Alberto Méndez Aguilar

El voto de confianza

En las primeras horas de este domingo  - mucho más temprano porque ya es horario de verano- las campañas de la elección federal habrán echado a andar en Tlaxcala y el resto del país.

El contexto en el que se producen no puede ser menos tenso. Los poderes vigentes están severamente cuestionados. Una crisis de gobernabilidad azota por lo menos a tres estados del país. La economía nos anuncia un mal 2015 y un pésimo 2016. Por lo que puede saberse, la minoría dominante se la sigue pasando bomba (negocios, inversiones, influencias, viajes para toda la familia, etc) mientras el resto vive bajo la amenaza del desempleo, la inseguridad y el temor de que el progreso decida construir encima de su casa un bulevar, un acueducto, un gasoducto.

Con esos ingredientes, los aspirantes a renovar uno de los poderes constitucionales, se esforzarán por animar a los votantes al sufragio. La tarea se antoja cuesta arriba porque entre los ingredientes explosivos que nos rodean también se cuenta el rechazo que producen los partidos políticos entre la población. La realidad político y social nos agobia y produce incluso cuestionamientos a la utilidad de las elecciones.

Puestas así las cosas, mal cálculo sería el que hiciera descansar toda la apuesta político electoral en asuntos de mercadología. Aunque muchos partidos y candidatos hacen de las campañas una sección del mundo del espectáculo y un festival de obsequios, el verdadero reto  ahora es estimular la confianza en la práctica democrática del voto.  Ante el votante, entonces, no bastará con ser creativos, ocurrentes o simpáticos –cosas que ayudarían-  sino convincentes, genuinos.

Los aspirantes tienen la obligación de la coherencia. ¿Cómo se puede invitar, exhortar a los ciudadanos a la participación cuando las biografías de partidos y candidatos no provocan el mínimo de confianza?

En este aspecto vale señalar que la contienda ya comenzó desde mucho antes que este domingo. Los hoy candidatos y candidatas ya recorrieron un largo trecho de competencia interna en sus partidos y debieron sortear más de un obstáculo y contendientes. Viene el veredicto de las urnas en donde realmente se ponen en acción las pulsiones sociales.

Frente al sombrío panorama  hay quienes declaran su abierto rechazo al voto. Cuestionan su viabilidad democrática y aducen la permanencia de los mismos partidos gobernantes como evidencia del fracaso del juego electoral.

Frente a esta desazón que busca ganancia política los aspirantes deberán trascender el nivel de la oferta manida para plantear y convencer de que una curul federal es un espacio de decisión y de operación que puede, o no, modificar, para mejorar, el rumbo de las decisiones políticas en el país.

Los aspirantes tienen ante sí no sólo a sus adversarios partidistas sino a un electorado pervertido a fuerza de obsequios y dinero por sufragios y razonablemente desconfiado de la política. Menudo reto será el despertar ánimos ciudadanos.

Pero como decíamos, la contienda ya tiene rato. Por lo mismo, algunos aspirantes ya son conocidos. Tendrán alguna historia local, alguna trascendencia. Si esta es positiva, medianamente al menos, llevan ventaja. Más que las grandes ideas programáticas se disputan el voto los personajes y sus historia, sus conocencias.  Un buen candidato será empático, no rollero.  Dirá la verdad, no hará promesas. Y sus compromisos podrán sellarse si sus comunidades le reconocen algún mérito y le dan su aprobación. Su confianza en prenda. Un voto de confianza