ENTREVISTA

Un hombre aguanta los golpes de su esposa por puro orgullo

20/06/2013 18:44:30
Bernardino Vázquez
agendatlaxcala
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* Bernardino Vázquez Mazatzi

Mauro nos dice que tiene 15 de casado y de ellos, 14 años y 8 meses han sido de violencia por parte de su pareja: su esposa Genoveva.
Mauro dice que su sueño azul terminó prácticamente con luna de miel; claro que entonces, esas palabras en voz alta, agresivas, ofensivas, le parecieron un detalle curioso de su consorte.
Con el paso de los días ella incrementó su brusquedad. Ya nunca más se mostró tierna, amorosa, complaciente, dama… casi inmediatamente del regreso de su viaje de bodas, por cierto de sólo tres días al Distrito Federal, Genoveva corrió del hogar conyugal a su reciente marido. El argumento: era muy “empalagoso”.
“No, no me fui de la casa, ¿Por qué?; ¡¡Era mía!!, la que debió irse era ella… Pero el caso es que por decirlo así, de esa forma empezó mi infierno. Sí, a los dos meses de casado eso ya era insoportable, era la locura. Ella gritaba para todo, nada le parecía bien, todo le fastidiaba”
¿Cuándo o cómo fue la primera vez que te golpeó?
Mauro se muerde los labios, mira fijamente al piso como para ordenar sus ideas y tímidamente responde:
“Pues fue por una babosada… fue como a los dos meses de casados… yo estaba calentando las tortillas en la estufa, en el desayuno y por querer ponerlas en la mesa tiré el café caliente en la falda de ella y pues se levantó furibunda y me dio dos cachetadas”
“No, y su lenguaje; no había nunca conocido a nadie, y menos mujer, que tuviera ese vocabulario. Se volvió extremadamente grosera. Para todo mentaba madres, todo y todos éramos hijos de la chingada, todo y todos éramos unos pendejos, mediocres buenos para nada”
“No, no le respondí a la agresión porque pensé que no iría a comparar mi fuerza de hombre con la de ella, porque hasta entonces creí que una mujer en verdad es débil en comparación con un hombre, pero la ocasión en que le dije: bueno, como que ya estuvo, tú que me vuelves a poner la mano encima y te rompo tu madre”
¿Y qué paso?
“Pues… ese día me pegó más fuerte”
Oye… ¿ya te diste cuenta que llevas 15 años viviendo con una mujer que no te quiere; lo digo porque te golpea, porque no te valora y…?
“No, si sí me quiere… lo que pasa es que ella no puede controlar su genio; digamos que me quiere a su manera. Ella me ha dicho eso: que sí me quiere; porque a veces, aunque sea de vez en cuando, tenemos unos ratitos de armonía; si no, cómo han nacido nuestros tres niños; también me ha dicho que no se puede controlar, que por eso me pega”
Las agresiones físicas ¿son constantes?
“Ella es maestra y todos los días llega cansada, dice que viene hasta la madre de los pinches chamacos, y por eso todo le molesta. Si está apagado el radio, que por qué jijos no hay música, si está prendido, que qué carajo no puedes vivir sin escándalo… y luego si hago o digo algo que no le parece pues me pega”
¿Cómo es con los niños?
“Igual, igual que conmigo… Sí, también les pega; aunque no tan seguido ni tan fuerte como a mí. También le molesta que jueguen, que pidan un helado o alguna golosina, que no hagan la tarea o que saquen malas calificaciones; también a ellos les mienta la madre y los manda a la chingada”
¿Y con la gente?, ¿Cómo se comporta hacia afuera?
“Pues vieras que bien; no si el problema es adentro y eso porque pues los hijos y yo no la comprendemos. No, con nuestros compadres, con sus compañeros, con mis papás y con los suyos es buena persona; es amable, acomedida, comprensiva… en realidad cuando hay visita es cuando hay más tiempo de tranquilidad”
¿Por qué sigues con ella? Digo, en el caso de la mujer es por alguna forma de inseguridad…
“Digamos que por orgullo. Pienso que si la dejo se va a saber que me pega, que en realidad nunca fui el hombre de la casa, que ella siempre fue la que manda… no sé cómo afrontar esta realidad con mi familia, con los conocidos… qué van a decir… digamos que un hombre aguanta los golpes de su esposa por puro orgullo, por cubrir las apariencias”
¿Hasta cuándo?
“Pues hasta que ella cambie. A veces ella llorando nos pide perdón y dice que va a cambiar, que le tengamos paciencia, que a ella misma no le gusta cómo es con nosotros; yo siento que esto no a ser para siempre, ¡porque no debe y no puede ser para siempre!. Lo principal es que ella ya se dio cuenta de que nos hace daño y que tiene que cambiar; mientras, hay que tenerle paciencia…”
Tu hija ya tiene 13 años y el mayor de tus hijos 10 ¿qué piensan de esto, qué te dicen?
“Me preocupa ella. Se desespera, dice que ya no aguanta más… en realidad nunca ha tenido madre, es decir, pues una amiga, alguien que le cuente cosas de mujer; ella ya tiene su regla pero nunca su madre le habló de eso; una vecina fue la que le habló de eso: yo la llamé cuando su primera vez porque yo no me sentí capaz y fui y le dije oiga vecina, fíjese que me pasa esto y me dice: entonces para qué está tu mujer”
“Me dicen que la dejemos, que nos vayamos lejos, que ya no aguantan tanto grito, tanto maltrato, pero yo les digo: hijos, es su madre… cómo vamos a dejarla con su problema emocional, piensen que no es responsable de cómo es con notros; acuérdense que nos dijo que va a cambiar. Vamos a darle otra oportunidad”
¿Ellos han hablado con Genoveva?
“La niña sí, pero le pegó… Sí, mira, quiso hablar bien, educadamente, de mujer a mujer, le iba a preguntar por qué nos odia, por qué nos trata así y ella le pregunto: así cómo, de qué carajos hablas, si no te parece cómo vives aquí, lárgate a la chingada, todavía que te mantengo y tragas como marrana y todavía no te gusta, no pues si a la niña no le parece pues que se largue… y le pegó muy feo”
“Sí, sí traté de defenderla, pero también me pegó a mí ese día”
¿No trabajas?
“Antes sí. Tenía yo un taller de tapicería; luego que nos casamos me ordenó que la cerrara, y como ella es maestra pues se va temprano y yo me empecé a hacer cargo de los quehaceres de la casa y haz de cuenta que solito me eché la soga al cuello porque me quedé como amo de casa”
Mauro mira constantemente la hora en el reloj de la pared. Son las 16:40, Genoveva no tarda en llegar.
Pero tampoco sabe cómo pedirnos que nos vayamos, que nuestra presencia podría incomodar a su esposa y en cierto momento, podríamos ser víctimas de sus agresiones verbales y, por qué no, hasta de sus golpes.
Pero lo tranquilizamos. Le decimos que en caso de que llegue su esposa, le diga que somos encuestadores de un partido y de un candidato. Justo en ese momento la puerta se abre y entra una señora dulce, encantadora, guapa y bien vestida, nos sonríe, nos saluda, dice a su esposo en susurro “ya llegue, cariño”; deja sus cosas en la mesa del comedor y regresa para preguntar “quienes son estos señores, amor”
Hemos tomado agua de sabor que nos sirvió la señora, hemos hablado de política y educación y hasta de la situación en el Medio Oriente cuando decidimos marcharnos, la dama nos despide con aspavientos y nos ofrece su hogar “esta es su casa”, nos dice; al marido ya no lo volvimos a ver.
* Escritor y Periodista
 

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