los sobres me quedó viendo como su fuera yo un apestado, hasta me dio el sobrecito de una esquinita y luego se alejó de mí, como la fuera yo a morder. Y ya voy viendo; no manches, positivo, decía en color rojo. Positivo… chingue a su madre, ya valió pa pura esto…”
“No, al día siguiente ya no regresé, con decirte que ya no fui ni a cobrar… qué iba yo a pelear antigüedades ni que madre… ya no tenía ni a qué regresar a la fábrica”
¿Cómo te afectó la noticia en lo inmediato, cuál fue tu reacción al salir de la fábrica, al llegar a tu casa?
“No, pues eso está muy cabrón… sientes que te traga el piso, que se te nubla la vista, que las patas se te hacen de hilo. No chingues, es la peor noticia que puedas recibir en tu vida, neta. Por ese entonces no vivía yo con mi esposa porque me separé de ella cinco años y pues tuve que ir a decirle y se armó un desmadre que para qué te cuento”
“Me llevaron con otro doctor de Tlaxcala para confirmar el diagnóstico anterior y repitió positivo. Ahí me dijeron que yo no tenía SIDA, sino que era portador del virus, pero que debía cuidarme y me dieron medicamentos para tratar el mal y así estuve varios años, cargando el demonio hasta que se me apareció ya de plano”
“Y luego te preguntas ¿Por qué a mí?, ¿por qué Dios mío?, ¿qué hice para merecer este castigo?... con el tiempo aprendes a vivir con la enfermedad, entiendes qué es, cómo se sobrelleva. Sabes que no hay remedio, que esto es para terminar, para ya no levantarse jamás de la cama”
“Pues sí, sí duele saber que estás contagiado, que por un error, por un descuido o como le quieras llamar, estás así. Yo me arrepiento mucho porque dejé la mitad de mi vida en esta situación. Estoy consciente de que las cosas pudieron ser de otra manera, que si no hubiera llevado esa vida desordenada no me hubiera pasado esto”
Ramiro habla despacio y en voz baja, se agita continuamente y hay que dejarlo reponer las fuerzas. Le preguntamos a su familia si es mejor dejarlo solo, pero él con la mano nos dice que nos quedemos sentados.
“Cuando estamos bien, cuando la vida nos sonríe, cabrón, parece que somos inmortales, parece que nunca nos vamos a enfermar de nada, que nos podemos comer el mundo de una mordida; siempre pensamos que todo lo malo les va a pasar a otros, que la desgracia está muy lejos, que sólo les va mal a los pendejos… nunca nos detenemos a pensar que somos frágiles, que no valemos nada, que nuestra suerte o nuestro destino está agarrado de un hilito”
“… No, yo jamás me imaginé acabar así. Más bien, nunca creí que me iba yo a enfermar así de gacho, que iba yo acabar inútil, como muñeco inservible, como una carga y para vergüenza de la familia. Porque quieras o no, a mi familia la ven feo por mi culpa; una de mis hijas sufrió mucho en la escuela porque decían que los iba a contagiar porque yo estaba enfermo de esto. Con decirte que mejor la tuvimos que sacar de la escuela; sufrió mucho mi pobre hija. Han sufrido mucho todos; por eso yo ya quiero que esto se acabe, que ya Dios me mande a llamar para que ya no sigan sufriendo por mi culpa”
“Te voy a decir una tontería: si yo volviera a nacer, o si ahora pudiera regresar el tiempo me cay que sería yo diferente. Simplemente sería otro. Sería más responsable, pensaría más en mi familia y menos en mí, buscaría la forma de agradecerles su compañía y el haberlos conocido, el que me hayan dado su amor a pesar de que no lo merezco”
“Bueno, pues soy el mejor ejemplo de que lo no se debe hacer, de que no deja nada bueno el desmadre, que no es bueno ignorar los consejos de la familia, de los padres, de los viejos. Ojalá y lo que te platico sirva para orientar a tanto chamaco que anda de loco por acá y por allá, creyendo que no les puede pasar a ellos. Si pudiera yo, por ejemplo, hablar en un auditorio lleno de jóvenes, les diría esto y le diría: no mamen, pinches chamacos: ven cómo pueden quedar si no se cuidan, si no entienden”
Ramiro da claras muestras de agotamiento, sus últimas palabras para esta entrevista las ha dicho con mucho esfuerzo; ahora se ha quedado callado: ya no puede hablar más. Nos levantamos, nos despedimos de él sin obtener respuesta. A su familia le agradecemos sus atenciones y les expresamos frases de solidaridad.

 

 


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