El año dedicado a Emiliano Zapata y a las lenguas indígenas
J. A. Javier González Corona
agendatlaxcala
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Si el Presidente de la República Mexicana Andrés Manuel López Obrador decretó al año 2019 como “Año del Caudillo del Sur, Emiliano Zapata” en razón a su lucha honesta y perfectamente definida a favor de los campesinos, me parece muy loable. De no ser así, nuestro Ejecutivo estaría actuando como otros Presidentes que le han antecedido, mismos que han utilizado a la historia y de manera específica el nombre de Emiliano Zapata para justificar su proceder deshonesto hacia los campesinos. Recordemos el reparto de tierras sin sentido, es decir, fraccionando la tierra sin otorgar apoyos económicos, ni tecnológicos que les permitiera hacerlas producir. Y, para acabar, Salinas de Gortari convirtió al ejido en propiedad privada; lo que propició la venta de esas tierras por parte de los campesinos, no por voluntad, sino por necesidad; regresándolos a ser, nuevamente, tan sólo fuerza de trabajo barata. Creo que ese no era el ideal de Zapata.
Sin duda el decreto realizado por el Presidente de la República y avalado previamente por el Congreso de la Unión, no fue una idea desatinada; aunque considero que para este momento existen otras acciones más que permitirían enaltecer al Caudillo del Sur. Me refiero a la entrega de apoyos a los campesinos, desde los económicos y tecnológicos, hasta un amplio mercado para vender sus productos de manera directa, propiciando con esto último, dejar fuera a los “intermediarios o coyotes” quienes se llevan las mejores ganancias. Hasta la fecha, la sociedad en general y de manera específica el gobierno, les debemos mucho a los campesinos.
Emiliano Zapata Salazar jefe del Ejército Libertador del Sur, nacido el 8 de agosto de 1879 en Anenecuilco, estado de Morelos y acribillado el 10 de abril de 1919 en la hacienda de Chinameca, del mismo estado, fue un líder revolucionario y ejemplo a seguir debido a su honestidad, visión y compromiso a favor de los campesinos. Según Adolfo Gilly (La Revolución Interrumpida: 1971) a sus 30 años de edad “tenía algo de tierra y ganado, heredados de sus padres, y no era un campesino pobre según los criterios locales, pero tampoco entraba en la categoría de campesino rico. Se había ocupado también, por la insuficiencia de las tierras y las cosechas, de la venta de ganado, y era considerado un conocedor de caballos y un excelente domador por los hacendados locales, que se disputaban su trabajo”.
La historia como ciencia nos permite conocer, analizar y entender los hechos pasados, sin caer a un fanatismo. Sin embargo, también la historia ha sido utilizada con el fin de alcanzar diferentes objetivos, tal como lo señala el historiador Luis Villoro: “La historia ha sido, de hecho, después del mito, una de las formas culturales que más se han utilizado para justificar instituciones, creencias y propósitos comunitarios que prestan cohesión a grupos, clases, nacionalidades, imperios”.
Ya es hora de que veamos a los personajes históricos como seres humanos; con aciertos y desaciertos. No los mitifiquemos ya que así comprenderemos mejor su momento histórico y además, su contribución social, económica, política y cultural en cualquiera de las diferentes etapas históricas del País. Creo que es el momento de entender a la historia como la entendía el historiador Carlos Pereyra: “no es juzgar; es comprender y hacer comprender los hechos pasados”.
Por último, si bien es cierto que Zapata fue un ideólogo e impulsor de las demandas agraristas, así como de la justicia, libertad e igualdad social, la frase adjudicada al Atila del Sur “Tierra y Libertad” no es suya, sino de Ricardo Flores Magón, mismo que utilizó la frase en varios de sus escritos.
LAS LENGUAS EN MÉXICO.
