Gabriel Sánchez Díaz

La Iglesia Católica es un instrumento de control social y como tal, ha ejercido su papel eficazmente, gracias a un Estado mexicano no tan laico que le ha brindado un margen de acción nada despreciable y que le permite seguir ejerciendo liderazgo moral sobre millones de mexicanos que compran la mejor oferta que la iglesia ofrece a su feligresía: la salvación eterna por medios no tan convincentes, pero, tampoco tan claros, más bien, misteriosos, confusos e inexplicables. Ante este panorama no tan convincente de la Iglesia, resulta plausible que sea precisamente el Papa Francisco de Argentina, quién defina a la Iglesia Católica, en un gesto de autocrítica, como una vieja dejada, envejecida, que requiere actitudes diferentes (nuevas) que la “rejuvenezcan”.

Así es, la otrora iglesia ortodoxa ahora parece más libre, más propensa al desgaste social por sus excesos de libertad. Su deslegitimación social camina con pasos agigantados y la hace parecer más obsoleta y antigua. Sin embargo, existen presbíteros que insisten en darle un toque de modernidad externando gustos y  preferencias carnales, caprichos y privilegios materiales que nada tienen que ver con el progreso espiritual de los arciprestes. Dinero, mujeres, autos, poder, forman parte del status de actitud generalizado de una cantidad importante de curas extrovertidos que con seguridad impulsan abiertamente o en secreto la eliminación del celibato como condición mínima necesaria para ejercer su ocupación de sobremanera lucrativa.  

La polémica generada por los religiosos “modernos”, no sorprende a su militancia. Ya que estos pueden, sin ninguna restricción ni temor a la crítica, exteriorizar su gusto por las féminas y compartir fotografías de mujeres sensuales, que no precisamente se trata de fotos de las Hijas de María. No existe el mínimo sigilo para evidenciar que los curas sean lo suficientemente discretos como para conservar la confianza, incluso, aquellos pederastas que han firmado un acuerdo de “borrón y cuenta nueva”. Así es, para algunos el perdón a través del arrepentimiento es regla general, vía fast track. Lo mismo sucede en diversas Casa Hogar, donde se abusa de menores y se consigue el perdón exprofeso, como el de la Casa Hogar Domingo Savio que operaba en la capital poblana, y el gran etcétera de falsos curas que siguen abusando de menores en refugios, internados, escuelas religiosas (en públicas por algunos mentores) y, no escapa de este flagelo el entorno familiar.

El poder del clero debe atenuarse gradualmente, debe dejar de ser un poder factico y formar parte de un esquema organizativo enmarcado en la legalidad, justamente al que se adecuan el resto de las sectas religiosas. Como asociación civil, el clero debe pagar sus obligaciones e impuestos, rendir su declaración patrimonial y someterse a las sanciones respectivas por abusos u omisiones, violaciones y exacerbaciones. Claro que la iglesia puede seguir en la argucia de que los abusadores sexuales de infantes no son curas. Una mentira, por perfecta que parezca, no abandona su condición de tal para convertirse en verdad. Por ello, resulta más que plausible que los curas que sí lo son, por lo común son humildes (materialmente hablando) y no tienen para gustos y excesos como los de sus colegas que además, simpatizan y añoran el regreso de la iglesia y las monarquías. Son fervientes admiradores del poder absoluto, de una iglesia autoritaria y monarcas despóticos.

Es momento de enfatizar que la sociedad no puede seguir dejándose convencer engañosamente de que sólo se puede conservar el orden social por medio del cristianismo. Un estado de actitud irreflexivo como el actual debe terminar. La percepción social del contraste entre cielo e infierno es una cosmovisión, de las bendiciones del cielo y los tormentos del infierno, hasta los menos cautos se han reído, desde la niñez. La misión de la iglesia es crear la necesidad social de un Dios y que mejor que uno a modo, es decir, un Dios que divierta, que aplaque los nervios y la ansiedad de la feligresía. Así, el pueblo festeja, se divierte y es congruente con su deidad y se encuentra, por consiguiente, en pleno estado de indefensión.

Si va a ver un Dios, que este de preferencia sea pagano. Un luchador social de carne y hueso, un revolucionario que haya enseñado a los pueblos a emanciparse de los yugos  de los monarcas absolutistas, de los señores feudales católicos, de Júpiter. No se puede seguir trabajando con aparentes nuevas ideas y viejos cimientos y raíces. Debe, efectivamente, rejuvenecerse a la Iglesia Católica. El carácter convincente del Para Francisco de Argentina, es digno de reconocerse por girar ciento ochenta grados respecto de la élite vaticana y sus anquilosados intereses para resistirse a reconocer que las alternativas de la competencia religiosa, comienzan a representarle serios problemas de disidencias en masa.