Buscamos todos los días el dichoso “significado de la vida”. Significado que no aparece en ninguna de las páginas, ninguno de los platos llenos de los asquerosos chicharos del sometimiento, de la ignorancia, de la incapacidad de algunos, débilmente desplazada por la fuerza que les otorga su tan inconsistente poder.

O más bien, tan consistente que sólo se queda en éste plano, como una falacia de la existencia de tantos. Es triste, patético. Nos comemos un plato de búsqueda sentados frente a una televisión en la cocina que es el planeta (siempre hay simbolismo de alquimia) viendo una película melosa que nos ayude a creer que el bueno (siempre somos el bueno) gana al final.

Al final, las enfermeras cuentan que en los hospitales la mayoría dice que se arrepiente de no haber actuado de manera más libre en su vida. Casi todos dan el mismo discurso. Es discurso casi siempre lleva un “Si hubiera…”.

Vivimos buscando un significado sin realmente comprender el significado de absolutamente nada. Aspiramos a ser un maniquí en un aparador: Bolsa: Louis Vuitton, Vestido: Carolina Herrera, perfume: Hermes, Joyería: Chopard (de las últimas dos hay casi nulas imitaciones así que creo que pocos reconocerán nombres), Zapatos: los del mago de Oz… ¿Por qué? Que importa, costaron 300.000 dólares –me encanta que casi nadie sabe matemáticas, pero ver tantos ceros juntos universalmente le vuela los sesos a cualquiera- Esposo: Rubio, alto, bien estudiado y aceptado por la mayoría de mi círculo, Universidad: Harvard, Trabajo: Cualquier empresa que me haga sentir importante por regalarles mi vida, BLA… y así podría seguir con una lista que al final, por más que se llene de cosas especiales que puedan hacerte sentir como una personita “muy especial” son ridiculeces que al final, patéticamente: TODO el mundo puede obtener.

Por lo cual, eso que se supone que te debiese hacer sentir DIFERENTE o ESPECIAL, lo único que hace es: hacerte completamente igual a los demás. Ahí para los más fanáticos podría haber una apocalíptica referencia real de la era del: Código de barras, en vez de estar esperando números de tarjetas de crédito en la frente. Pensamientos y acciones (manos y frente) que nos hacen robots.

Aquellos que obviamente se creen más despiertos, la banda hippie que te jura que va a llegar una nave espacial a rescatarnos y gastan todo su dinero en cursos de cómo iluminarse (muchos: Como obtener el tesoro prometido haciendo que papa Dios se dé cuenta que somos buenos hijos), saben esto. Por eso siempre te desean: Luz. Obviamente no lo hacen por borregos, tampoco ¡¿Cómo crees?! (Y realmente el chiste no es criticar a todo el mundo, si no burlarme de mi misma en primera instancia, porque tanto el Vuitton China como el Anti marcas se me dieron, así que se de lo que hablo).

Luz… hermano, In’La Kesh, bla. Ésta increíble. Es parte de conocer. Me dan pena los cuarentones que dicen In’La Kesh para perdonarse por engañar a su esposa y dicen que la mota como todo en éste mundo es parte de lo mismo y los saltos cuánticos, y entonces el yoga y soy vegetariano y… por otro lado están irritando a uno de sus colaboradores de la chamba porque no les cae bien pero, pues como Dios está con ellos, pueden hacer justicia en nombre del altísimo… Pero, bueno, insisto, todos tienen su proceso… ¿O no? Porque si un Hippie te dice: Tenemos que tener CONCIENCIA, sabe perfectamente lo que significa lo que te dice… ¿Verdad? ¿O es como el típico político que habla de la educación y la cultura como máximas propuestas y no te puede mencionar tres libros?

Tener CONCIENCIA… veamos: Con- Ciencia. Vivir con la ciencia. ¿Qué ve uno al ver un árbol? Pues algún vecino podrá ver unas raíces que “invaden” su casa y entonces, una amenaza para su “paz vital”.

Otro verá el primer beso que le dio a su novia, otro el lugar donde vio que violaron a una pobre inocente. Pero si uno ve al árbol, uno realmente deja de ver lo que el árbol es para uno y lo observa, verá simplemente su belleza.

Un árbol hermoso, estático, parado ahí frente a ti con la majestuosidad de sus años, creciendo. Y entonces tal vez comiences a ver más cosas: Que el árbol vive cada año la misma historia y se va ganando sus aros, que el árbol alberga más vida ahí en sus ramas y gracias a él muchas especies viven, y pues todo eso que necesita algunas lecturitas para poder hilar pensamientos.

Aún más allá, está el sentir al árbol. Darse cuenta (no saberlo, darse cuenta) que el árbol crea su propio alimento. Comprender la grandeza de esto en su evolución, entender la grandeza de su raza al comprender como funcionan dentro del planeta, como conviven con las demás especies. Pero hay un paso más allá en el ver al árbol.

Ya lo oliste, ya lo tocaste, ya lo puedes dibujar y hacer que tus manos reproduzcan ese maravilloso árbol que supo entrar en ti. Ahora el árbol te habla: Uno de los hombres que considero mentalmente más capaces en nuestra humanidad, se sentó un día a descansar en un árbol. Una manzana cayó sobre él (no tengo ni que decir su nombre ¿Verdad?, todo el mundo domina esa historia) y entonces el escuchó la ley de gravedad. Eso es vivir en conciencia.

Cuando uno “deja de hablar mucho, de creer que tiene que dar mucho, de preocuparse por salvar al mundo, y… llega al momento en que se abre a que la naturaleza, sabiduría de millones de años, le cuente sus secretos”. Pero claro, es preciso pasar por muchas etapas para eso, a menos que seas Newton. Yo llevo al menos dos: la fresa, la hippie, voy para la mamá… pero hay quienes nunca viven eso.

No se dan permiso de equivocarse y reír. Sólo ven la película, y siempre creen que son el bueno. Por otro lado, es el hombre que comprende lo majestuoso que se encierra en la existencia de una hormiga (no cree que es su mamá, precisamente), o lo cautivante de un árbol que crece hacia el sol quien no lo tala por creerlo una amenaza o un silencioso donador de madera para la chimenea de mi cartera.

Un señor en el trabajo nos decía: Al leer la Biblia tienes que leer tres veces: Una lectura es literal. Otra es espiritual: Observar las imágenes. Abrirse a pensar ¿Qué puede significar esto? Y cotejar con otras lecturas espirituales. La tercera es histórica: ¿Cómo afectó nuestra realidad, nuestro presente la lectura que acabamos de hacer?

Estuve escuchándolo un rato, y al presenciar la pasión con la cual debatía, defendiendo sus creencias espirituales sobre las de mi amiga Ana, una mujer hermosa y bondadosa, de esas esencias que da gusto apreciar, me atreví a agregar una cuarta recomendación: Siempre duda de lo que leas. La única cárcel de un hombre es una idea demasiado pesada como para que no nos sirva de globo al llenarla del helio de vivir.

Otra idea de entender significados la encuentro en la tan recurrida sabiduría de los griegos (Y miren, lo que es Grecia hoy. Me encantaría saber qué pensarían Platón y Aristóteles de sus nobles esfuerzos).

Para ser breve, los dioses no son como un caballero del zodiaco en la mitología. Me sorprendí mucho cuando la leí de otra forma… Lo cual abordaré la siguiente semana.