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La Comisión inservible por José Javier Reyes

Fe de ratas columna por José Javier Reyes
Martes 08:58 am, 19 Nov 2019.
José Javier Reyes
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La Comisión inservible por José Javier Reyes

Antes de los años ochenta es irrastreable el reconocimiento de que el estado podía abusar y abusaba de sus facultades en perjuicio de los ciudadanos. No es, no está, no existe. Se entendía en aquellos aciagos sexenios encabezados por Adolfo López Mateos, Gustavo Díaz Ordaz, Luis Echeverría Álvarez y José López Portillo, los más opresivos en contra de las voces opuestas al status quo, que el gobierno era el garante de los derechos de una mansa muchedumbre que tenía como máximo derecho el seguir en forma sumisa al jefe supremo. Experiencias como la represión a médicos y ferrocarrileros, las matanzas de Tlatelolco y el Halconazo, así como la Guerra Sucia, nos enseñaron que no era el estado el custodio de los derechos de la ciudadanía, sino su más terrible violador.

La creación de la Comisión Nacional de los Derechos Humanos debe verse como un gran avance, al transformar la antigua Comisión, desconcentrada de la Secretaría de Gobernación, a ser un organismo autónomo con personalidad jurídica y con la capacidad de emitir recomendaciones que, sin ser vinculatorias, obliguen moralmente su cumplimiento por parte de las autoridades. Perfectible, con fallos, con rezago, sigue siendo la herramienta fundamental de una sociedad cuyos derechos han sido allanados en más de una ocasión por autoridades de los tres niveles de gobierno y de los tres poderes.

Pero desde su origen, la efectividad de la CNDH depende de su credibilidad y su poder moral. La teoría del ombudsman le dota de prestigio y presupuesto para operar, pero no de capacidades punitivas. Esto nos da una idea de hasta qué punto es terrible la duda que arroja sobre la elección de la actual presidenta de la comisión, rosario Piedra Ibarra, un procedimiento irregular y cuestionado, eligiendo a una persona que se identifica plenamente con el actual jefe del ejecutivo federal y al grupo en el poder, a quien podría, con alta probabilidad, emitir recomendaciones.

¿Cuál fue la razón que llevó a la bancada morenista en el senado a retractarse de su intención inicial de repetir la votación para elegir a la presidenta de la CNDH? No fue ninguno de los videos que circularon estérilmente en redes sociales, proponiendo teorías para los votos faltantes. No fueron las mantas que unos y otros colocaron en la cámara alta para denunciarse mutuamente. Fue, evidentemente, una voluntad mayor, más radical y más decisiva dentro de un grupo que reconoce en Andrés Manuel López Obrador no solo a su dirigente, sino a su ideólogo, a su voz autorizada, al fiel de la balanza y a su valor de verdad. Y también obviamente, el que dicha voluntad se pueda imponer por encima de la simple aritmética o el sentido común. Una voluntad que vale por todas las demás.

Inclusive, una voluntad que es superior al mismo prestigio y valor moral que la CNDH debería tener. Una voz que es más importante que la propia CNDH para la vida democrática del país.

Colofón: al día siguiente del sainete que dejó el prestigio de la comisión por el mismo suelo por el que rodó el senador Gustavo Madero, el presidente sentenció en la “mañanera”: “ellos quisieran que continuaran los que han estado en la CNDH los que se han dedicado a solapar violaciones a los derechos humanos”. Y con ello resumió casi 30 años de la comisión, a su decir.

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