Juan Ramón Nava
Jaque a la credibilidad
Una institución, pública o privada, que carezca de credibilidad, difícilmente puede permear en el ánimo de una sociedad, sobre todo si tiene a su cargo importantes decisiones y la trascendencia de definir el rumbo de todo un mosaico político y electoral.
Las últimas decisiones tomadas por juzgadores integrantes de la Sala Superior del Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación (Tepjf) han evidenciado la falta de capacidad definitoria, jurídica y, sobre todo, de certeza, del Consejo General del Instituto Electoral de Tlaxcala y de la Sala Unitaria Electoral-Administrativa, ambas con una nivel de confianza muy, pero muy por debajo del cero por ciento. Algo verdaderamente patético, vergonzoso y preocupante.
De entrada, una vez que concluyan los tiempos definitorios establecidos por la ley en la materia y que hayan sido desahogadas todas las impugnaciones derivadas del pasado proceso comicial, por dignidad y vergüenza, los integrantes del maltrecho Consejo General del IET deberían de presentar sus respectivas dimisiones y, tras de ellos, cada uno de los funcionarios electorales que hicieron segunda a toda esa sinfonía de desaciertos, tendrían que hacer lo propio.
Y en la misma tesitura, el magistrado presidente de la Sala Unitaria Electoral-Administrativa, Pedro Molina Flores, estaría más que obligado a separarse de esa posición, ya que su actuación ha dejado mucho que desear y ha abonado un terreno propicio para las especulaciones. Sería inverosímil que con su pobre actuar, el Congreso de Tlaxcala ratificara a Molina Flores como magistrado, la rifa del tigre para el diputado priísta Héctor Martínez.
Tratar de justificar lo injustificable y de defender lo indefendible, es una postura que a veces resulta incomprensible, pero si entendible, por aquello de sus retribuciones, prebendas, bonos y cotos de poder, aun así, los argumentos esgrimidos por la consejera presidenta del IET Eunice Orta Guillén, resultan pueriles y absurdos, por no decir que rayan en lo descarado, simplemente la funcionaria está demasiado debilitada como para mantener esa imagen de confianza y seguridad que intenta proyectar.
Del juzgador Molina Flores, resulta que también o quizá aún más, ya no podrá mantener esa aparente calma que desea, infructuosamente, transmitir a la sociedad con sus declaraciones, pero principalmente, a todos aquellos actores político-partidistas que de una u otra forma, o bien resultaron beneficiados o recibieron algún agravio.
Cómo poder confiar ya en instituciones que en su oportunidad no supieron o no quisieron tomar las decisiones correctas o, que por falta de capacidad, simplemente delegaron responsabilidades en otras instancias para resolver los asuntos para los cuales se alquilaron.
Instituciones como el IET o como la Sala Unitaria Electoral-Administrativa totalmente debilitadas y con un descrédito en aumento, no son garantía de nada y por mucho, dejan de representar principios básicos y torales en asuntos de política y de representación popular, tales como la certeza, la transparencia y la legalidad, algo que los magistrados integrantes de la Cuarta Circunscripción Plurinominal de la Sala Superior del Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación vislumbraron y dejaron muy en claro, que al menos en Tlaxcala esos preceptos dejaron de aplicarse.
Y la crítica no se trata de filias o fobias, se centra en hechos claros, pesables y medibles, la actuación de las autoridades electorales fue sencillamente vergonzosa, deleznable y hasta ofensiva, seguir dependiendo del erario y de nuestros impuestos tendrá un costo aún mayor si todos estos servidores se mantienen en el sitio que ocupan, por salud, su salida debería tener prioridad para quienes detengan el poder, porque en el ajedrez de la política, la credibilidad está en jaque.
El detonante sin duda alguna lo será el caso de Apizaco, más los que se acumulen en esta semana, porque aún están pendientes dos joyas; el controvertido expediente del Distrito XIII y Tlaxcala capital.
Maquiavelo lo apuntó bien, hay dos formas de acceder al poder, por la vía democrática o por la fuerza, y en Apizaco, el Partido Revolucionario Institucional (PRI) y su candidato, Rafael Ortega apostaron a la fuerza de la sinrazón y a la incertidumbre provocada por el IET y por el magistrado Pedro Molina Flores, la plana fue corregida por instancias judiciales federales, pero a qué precio, instituciones en absoluto descrédito y con una paupérrima credibilidad pública, pena ajena dirían los clásicos.
Hoy hay un vencedor en Apizaco, como los hubo en otros puntos de la geografía tlaxcalteca, quienes impugnaron y les fue concedida la razón, llegan totalmente legitimados por una instancia superior que supo hacer su trabajo, pero con un enorme desgaste a cuestas, producto del mal desempeño de instituciones locales. Es obvio que alguien tendrá que asumir la responsabilidad por semanas de incertidumbre, dudo que Eunice Orta o Pedro Molina digan "esta boca es mía" o sí?

SIN CORRECCIONES... Y los perredistas no aprenden de sus descalabros. La lección que les propinaron Los Clinton de Tlaxcala, Alfonso Sánchez Anaya y Maricarmen Ramírez García, parece que nos los convenció, y algunos tendrán que pagar por los berrinches y caprichos de la neo perredista, Lorena Cuéllar Cisneros, quien "acusó" con su par en el Senado, Dolores Padierna, a un notable del PRD, sólo por afirmar lo que es un secreto a voces al interior de ese instituto político, que la ex priista logró unir al perredismo local... pero en su contra... seguramente en un par de años surgirán las consecuencias de este desencuentro amarillo. Insisto, todo al tiempo.