Hola a todos ¿Qué tal les va? Como siempre un placer saludarles.

Digamos que por aquí hay muchas cosas moviéndose adentro. Acabamos de llegar de periodo vacacional y siempre movernos de nuestros sitios “cotidianos”- para no decirles cómodos, porque muchos no creo que lo sean- nos fuerza a cuestionarnos cosas.

Esa es la magia de los viajes: Ofrecer un parámetro. Un parámetro es fundamental para crear un juicio, una elección acerca de una postura.

Dijo una vez un expositor que escuché: “Si un hombre pasa la vida intentando salir de una alberca, es porque forzosamente ha estado al menos una vez afuera”.

El parámetro se adquiere si, viajando, pero sobre todo pensando. Esas personas que tristemente nunca piensan, por más que viajen… y que patético es escuchar a alguien decir, en cualquiera de sus formas: “Es que me fui de viaje, que persona tan de mundo soy”, cuando no podrían distinguir la venda sobre sus narices; tratándolo gracias a su ignorancia, como si viajar otorgara la clase que se puede obtener en el patio de su casa con los sentidos bien abiertos.

Desgraciadamente nos da flojera pensar. Acostumbramos a nuestros cerebros a jalar nuestra rienda de “freno” en vez que sea al contrario y nosotros los domáramos a ellos.

Escuchamos música hueca o peor aún “estamos en la disco” bla bla y nos encanta levantar nuestras tristes botellas en el antro sintiéndonos importantes por que pudimos comprar un etiqueta roja con el dinero de nuestros papas, mientras bailamos canciones que dicen: “las mujeres son ornamentos, en el lenguaje más prosaico.

Y ¡esto es aceptadísimo socialmente! Por la misma gente que critica al candidato que no lee (lo cual es de preocuparse, sí, pero… bajo ¿Qué criterio lo afirma? ¿Sólo su disgusto social?) mientras no han leído más que el TVyNovelas en el baño.

Peor aún, ponemos a las niñas a bailar las canciones de reggaetón a los cinco años y les aplaudimos, hasta las disfrazamos y se nos hacen tiernísimas… hasta que cumplen quince años y no comprendemos por qué las embarazaron.

Vil flojera de pensar: Ver el mismo guión en 50 películas diferentes y sentirnos muy listos porque sabíamos cómo iba a terminar (normalmente un guion de cine comercial debe hacerse “pensando en que quien ve adivine”), llamar teatro a las obras como “Aventurera” y, peor aún, decir que estaba buenísima.

Juzgar un programa de televisión por su producción y no por su contenido. Creerse lo que dice el periódico porque uno no tiene ni idea de cómo va la economía (que nunca irá bien porque es un sistema deficiente) o la política o el arte en el mundo. Llamar a Maribel Guardia “artista” y no poder nombrar ni un solo artista contemporáneo. Pensar que si alguien sale en la tele es sinónimo de calidad en su talento, sea cual sea y utilizar el internet solo para ver el “feis” o videos de caídas en youtube o buscar tu tarea.

No me pienso meter con el futbol y la religión, porque luego hieres esas paredes sensibles y para que quieres… las creencias implícitas son muy pesadas y poco útiles, pero gracias a ellas normalmente justificamos todo tipo de atrocidad.

Si, de hecho es la libertad de cada uno y yo misma he llegado hecha trizas del trabajo queriendo solo perder el tiempo para olvidarme de la realidad un rato y tratar de volver a la normalidad.

Pero igualmente uno que otro domingo me forcé (si, uno se fuerza a pensar, no es tan cómodo al principio. Es como los tacones) a ver cine de arte, aunque al principio no entendía por qué tantas tomas a las manos o los ojos o la lentitud de la trama.

Me forcé a ver una obra de teatro que al principio me hacía querer dormirme o a escuchar música que me ponía triste por enfrentarme a la realidad de muchos.

Pensar es justo eso: Enfrentarse a uno mismo. Adentrarse al agujero de conejo que lleva a la esencia de uno: un agujero lleno de demonios personales (que después se vuelven ángeles como con Jacob), de rotas fotografías del pasado que parecen tener filo de navaja y muchos tesoros en forma de pensamiento.

Un agujero que lleva al amor propio, que es lo único que saciará nuestra sed y es la única forma de apreciar la magnitud de la creación. De conocer a Dios, para todos esos creyentes huecos que solo se hincan “porque se tienen que hincar” (con todo el respeto, verdad).

¿Por qué nos atrevemos a quejarnos de nuestra sociedad? Cuando somos nosotros quienes exigimos trámites que ni comprendemos en las oficinas, usamos el carril de alta para sacar a pasear nuestra motoneta sin importarnos si alguien tiene prisa, dejamos nuestro coche en la calle para recordarles a todos que somos “reyes del pueblo” y nos ponemos una minifalda casi cinturón para ligarnos a un “niño bien”, porque así lo vimos en las telenovelas y creemos que así se visten las mujeres exitosas y guapas que acaban en la tele (nada contra las minifaldas, chicas, las adoro, pero si hay que saber ponérselas sin que se vean como un “grito de la jungla).

¿Cómo quejarnos si no tenemos SENTIDO COMÚN?, que es lo que realmente crea un cambio en un país de tercer al primer mundo (el caso de USA es complejo). Y estoy segura que el sentido común, que como su nombre lo dice, es la sensibilidad de los hombres al bienestar comunitario, nace del sentido de UNO MISMO, el cual solo se adquiere si uno lo decide así.

¿Cómo nos quejamos de la prostitución, del narco? Cuando no hablamos de estos “escandalosos” temas con nuestros hijos y se nos hace normal ver a los padres de las niñas (si, del prohibido lugar con T… como todos sabemos *haha, es como decir Voldemort*) diciendo sin tapujos que sus hijas saldrán adelante solo siendo prostitutas.

O se nos hace gracioso ver a los niños jugando al narco y soñando con trocotas y dientes de oro, o imitando a los negros gringos orgullosos de ser padrotes con jerseys enormes pensando además (digamos, que tristemente dentro de su parámetro) que esto se considera un sinónimo de clase o pertenencia.

Sentido común, señores, es la única forma real de cambiar al país. Y la verdad es un camino no tan largo… y el único realmente seguro: Llévense al límite, fórmense como mejores personas, aprendan, que es lo único que hacemos en la vida ¡PIENSEN! (Que además después llena la vida y la hace divertida y amena y te quita esos vacíos tontos que muchos quieren llenar con títulos y puestuchos que la verdad están, como insistí antes, a la altura de sus parámetros).

¡Piensen MUCHO! Y, al final, y ahí está la clave del éxito del cambio del país: HAGAN TODO PARA QUE SUS HIJOS TENGAN LA FACULTAD DE PENSAR sin creer que es aburrido.

Eso mezclado con amor y logrado a través de una buena comunicación y respeto hacia ellos, que son nuestra única semilla real en el mundo, aún combatiendo nuestra reactividad, producto de traumas personales.

HABLEN CON SUS HIJOS. Y si no lo hacen, por favor no se quejen tanto del país, que además eso es lo que les hacen creer a ellos: Que están destinados a soportar abusos para poder quejarse como sus papas cuando sean grandes y así ser catalogados como “adultos”.

Pensar es divertido. Sentir es necesario. Vivir, es opcional.