La declaración del 2019 como “Año Internacional de las Lenguas Indígenas” por parte de la ONU, seguramente tiene la intención de crear conciencia sobre la importancia de la diversidad lingüística mundial. De acuerdo a lo publicado por la revista México Desconocido; la International Year of Indigenous Language (IYIL) señala que existen aproximadamente 6,700 lenguas en todo el mundo, donde el 40% de ellas están en peligro de desaparición.
En México hay 68 lenguas indígenas, más la castellana, situando a nuestra República mexicana dentro de los 8 países que concentran la mitad de las lenguas que se hablan en el mundo. Aunque desde la conquista a la fecha se han perdido como 100 y están en peligro unas 30 más.
Según Mauricio Swadesh (El Lenguaje y la vida humana: 1984) “el cambio constante aunque lento es una ley del lenguaje. Mientras haya contacto entre las distintas partes de la comunidad de habla, los cambios tienden a generalizarse, o bien desaparecer”. De esta manera, no es raro que muchas lenguas hayan desaparecido en México y otras más tiendan a desaparecer; principalmente por la constante comunicación, aumento de la población, el intercambio cultural, economía, política, migraciones, racismo, entre otros factores más.
Cabe señalar que las lenguas también se multiplican, es decir, se crean otras. México es un ejemplo, a la fecha la sociedad mayoritaria no hablamos el 100% de la lengua castellana de los españoles conquistadores, ni de alguna lengua indígena; sino más bien, es una mezcla de los dos y de un sinnúmero de frases y palabras de origen africano, asiático, árabe y de otras culturas. Es decir, a través de los años hemos ido creando un español muy propio y, por ende, diferente al que se habla en otros lugares. Por consecuencia, el español que hablamos es una lengua franca, entendida ésta; como un idioma adoptado de forma tácita para un entendimiento común entre personas que no tienen la misma lengua materna, misma que se acepta por mutuo acuerdo o por cuestiones económicas, políticas, sociales u otros factores más.
Sin embargo, debemos aceptar mediante un sentido de reflexión, que las lenguas indígenas desaparecidas en México, se debe en mucho de los casos, al extremo racismo por parte de la sociedad mayoritaria (mestiza), incluso, algunos educadores en las escuelas han obligado a sus alumnos evitar hablar su lengua materna, bajo el pretexto de “quitarle lo indio”, como si ser indio implicara ser tonto, incapaz, retrasado mental u otro calificativo similar. Desgraciadamente las lenguas que aún perduran, se debaten entre la vida y la muerte por los mismos factores; aunque en el discurso se diga otra cosa.
Seguramente hemos sido testigos de diversas discriminaciones laborales, educativas, políticas, sociales y culturales que han sufrido los indígenas por el simple hecho de hablar su lengua materna en centros urbanos y suburbanos. Ante tal actitud, se han visto obligados a dejar de hablar y olvidar su lengua materna, incluso, la dejan de enseñar a sus hijos por temor a que sufran su propia experiencia. Ya basta, si criticamos al Presidente de EUA y a sus seguidores por su ideología y actitud racista hacia los mexicanos; no hagamos lo mismo con nuestros compatriotas indígenas. No utilicemos el término dialecto de manera peyorativa. Fortalezcamos lo que las instituciones nacionales e internacionales hacen en pro de las lenguas indígenas; practiquemos el respeto, tolerancia y valoremos la diversidad cultural que afortunadamente aún tiene México.
Tlaxcala tiene dos importantes lenguas indígenas: Náhuatl y Otomí, agregándose a la fecha el totonaco, esta última, debido a la migración procedente de la Sierra Norte de Puebla. Sin embargo, el número de hablantes en su lengua materna ha disminuido notablemente y no lo digo yo, sino las cifras del INEGI de hace 10, 20 o 30 años. ¿Para que queremos tener un año dedicado a las lenguas indígenas, si en nuestro proceder cotidiano, no valoramos, ni respetamos el multilingüismo que en México existe? Es urgente respetar la diversidad cultural, de manera específica las lenguas indígenas. Aunque nos cueste trabajo aceptar, es parte de nuestra identidad nacional y por ende, estatal.
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