El falso dilema feminista por José Javier Reyes
José Javier Reyes
agendatlaxcala
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La circunstancia política de nuestro país es pródiga en falsos debates. La mecánica del falso debate surge de un error de lógica conocido como “falso dilema” que implica suponer que dos ideas opuestas son necesariamente exhaustivas, es decir, que abarcan todas las posibilidades. La forma más general de este error es la frase “si no estás conmigo estás contra mí”, que ha sido dicha por personajes tan disímiles como Jesús, Lenin, George Bush o Darth Vader (o por mejor decir, el guionista de Star Wars) lo que en realidad es una forma de tratar de manipular a la opinión pública, pretendiendo mostrarse como la única opción posible contra todo lo demás. Es un intento de polarizar y una forma de brindarse a la vez una coartada de explicar las opiniones, críticas o descalificaciones como producto de esa dicotomía.
En México este tipo de argumentos se vuelven plaga. Entendemos que las protestas de las mujeres (el adjetivo “feminista” sale sobrando, son mujeres en defensa de sus derechos) que exigen se detenga la violencia en su contra, son completamente justificadas. Sabemos también que en manifestaciones que han reunido a miles de mujeres se han infiltrado (no se me ocurre otra palabra) pequeños grupos de menos de cien protestantes radicales que destruyen parabuses, dañan fachadas de edificios, grafitean monumentos y rompen aparadores. No faltan voces que lamentan estos destrozos, como es lógico. ¿Cuál es la respuesta? Que quienes se atreven a señalar sus excesos critican que se dañe a un edificio, pero que no dicen nada cuando una mujer es agredida.
Más aún: algunas publicaciones en redes sociales han mencionado que los hombres prefieren que una mujer sea violada o maltratada, antes que un monumento histórico sea pintarrajeado.
Lo cierto es que cada feminicidio, cada agresión, cada violación, cada acto de acoso, sea en la ciudad o en el campo, sea de parte de desconocidos o en el seno de la familia, lesiona a la sociedad, irrita, indigna, consterna. Y justifica plenamente las movilizaciones que hemos visto al final de este 2019. Y es cierto: junto al cuerpo maltratado de una mujer, el Palacio de Bellas Artes o el Hemiciclo a Juárez son sólo piedras. Pero ¿su vandalización sirve de algo? ¿Destruir nuestro patrimonio es el camino para acabar con cualquiera de estos actos reprobables? Si eso detuviera las agresiones contra las mujeres, derribar Bellas Artes sería un precio barato.
Pero sabemos que no sirve de nada. Es un desahogo, un berrinche infantil, que refleja inmadurez. Y lo peor, nos desvía de medidas que verdaderamente pueden servir para frenar esta ola de violencia que tiene su punto crítico en los feminicidios, que han destruido vidas, dañado profundamente a familias y afrentado a la sociedad. Podrían exigir la creación de una policía preventiva especializada, mayores penas y revisión exhaustiva de los procedimientos judiciales contra agresores sexuales, colocación de cámaras y servicios de respuesta rápida y todas las que puedan discurrir. En vez de eso, se inventa un falso dilema: o estás en favor de que se violen mujeres o de que se pintarrajeen edificios y se destruyan paradas de autobús. Como si fueran las únicas opciones posibles.
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