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Mamá contra Goliat

Desde el primer día de clases no quiso que fuéramos amigas, se paró frente a mí y dijo “te crees la muy muy” y enseguida sus amigos la copiaron en molestarme. Al principió le dije a mamá; como era hija de la maestra, tuvimos que esperar a que se fueran todos para tocar el tema.
16/06/2015 21:36:45
Tania Humarán
agendatlaxcala
Lecturas: 3993 | Comentarios: 2
  

Mamá contra Goliat

Una crónica sobre el bullying

 

Un día mami llegó temprano a la escuela, ya ni se acuerda por qué, pero al tocar el timbre le informaron por el “interfón” que me había peleado con un niño en los columpios, sintió que se le venía el mundo encima. Fue peor cuando le dijeron que la otra mamá era muy conflictiva, que haría un escándalo y que iba a llamar a Derechos Humanos. Esa tarde al regresar a casa, mamá estaba tan desconcertada que le costaba mantener su enojo. Pasado un rato, se enteraría de lo que en verdad pasó.

Desde el primer día de clases no quiso que fuéramos amigas, se paró frente a mí y dijo “te crees la muy muy” y enseguida sus amigos la copiaron en molestarme. Al principió le dije a mamá; como era hija de la maestra, tuvimos que esperar a que se fueran todos para tocar el tema; mi mamá habló quedito, procuró ser muy correcta al pedir que se remediara la situación, fue la única vez que le habló así y se arrepintió por completo. Yo preferí callar, hasta el día de los columpios. Ya estábamos en casa cuando habló mi abuela por teléfono y le contaron; cuando me tocó saludarla, mi mamá salió del cuarto y yo le platiqué qué pasaba; le dije de la vez que me abrieron la mochila, me pusieron las cosas de una compañera y me gritaron ratera entre todos. Le conté de la primera junta escolar, al final cuando estaba papá en el patio y vio que quería abrazar un niño, me regañó. A los niños no les gustan los abrazos y me aventó, caí en el charco de la pirámide, pero mi papá ya no estaba viendo. Sí, yo no debí abrazarlo a fuerzas, pero tampoco se vale que llegara ella y aventara mis cuadernos. “Mira cómo estás, ¿Qué te pasó?” dijo papi, “me caí” contesté. Estaba contando eso cuando miré atrás y mamá estaba en la puerta escuchando con sus ojos aguados, pero no lloró, ahora ya entendía por qué de repente me peleaba.  “¿Por qué no me dijiste?” después de eso iba a preguntar un montón de veces “¿Por qué?, ¿por qué?” a cada rato ¿por qué? Y a veces contestaba “no sé” y me daban ganas de abrazarla y decirle “es que no sé por qué mamita. De verdad que no sé, no puedo controlarlo, no sé cómo”.

Al otro día en la oficina de la directora fue un infierno para mi mamá. Primero que le rasguñé la cara al niño en el columpio; después cuando le dije a la directora lo de la mochila y lo de las ofensas, fue como si no hubiera dicho nada; entonces preferí quedarme callada, por más que mami me pidió que hablara, yo tenía miedo, ya no me acordaba, ya me quería ir. Lo del charco ya ni lo dije yo, fueron mis papás, pero luego papá dijo que no había visto. Y después la directora habló, habló y habló sin parar un montón de tiempo. Al final mandó llamar a la maestra y todo lo que me habían hecho se convirtió en mentira. Les hablaron a mis papás de que mi letra es fea, de que me faltaba copiar la tarea, de que lloraba todo el tiempo, pero de las cosas que me decían en el salón todos los días, ya no dijeron nada. Antes de irnos mi papá tuvo que firmar un papel, pero ya ninguno se acuerda que decía, porque no nos dejaron sacar copia, el caso era que yo estaba mal.

Después de esa cita en la dirección, además de todos mis apodos, ya era mentirosa también. Recuerdo que estaba en el centro del salón con todos alrededor de mí y oía la voz de la maestra “¿Quién te empujó al agua? fue ella… yo la regañé por tu culpa, ¿es cierto?, di quién fue” Así siguió y yo sólo quería salir corriendo y dije, “no me acuerdo”, a partir de ese momento empezaron a hacerme cada vez más cosas, era muy difícil tener amigos o trabajar. Cuando se lo conté a mamá, estaba furiosa, sus ojos se volvieron a mojar, pero no lloró, me dijo que para salvarme necesitaba que yo me portara bien pero no pude hacerlo, me costaba mucho trabajo no llorar o gritar. Cuando llegué a esa escuela, casi nunca y casi nadie quería jugar conmigo, así que cuando tenía la oportunidad, no podía resistir la tentación. Y otra vez me volvían a regañar unos días por jugar y otros por llorar.

