Alberto Méndez Aguilar

Las novedades del periodismo

Desde que la noción de impacto se erigió casi como la única traducción de noticia, en el mercado global de la información  hemos presenciado un gran desarrollo de la industria del escándalo.

Como en todo, hay buenos y malos inventos; buenos o peores impactos. Pensemos inicialmente en los de baja densidad  pero masiva repercusión:  hallan el cadáver de Marilyn Monroe sin implantes y sin dientes. Bruce Jenner cambia de sexo, de nombre y pasea por Los Ángeles.  Cuauhtemoc Blanco será alcalde de Cuernavaca. El Bronco (¿ quién recuerda su nombre . .?) será el gobernador de Nuevo León.

Estos impactos, magnificados por los medios masivos, tienen una vigencia muy reducida. Se consumen pronto y hay que  generar otros en su lugar. En el caso de los asuntos políticos, en el inconsciente colectivo también muy rápido se olvidan sus detalles. Al rato El bronco será sinónimo de originalidad y audacia pero su desempeño como autoridad en  Nuevo León carecerá del punch necesario para instalarse en los medios.

Otros temas se insertan en la agenda mediática y alargan su vigencia al grado que provocan multitud de derivaciones. Es el caso de la influencia de las redes sociales. Ya pasó de moda el otorgarles un rango superior. En el caso de la elección del domingo, ya quedó claro que por muchos memes,  chistes y ofensas, el PRI y el presidente Peña Nieto siguen ganando y seguirán gobernando. Así que las redes sociales pueden seguir “ardiendo” que en la vida real casi no tienen trascendencia, al menos la que sus mitólogos le adjudican.

Ahora dará para un rato la moda de los candidatos independientes. Será el nuevo escalón de nuestra perfectible democracia. Ojalá lo sea. Si eso abarata el costo electoral, la inversión de recursos y tiempo de millones de mexicanos, bienvenidos los candidatos independientes. Pero puede suceder que los famosos independientes se apelliden Azcárraga, Slim ó Salinas Pliego lo que partiría el corazón de quienes buenamente piensan que, ya sin partidos, escogeremos autoridades entre puro santo varón. Mientras el objetivo de la política y los políticos sea solamente tener el gobierno y no  cambiar, para mejorar, las cosas, el asunto electoral seguirá contaminado por el dinero.

Las encuestas son otro de los grandes temas. Fueron puestas a grados de adivinación y poco a poco se retiran a un sitio más modesto luego de haber vivido su clímax como espectáculo político mediático. Seguirá habiendo mediciones pero no tendrán más reflectores ni serán más exactas que la realidad, como en algún momento se las quiso vender.

En el campo de la opinión sucede algo parecido aunque con un registro menos llamativo. Los consumidores de opinión en los medios son muchísimos menos que los exclusivamente consumidores de noticias-impacto. Se entiende: no es lo mismo enterarse de casi todo que querer saber más de algo.

Los opinadores también se han contagiado de lugares comunes. Y  condimentan el efecto #hastag. Un ejemplo: AMLO ganó, AMLO no ganó. Macera perdió, Mancera no perdió. El PRI ganó pero sigue perdiendo. Y mil sesudas  indagaciones que lanzan al mercado de la información y a quien quiera comprarlas.

Lo curioso de este sector es que, vidas van y vienen y sigue tan campante. Los opinadores  jamás se equivocan.  Allí está el secreto de su vigencia. Pueden opinar a favor o en contra y luego opinar lo contrario y a nadie le extraña. Ocurre en los medios de presencia nacional y en los locales. La autocrítica es innecesaria. Al igual que los políticos, confían en el olvido. O improvisan otro tema.

La opinología también ha gastado su energía en pirotecnias. Si fallaron los pronósticos, allá ellos (los pronósticos). Si aventuraron una teoría y ésta fue barrida por la vida real, son cosas de la vida real. “Yo sostengo que el que ganó no ganó, en realidad. Y que el que perdió –si se fijan bien- va ganando”. Y además se los dije.” Cosa de sabiondos esto de la opinología.

La crisis de los partidos y de la organización electoral así como los cuestionamientos a la legitimidad del proceso deberán llevar a nuestra democracia a rumbos mejores pero en ello deberán transitar tanto ciudadanos como organizaciones, gremios y todo ente interesado genuinamente en hacer realidad aquello de que la democracia no es lo mejor pero si es lo menos peor.

En esa ruta deberán (deberemos) inscribirse los periodistas,  principales beneficiarios de que su oficio remonte los puntos que ha venido perdiendo tanto como las encuestas tanto como las redes sociales. En fin, que la opinología también  cosecha votos en contra y podría reformarse y mejorar.