María Trinidad y Esperanza Cabrera Cadena cumplieron sus sueños de reactivar el carnaval en su municipio, Yauhquemehcan hace 50 años.
María Trinidad y Esperanza Cabrera Cadena cumplieron sus sueños de reactivar el carnaval en su municipio, Yauhquemehcan. Pero para ello tuvieron que adelantarse mucho, muchísimo, a su tiempo, incluso hacer realidad y dar sentido a la equidad de género que en esos tiempos, hace 50 años, no se conocía.
Dice Ma. Trinidad Cabrera Cadena que un buen día, ella y su hermana Esperanza, más otras dos hermanas y seis chicas más, decidieron cambiar la historia de su municipio y la de las mujeres. Tomaron como pretexto el que se había interrumpido el carnaval para sacar la casta y demostrar que las mujeres, cuando quieren, pueden. Y Pudieron. Lograron que en 1963 a las muchachas se les respetara y que cuanto hicieran o dijeran, ello merecía la admiración, el respeto y el apoyo de los hombres de una sociedad tradicionalista.
“Habían pasado tres años sin carnaval y entonces le pregunté a mi papá que si convencía a otras muchachas de salir en la camada me apoyaba con los gastos de la música. Y no obstante que puso el grito en el cielo, de dijo que sí. Entonces fui a ver a otras chicas y al que nos iba a enseñar…. La música entonces era con tres violines, un clarinete, un trompeta y un guitarra; nos cobró 350 pesos; hoy por esos mismos tres días de contrato no es menos de 75 mil pesos”.
“No era bien visto por la población el que las muchachas anduvieran bailando, pero nosotras sí nos atrevimos. Lo que pasa es que el carnaval en Yauhquemehcan era de puros hombres, unos, con máscara y otros vestidos de mujer, pero había abusos, mala imagen, desorden; nosotras propusimos que por nuestra participación nunca más hubiera hombres disfrazados de mujer ni mujeres disfrazados de hombres”.
Y se sentaron las bases de un carnaval organizado. Eran diez hombres y diez mujeres; ellos sí, con su traje y ellas, salieron vestidas como si fueran a cualquier fiesta, apenas vestidas con ropa nueva “pero se dictaron las normas que habrían de regir a nuestro carnaval desde entonces y que está basado en el respeto y los principios de buena fe. El carnaval, a pesar de su origen o de lo que pudiera pensarse que es, no lo es nunca de los excesos, los abusos, la falta de respeto entre los miembros de la camada y de estos hacia la gente”.
Esperanza y Trinidad no aceptan que su acción valiente de insertar a las muchachas desde hace 50 años a las actividades propias y casi exclusivas de los hombres hizo cambiar la historia, “logramos que a las mujeres se nos respetara y se nos considerara la parte vital del pueblo; antes de eso se veía mal que una jovencita se le viera bailando en público, y menos música del carnaval; a nosotras, antes mi papá no nos sacaba a ningún lado; pero demostramos de esa forma que somos dignas de confianza, de que somos capaces de organizarnos y de sacar adelante un proyecto. Y no, nos consideramos por eso especiales, aunque sí sabemos el alcance de nuestro acto”.
“Pues sí fue difícil porque los papás nos decían: te hago responsable de mi hija; tú respondes por ella. Luego, cuando nos presentamos en público los hombres, acostumbrados a ver hombres vestidos de mujer, querían tocarnos para comprobar que éramos mujeres y porque ellos disfrazados así se manoseaban, pero entonces el sonido anunció que mi camada llevaba mujeres de verdad y que no se acercaran los hombres. Incluso tuvieron que hacer una cadena de brazos para protegernos. De ese tamaño fue nuestra aventura”.
Ma. Trinidad, como quiere que le digan, comenta que ella bailó durante 20 en la “Camada Guadalupe Calapa, y que su hermana menos porque tuvo que casarse. Pero ella no sólo puso el ejemplo, no sólo organizaba el carnaval sino que sacaba de su bolsa para los gastos “en lugar de comprar algo para mí, ahorraba de mil formas para el carnaval. Mi papá me ayudaba. Y yo a veces tenía que pagar la mayor parte de los gastos; todo por la fiesta”.
Y han dejado herencia. Las hijas e hijos, nietas y nietos, sobrinas y sobrinos de las cuatro hermanas Cabrera Cadena, quienes siguen la tradición de organizar y participar como huehues en el carnaval de Yauhquemehcan. Las mujeres, como las de hace más de 50 años, son la parte esencial de las camadas en el municipio y muchas féminas de esa familia han sido reinas y princesas de las festividades carnestolendas-
Y no han dejado de participar aunque ahora ya no bailando- “yo le he comprado el traje, uno una vez, a mis sobrinos o a mis hijos… y a mis nietas. Incluso, recuerdo, una vez que ya salimos un año y luego otro, otra vez fuimos a México mis hermanas y yo a comprar terciopelo y se los regalamos a las muchachas para que hicieran sus vestidos de acuerdo a su imaginación”.
Las hermanas llevan el carnaval en la sangre y con él dentro de su alma morirán; “oigo la música y me da por bailar, y como ya no puedo, participo de cualquier forma, incluso dando de comer a la camada, a sus familias, a los músicos. Antes, recuerdo, sólo se le daba de comer a los músicos; recuerdo que una vez los hicieron pasar para que comieran y cuando íbamos a entrar que nos cierran las puertas; y eso que ellos cobraban y nosotros no”.
Ellas no esperan reconocimientos, ni homenajes, ni que se les mencione como las que hace 50 revivieron el carnaval y le dieron a la mujer un lugar dentro de la sociedad… “pero sí que esta entrevista sea un homenaje a aquellas diez mujeres valientes que dejaron a un lado el qué dirán de una sociedad con otro criterio y se propusieron demostrar lo que valen las mujeres”.
El carnaval de Yauhquemehcan es uno de los más vistosos de Tlaxcala y es uno de los más vistos por el turismo. La invitación es a visitar ese municipio del centro del estado en donde dice, reciben al visitante con los brazos abiertos.