Alberto Méndez Aguilar

Los votantes muy verdes

La mala situación social por la que atravesamos los mexicanos actualmente tiene en el gobierno a los principales responsables pero no a los únicos. Quienes sólo somos ciudadanos, es decir, que no somos autoridades o “principales” de grupo social o político alguno, tenemos también nuestra cuota.

Los electores- los mexicanos mayores de edad- han decidido qué autoridades tener, han decidido, por la vía del voto, qué tipo de gobierno  avalar y  han corrido los riesgos de la democracia electoral . No se oye amable  pero así es.

Aún cuestionado, la legalidad está del lado del gobierno en turno. Los organismos autónomos, a su vez, soportados también por la ley, han dado cauce a inquietudes como la de ampliar el espectro político electoral. Así hemos visto nacer y multiplicarse y aún desaparecer  partidos de muy diversa índole. Ahora mismo debutan en el proceso electoral organizaciones como el Partido Humanista o el menos nuevo Partido Encuentro Social.  También relativamente jóvenes son  formaciones como Movimiento Ciudadano y el Partido Alianza Social.

Estos intentos sólo cristalizan si un sector de la población, mediante su voto, los avala. Formaciones más consolidadas como el Partido Verde Ecologista de México siguen vigentes gracias a que mediante alianzas y con los votos necesarios han sabido conservar su registro.

Otra cosa son el discurso de cada uno de estas expresiones político electorales y sus definiciones programáticas. Y otra, muy distinta, el modo en que se acercan a los votantes.

Un ejemplo es el Partido Verde, de gran desprestigio entre los sectores enterados y actuantes de la política en el país y claramente convertido –según algunos- en un negocio familiar que lo mismo se alía con el PAN que con el PRI a los que convence por su dotación.

Los votos del Verde salen de la población en general, la misma que ha visto y escuchado hasta la saciedad las campañas contra los circos, por el presunto maltrato a los animales; como a favor de la cadena perpetua y de los vales de medicina.

No deja de llamar la atención que lo que según  sus críticos es una manipulación grosera, en el gran público estos mensajes caigan como ciertos. El fastidio acumulado por el PRI, PAN,PRD hace, probablemente,  que muchos  ciudadanos se sientan cómodos votando por el Verde, partido  que, además, suena a buena causa. Tan suena bien que sólo ha bastado una estrategia con figuras conocidas en la televisión para conservar su mercado de votos.

Es una de esas paradojas de la mercadería política. Una voz tan desagradable –por gutural, indefinida, - como la del entretenedor  Raúl Araiza Jr.es la que porta los mensajes del Verde, lo que prueba que aquello posiblemente desagradable –para unos- provoca alguna simpatía-entre otros.

Y se trata de un mensaje machacón, repetido hasta que no hay escapatoria. Con todo, no sería eso lo más grave sino la impudicia con que ese partido viola la ley electoral. El partido Verde se comporta como el ciudadano estándar que se pasa el alto  sabedor de que para su falta no habrá sanción. No hay pes (z). Me paso los altos y qué.

 El sistema legal acusa, esas sí, graves fallas al no sancionar las conductas ilegales, principalmente aquellas que violentan la organización de la sociedad. En un momento el desempleo y la pobreza fueron vistos como el germen de las bandas delincuentes. Ahora está claro que el combustible del imparable crecimiento del delito está auspiciado por la falta de sanción.

El verde se hace portador de esos mensajes al violar, a sabiendas, la ley electoral. Le vale sombrilla. Desafía a la autoridad y a los señalamientos críticos porque confía en que la dulce y agradable voz de Araiza y la credibilidad histriónica de Galilea Montijo bastan para seguir ganando esos valiosos votos con los que el changarro se mantiene.

No nos gusta pero el Verde, con toda su historia y sus prácticas insolentes, sigue teniendo votos, provenientes de aquella masa daltónica que siente que ese partido tiene  un bonito color y ayuda a salvar el planeta aunque denigre al país y ofenda a sus ciudadanos.