Durante cinco años luchó contra el cáncer, que primero le fue diagnosticado en la matriz, en 2012; luego en los ganglios, en 2014, y el año pasado en el cuello. Cuando estuvimos con ella, nos contó que las ganas de ver crecer a sus hijos la motivaban para no deprimirse.

-Sabemos que en tus planes no está morir, pero si Dios lo decidiera, ¿qué pasaría con tus hijos?

“Nunca me he puesto a pensar en eso, pero soy consciente de que nadie tiene garantizada la vida, y en ese caso, hablaría con Américo, el padre de mis hijas pequeñas, y le pediría que a mis hijos no los separen. Ésa sería mi última voluntad”.

-¿A Dios qué le pedirías?

“Que no me deje de bendecir. Tengo la certeza y la confianza de que voy a vivir muchos años. Le diría que no se olvide nunca de mí y de mis hijos”, concluyó.

-¿Ya la perdonaste?

“No soy Dios para perdonar, pero mi corazón siempre ha estado listo para hacerlo; en él hay amor. Sin embargo, nunca se me va a olvidar un trago amargo, ni lo sucedido, y creo que ahí es cuando te das cuenta de que ya superaste el problema”.