En casa mis papás estuvieron enojados por la escuela, cada vez más seguido, había gritos en casa cada vez más veces y mi mamá empezó a tener cara de enojada cada vez más tiempo, hasta que ya era normal siempre y sus ojos estaban aguados pero no lloraba, sólo hablaba y hablaba fuerte mientras yo lloraba por las dos. A veces lloraba a gritos como lo hacía en la escuela cuando ya no aguantaba que me dijeran que no podía jugar, que no podía agarrar, que era mugrosa, que era ratera y así…

Y luego empezó la lluvia de citas en la dirección, mi mamá estaba a punto de explotar cuando buscó la primera orientación, pidió que me examinara una psicóloga para que ya no le siguieran diciendo que yo era la burra y que por eso me iba mal. Resultó que era muy lista y ahí le recomendaron que solicitara una evaluación en la Secretaría; lo hizo y esperó y esperó. Llegó la Navidad… esperando y me seguían pasando cosas y yo no podía evitar llorar, ya ni le decía a mis papás, sólo lloraba o decía que estaba enferma para que me sacaran de ahí. Mi mamá enloquecía y mi papá repetía “no podemos hacer nada, no tenemos pruebas”, trataron de poner una grabadora pero la maestra la cachó. Entonces cuando mi mamá ya estaba por enloquecer, juntó la confianza para pedirle a la maestra de mi hermano que interviniera para que la Unidad de Servicios Educativos (USET) hiciera una evaluación. Ya habían transcurrido seis meses desde la primera cita en la dirección. Así llegamos a USAER lo primero que dijeron es que no fuéramos a Derechos Humanos (CEDH) porque las cosas se iban a poner peor. Le advirtieron a mi mamá que tendría que hablar con los psicólogos, “pues habló” contestó, que hablarían con el padre, “que me hablen” contestó papá, que visitarían la casa, “que vayan” contestaron los dos (nunca fueron). Y la investigación se alargó y se alargó hasta que el año escolar terminó con nada y con la pobre maestra de mi hermano fuera de la escuela, espero que no por mí…

Aunque un tiempo pareció que por fin las cosas cambiarían, llegó el día en que se me olvidó el cuaderno de computación, me acuerdo que estaba Con otras junto a los matorrales, me agarraron entre todas y me aventaron contra el arbusto; quedé toda raspada y a la maestra no le quedó de otra más que reconocerlo, pero ninguna niña fue a la dirección como yo. Al poco tiempo fue cuando mi única amiga le platicó a mamá que “X” y “Y”, me encerraron en el salón, yo tenía un suéter en la cabeza cuando me pegaron con las escobas “es que ella quiso jugar así”, dijo la maestra; ese fue el día en que mi mamá decidió que tarde o temprano le pondría el remedio definitivo, se tardara lo que se tardara. Mi mamá les gritaba a los de USAER que hicieran algo mientras que recibía las noticias de mi falta de tarea y de la sobra de humillaciones. Por otro lado mi papá, el papiranosauriorex de la casa pensaba que en la escuela había que “limar las asperezas” y ser más tranquilos.  En casa vivimos con los gastos al día, así que un cambio de escuela era algo imposible y el ambiente era cada vez menos y menos feliz.

Yo veía muchas cosas en los ojos mojados que no lloraban de mi mamá y tenía ganas de decirle, “mamita, de verdad que lo intento pero no me sale”. La pobre se la pasaba pensando muchas cosas e igual que yo se le olvidaba actuar con sensatez entre tanto pensamiento, se le olvidaba grabar, fotografiar, documentar. Como el día de una junta en que los demás papás dijeron por fin que existía una niña en el salón a la que todos maltrataban, le falló accionar su teléfono para grabar y cuando la maestra dijo que ya estaban atendiendo a esa niña, le vi las ganas de brincarle encima, pero lo malo es que estaba en la junta mi papá también, y él no estaba de acuerdo en pelear contra la escuela. Al otro día, citada en la dirección “por ser mamá conflictiva” dijeron en la dirección. Así transcurrió el segundo grado que espero poder olvidar.

