Los osados de la educación por Alejandra Salazar
Alejandra Salazar
agendatlaxcala
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No son las largas jornadas o las extenuantes planeaciones, tampoco el estar afónico por tanto hablar, ni siquiera el cansancio experimentado día a día tras haber estado de pie muchas horas para estar al pendiente de sus alumnos; mucho menos los desvelos por calificar exámenes y promediar, ni siquiera el hecho de quebrarse la cabeza pensando el abordar un tema para presentarlo de manera fácil a sus estudiantes, en fin; nada de lo antes mencionado es tan doloroso como la negativa carga emocional que trae el reconocer la injusta y distorsionada imagen del docente en la sociedad.
Se divisa una línea de tensión entre docentes y padres de familia, donde los tutores piden casi a gritos que no les exijan demasiado a sus chiquitos pues lastiman sus emociones. También justifican la falta de tareas o las ausencias, sin contar los retardos, asumiendo ellos; la responsabilidad quitando entonces la carga de sus pequeños. Si es el caso de una calificación reprobatoria, animas que el docente esté bien amparado; caso contrario asumirá severas consecuencias por no contar con herramientas suficientes para enseñar o peor aún; por no saber evaluar. Dando por hecho que la educación se fomenta únicamente en la escuela, pero rigurosa y sagradamente respetando los derechos de los niños olvidándose de que sus hijos también tienen obligaciones.
Por otra parte, existe un código secreto pero cantado a voces, claro; los maestros con algunas frases: sería bueno que en casa hubiera más límites. Un poco de diálogo en casa fortalecería las emociones de sus hijos. Si se restringiera la televisión habría tiempo para incentivar la reflexión, el análisis y la creatividad. La tarea es responsabilidad de su pequeño. Aunque su hijo parezca grande aún lo necesita. Más cariño, atención y enseñanza de valores en casa; haría de su hijo una mejor persona. Siendo así que los docentes de primera mano reconocen que, al no contar con la cooperación de los padres de familia, quien pierde; es la sociedad.
Afortunadamente los valientes e incomprendidos transformadores sociales van más allá de las quejas de la sociedad. Cada día dan lo mejor de sí y, aunque se suma a la ya pesada carga de enseñar tanta exigencia de las autoridades con sus excesivas y nunca concluidas reformas educativas siguen con la esperanza de formar una mejor sociedad, reconociendo que son ellos la base de todas las profesiones, viendo en el rostro de sus alumnos a futuros ciudadanos, éticos, honestos, responsables, amables, solidarios y libres pensadores.
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