*Bernardino Vázquez Mazatzi

La violencia es ignorancia y cobardía

Los recientes acontecimientos de violencia en contra de los periodistas y en general en contra de los representantes de los medios de comunicación son un signo claro de ausencia de argumentos y carencia de inteligencia por parte de quien la ejerce.

Hay falta de inteligencia en quienes prefieren hacer uso de la fuerza física pues ignoran que jamás la violencia debe sustituir al dialogo, que para dirimir las diferencias se requiere voluntad y entendimiento y que para alcanzar acuerdos se requiere de inteligencia para conciliar y para demostrar cordura y madurez.

La violencia proveniente de quien se sabe superior físicamente o en número es un acto de absoluta cobardía y de total ignorancia pues por un lado, implica la garantía de la impunidad o el resultado a su favor y, por el otro, expone el desprecio al dialogo y exhibe la ignorancia de quien sustituye los razonamientos por la imposición de las ideas.

Así, los actos violentos cometidos en contra de los representantes de los medios de comunicación, son esencia del primitivismo en el que vive el poder efímero de un sexenio o un trienio y esta actitud retrógrada no es privativa de un gobierno emanado de determinada ideología ni exclusiva de partido político alguno. La cerrazón, la ausencia de diálogo, la carencia de propuestas y la nula inteligencia para encontrar alternativas para ofrecer respuestas y alcanzar acuerdos son la característica del poder totalitario y cerrado.

Al poder le falta capacidad de negociación, de conciliación, de dialogo. No tiene argumentos para hacerse entender, no conoce el poder de la palabra para convivir con la sociedad, el patrón y empleador que le paga; el poder rechaza la palabra como forma de comunicación inteligente y civilizada y por ello golpea, agrede, violenta, se hace el desentendido o de plano adopta actitudes de prepotencia y arrogancia.

En diferentes foros en América Latina y el Caribe he sostenido convencido que la violencia no es aceptable venga de donde venga y la ejerza quien la ejerza y que esta no puede ni debe justificarse pues hacerlo, exhibe carencias y debilidades mentales. He dicho y lo sostengo que la violencia no es sinónimo de fuerza ni de valentía sino, por el contrario, demuestra cobardía y miedo pues supone que a falta de capacidad se hace uso de la fuerza.

He escuchado con asombro los intentos por justificar el uso de la fuerza y en verdad esos pretextos me parecen más que patéticos. Ningún argumento podría justificar la violencia hacia la mujer por mucho que el agresor enumere falsos motivos… de ninguna manera se puede aceptar el uso de la fuerza en un niño indefenso aunque el golpeador trate de justificar su ignorancia… ningún gobierno podrá convencernos de que violencia en contra del pueblo que lo llevó al poder es justificable…

Así, la violencia ejercida en contra de los periodistas es inaceptable. Ellos solo cumplen con la función ineludible de ser puente ente el poder y el pueblo, entre el hecho y el público, entre el actor y el receptor. La labor de los reporteros es un ejercicio laboral pues es ese su empleo y nadie, absolutamente nadie, se puede oponer a ello, ni siquiera arguyendo motivos de seguridad o de integridad.

Para la sociedad resulta intolerable cualquier forma de violencia y la que se ejerce para amedrentar, para callar, para intimidar y agredir al periodista es la más detestable pues sugiere intolerancia, ignorancia, prepotencia, cobardía e intentos por ocultar algo.

No, no es que se busque impunidad o libertinaje de los periodistas, lo que se requiere es simplemente libertad de expresión que no es canonjía o gracia de ningún gobierno o régimen, sino precepto contemplado en la Constitución General de los Estados Unidos Mexicanos. Para algunos presidentes de la república en México, fue preferible es exceso en la crítica que el intento por la censura.

En el día del periodista, los representantes de los medios de comunicación no deben festejar algo, sino denunciar las agresiones y los intentos por acallar la conciencia social, deben señalar sin temor ni tibieza a aquellos que desde el poder pretenden convertirse en seres supremos que buscan elegir en nombre del pueblo qué sí y qué no deben publicar los medios.

Y, contrario a los deseos de la inteligencia diminuta y a las pretensiones de superioridad del poder malentendido, los periodistas deben refrendar su voluntad de servicio social y reiterar su compromiso con la verdad y la objetividad. Un pueblo sin prensa libre, una sociedad sin libertad de opinión, es un pueblo ciego, sordo y mudo…

*Escritor y Periodista