Hasta que llegó el tercero y mi mamá lo primero que hizo fue hablar con el nuevo maestro, al principio parecía que todo iba a ser igual, los insultos y todo lo demás y entonces ¡Que las regañan! Las mamás maestras, amigas de la maestra enfurecieron de inmediato contra él, sobre todo la maestra de la Normal, amiguísima de la maestra mamá, esa pidió inmediatamente la cabeza del pobre señor. De todos modos y a pesar de los regaños, todas ellas siguieron sin ir a la dirección y yo como pude, como aprendí, me defendí, y me metí en problemas otra vez. He tenido que seguir oyendo los apodos, me han quitado cosas pero ahora lo tienen que hacer a escondidas. Como la vez que ella no me dejó salir del salón para que no pudiera ir al baño, o cuando con su amiga me quitaron el teléfono de juguete que después le dieron a mi hermano.

Así había pasado el año, entre errores y esfuerzos de mi parte. Hasta el día que “X”, “Y” y “Z” se divirtieron molestándome y me arrastraron de los pies por el salón hasta que me pegué, mientras el maestro estaba con la directora que lo mandó llamar. Cuando se enteró mi mamá, decidió que esa era la última vez que me lastimarían en esa escuela. Así que tomó las pocas pruebas tenía de segundo e hizo lo que tanto le pidieron que evitara; se fue derechito a la CEDH a buscar un poquito de justicia para mí, a pesar de mis errores de niña, señalando a la única que considera responsable de que las cosas hubieran llegado hasta ese “arrastrón”; la persona que hace dos años cuando le dije con voz queda y temblorosa que le decía “me están lastimando en ese salón”, ella dijo que yo lo inventaba, que lloraba sin razón, al final resultó que mi mamá me estaba obligando a inventarlo.

Finalmente la denuncia llegó a sus manos con el nombre de mi mamá en el encabezado, pero muy astuta, esta vez citó a mi papá, partidario de limar asperezas amablemente. Los ojos de mi mamá se volvieron a mojar mientras hablaba con él. Después a solas, habló conmigo, intentando hacerme entender que debo superarme ante lo peor; su voz me aconsejaba sobre prudencia y moderación, pero sus ojos mojados que no lloran, preguntaban “¿Acaso esto no va a tener fin?” Me gustaría decirle “Lo estoy intentando mami, ya no quiero ver tus ojos mojados por mí” Así me fui a dormir, mientras mi mamá se quedó en vela, con esos ojos mojados que retienen lágrimas, con sus ganas de ir en lugar de papá para gritarle en su cara a esa señora “Usted sabía lo que le hacían, la vio llorar, la vio gritar y lo permitió, ahora le pegan por diversión”.

Pero no. Al otro día mi papá estaba tan enojado y preocupado cuando llegó de la escuela, yo estaba en clases cuando habló con mi mamá, cuando le platicó que ya no nos iban a recibir el siguiente ciclo escolar y que después demandarían a mi mamá por un delito de no sé qué, de decir mentiras. Sé que mi papá hubiera querido abrazarla y decirle, tengo miedo, estoy preocupado, pero la verdad esas cosas no las sabe hacer muy bien, ella tenía ganas de abrazarlo también pero mejor se quedaron callados los dos.

Mi mami ahora está tratando de fingir valor, le dijo a papá que seguramente le van a hacer un juicio así como el de la otra señora; el compañero de mi hermano que también la citaron con el jurídico de educación y querían que firmara un papel que la señora no quiso firmar. A mi mamá no le queda de otra más que tener valor, aún sabiendo que tal vez la iban a encarcelar. Son funcionarios, son poderosos, todo eso que dice el libro sobre el respeto de los derechos no es verdad; yo ya lo sabía pero como que mi mamá no. Ahora sólo queda esperar lo peor.

 

La que escribe está crónica L.D.G Tania Xochitl Humarán Curte, decidió presentar una queja ante la CEDH después de un año y medio de oficios, citatorios, entrevistas, solicitudes y desesperación librando una contienda desigual con el sistema educativo estatal, todo por buscar que se respete el derecho de su hija a una educación libre de violencia y con respeto a su integridad. Ahora le toca enfrentarse sola al aparato legal del sistema burocrático de la educación.

Comentarios
gloria | 22/06/2015 09:08:55
es que hay muchos directores de escuela que ni deben ostentar ese título, pues muchos de ellos ni siquiera han tenido una educación formal, sólo compraron una plaza
Francisca Martinez V. | 18/06/2015 09:29:33
tengo entendido que en cada estado, existe un departamento jurídico del IEBEM, con abogados que asesoran a los padres en estos casos, incluso demandan a los directores de las escuelas si es necesario.
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