Carolina no recibía golpes, por eso durante varios años nunca pasó por su cabeza que algo estaba mal ni se asumió como una mujer que sufría de violencia por un marido que consideraba un buen padre y que la tenía dominada y sojuzgada por el lado económico, aún hoy le cuesta romper esas cadenas pero ha iniciado un proceso para salir de esa situación: esta es la historia que comparte para que las mujeres se den cuenta que la violencia está más cerca de lo que pensamos
"Me daba todo su dinero, pero yo no tenía derecho a tocar un peso sin que le rindiera cuentas de en qué se gastaba y cuando me pedía para algo yo tenía que pagar lo que comprábamos o hiciéramos, porque para eso yo lo guardaba, pero no tenía dinero para darle un gusto a mis hijos o a mi, pero tampoco podía trabajar porque los tenía que cuidar".
El control financiero es una vía para humillar y sojuzgar a una persona.
Eso lo sabe ahora Carolina, quien tras 15 años de matrimonio ha iniciado un proceso para cobrar fuerza y sacar adelante a sus hijos sola, como ha estado todos estos años aunque su marido estuviera a su lado.
Carolina se casó muy joven y se embarazó antes de los 20 del primero de sus dos hijos y su vida daba la impresión de una vida normal y feliz junto a su esposo que trabajaba mientras ella se dedicaba enteramente al cuidado de los hijos.
-No terminé la preparatoria y eso me dejaba opciones para un trabajo que sólo podía ser atendiendo negocios y eso me quitaba mucho tiempo en comparación a lo que podía ganar y mi esposo me decía que era preferible dar mi tiempo a los niños, porque me embarace casi luego del más chiquito, lo veía como algo normal y me sentí afortunada de tener a alguien que se preocupara por nosotros y me daba todo su dinero para que yo lo guardara".
Pero esa era una imagen que daba ante quienes la conocían porque en los hechos, ella no tenía ningún control financiero.
"El problema no era pagar lo que podíamos, sino que a veces nos metía en gastos que no podíamos soportar y yo era la que tenía que sacarlos, aunque sea pidiendo prestado a mi familia, pero no me daba para pagar, porque decía que arreglar eso era mi responsabilidad, que por eso me daba todo su dinero, pero si quería salir o comprarse ropa, yo tenía que darle y yo veía de dónde".
Con el paso de los años ese comportamiento fue empeorando y pasó al extremo contrario.
La inconformidad que expresó por las presiones que sufría y la falta de libertad para tener un ingreso disponible para las cosas que ella deseaba llevó a su marido a retirarle el dinero que le daba, ahora la estrategia fue que ella no tendría la responsabilidad de llevar el ingreso de la casa, pero eso implicó que no tendría ningún contacto con el dinero.
"Dejó de darme dinero, ni para las cosas más básicas del gasto de la casa, se prestó que cambió de trabajo y que ya no tenía un ingreso fijo, pero no me dio nada y fue peor para mi porque ni los gastos de los niños asumía, ni cuando se enfermaban me quería dar dinero".
Esa la llevó a la decisión de realizar pequeños trabajos que implicaban combinar sus tareas del hogar con lo que podía hacer con sus familiares y vender algunas cosas, de eso subsistió por un tiempo.
"Darme cuenta de hasta dónde había llegado fue por casualidad, una cosa es que me sintiera incomoda y otra darme cuenta de que yo sufría un tipo de violencia".
Y como ella narra, fue casi una casualidad.
"Un día mi sobrina me enseñó una publicación en Facebook sobre los tipos de violencia y ahí decía que esos incluía si te limitaba económicamente, ahí acepté lo que yo ya sabía que estaba mal, pero nadie quiere saber que ha hecho las cosas mal y menos quieres que se sepa, te da vergüenza".
Efectivamente, hasta ese momento su familia no sabía la situación que vivía y tenía la imagen que ella se había encargado de construir, pero que paulatinamente tuvo que aceptar: era una víctima de violencia económica que para muchos es imperceptible y eso ayuda a que esté latente.
De acuerdo a un documento de la Procuraduría General de la República (PGR), de la Unidad de Igualdad de Género, la violencia económica engloba "las acciones u omisiones que afectan la supervivencia de las víctimas; privándolas, ya sea de los recursos económicos necesarios para la manutención del hogar y la familia, o de bienes patrimoniales esenciales que satisfacen las necesidades básicas para vivir, como la alimentación, ropa, vivienda y el acceso a la salud".
Desde esta perspectiva, se considera violencia ya que el aspecto económico es utilizado para causar sufrimiento a la persona y lo hace depender del otro que convierte el dinero en una forma de control y de poder.
El caso de Carolina es algo extendido y visto como algo hasta normal en las relaciones de pareja hasta hace unos años, de hecho, una cuarta parte de las mujeres con pareja en México lo han vivido.
De acuerdo a la Encuesta Nacional sobre la Dinámica de las Relaciones en los Hogares (Enidreh) del 2011, señala que 24 %, es decir, 2 de cada 10 mujeres, han recibido reclamos por el manejo del dinero o se les ha prohibido trabajar o estudiar, pasando por el retiro del dinero o sus propiedades.
Carolina nos narra esto en pasado, pero aún no está libre de eso, sus dos hijos son la razón por la cual no se ha separado de su pareja, pero ahora sabe que tiene un problema y lucha por cambiar su situación, ha empezado a trabajar y ya no se siente prisionera ni incapaz de salir adelante.
Su separación, dice, es sólo cuestión de tiempo.