Juárez en Tlaxcala columna por Luis Pérez Cruz
Luis Pérez Cruz
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El próximo 18 de julio se cumplirán 147 años de la muerte de Benito Juárez, lo cual fue aprovechado para lanzar proclamas a favor de la legalidad y mostrando las innumerables virtudes del Benemérito de las Américas, lo cual nos parece legítimo para sus aspiraciones políticas, pero en ocasiones se llega a la exageración, sobre todo en el contexto político que se vive en el país, la guerra de Reforma y la posterior guerra de intervención y el breve imperio de Maximiliano. Hacia 1867 México se caracteriza bajo estos dos problemas: una hacienda devastada y el encono político.
Ahora bien, en esta entrega pretendemos reflexionar sobre la presencia de Juárez en Tlaxcala y su postura con respecto a nuestra entidad en el momento político que le tocó vivir.
Juárez muere en julio de 1872 en medio de un clima político complejo y profundamente enconado, ya que había permanecido en la presidencia de la República desde 1857, lo cual había originado, sobre todo en las reelecciones de 1867 y 1871, el descontento de un grupo de liberales, quienes se sentían traicionados porque sus medidas se orientaban cada vez más a la centralización del poder en el Ejecutivo, buscó la reconciliación con la cúpula católica y se rodeó básicamente de liberales moderados; otros, consideraban que había sido suficiente que Juárez gobernara en el cuatrienio posterior a la expulsión de los franceses y su reelección de 1871 era síntoma de perpetuarse en el poder, como fue posteriormente el caso de Porfirio Díaz, quien se levanta en armas en ese mismo año con la bandera de la no reelección.
En esa misma época, en Tlaxcala predominó la presencia política de Miguel Lira y Ortega, quien fue gobernador interino entre 1867 y 1868, después en el cuatrienio 1868-1872 y finalmente entre 1877-1881.
La relación entre Juárez y Lira y Ortega parece que estuvo llena de grandes coincidencias, incluso parece que se estableció una relación a través de correspondencia; Lira se declaró abiertamente juarista y asumió su defensa en el proceso electoral de 1867 y después en 1871, lo que le valió tener diferencias profundas con Sebastián Lerdo de Tejada y sus seguidores en Tlaxcala; de igual forma se distanció de Porfirio Díaz, con quien también había tenido cierta amistad, sobre todo hacia el final de la intervención francesa, ya que Díaz es quien lo nombra gobernador interino en 1867.
Juárez decide visitarlo en 1869, cuando inaugura un tramo del ferrocarril que va de la ciudad de México a Veracruz y se entrevistan en la estación de Chiautempan, describiendo el encuentro Ignacio Manuel Altamirano de la siguiente manera: “es el gobernador el tipo más perfecto del hombre del campo en su más sencilla y buena expresión: se retrata en su semblante la honradez más acrisolada, la serenidad de una conciencia pura y la firmeza de principios de un alma republicana con organización; sin pretensiones, sin altivez, modesto como debe ser un funcionario demócrata, este hombre recuerda por su aspecto la figura del inmortal Guerrero, y remontándonos más allá, la figura de aquellos republicanos de los antiguos tiempos que dejaban el arado para venir a gobernar un pueblo.”
La decisión estaba tomada desde ese año de 1869, Tlaxcala, a través de su gobernador, se convierte en un bastión importante del juarismo en el centro del país, participando activamente en el proceso electoral dos años después.
Lira y Ortega decide apoyar a Benito Juárez en su reelección de 1871, sabiendo que los riesgos son muchos y que sus adversarios políticos se inclinan por Lerdo de Tejada o Díaz, los costos de la derrota serían altos; finalmente Juárez gana la elección pero muere al año siguiente y el futuro político de Lira queda a la deriva, por lo que tiene que al concluir su periodo (1881) se exilia a la ciudad de Puebla y muere en la penuria al año siguiente.
Lira y Ortega fue juarista y la construcción de su pensamiento político se orienta hacia el republicanismo y una democracia construida básicamente a partir de la decisión del pueblo para elegir a sus gobernantes.
La muerte de Juárez significó para Tlaxcala y para Lira y Ortega la pérdida de un apoyo importante, ya que el siguiente cuatrienio, donde se hace cargo de la Presidencia Lerdo de Tejada, Lira y sus seguidores se convertirán en severos críticos de su gobierno, lo que les valdría volver a la escena política en 1876, cuando pretende reelegirse Lerdo, ya que los porfiristas verán en Lira un aliado importante, aunque no será de toda su confianza; esta circunstancia política permitirá la última reelección del Benemérito de Tlaxcala y la caída de este grupo liberal en nuestra entidad.
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