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Regresos sin gloria por José Javier Reyes

Fe de ratas columna por José Javier Reyes
Domingo 10:05 am, 07 Jul 2019.
José Javier Reyes
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Regresos sin gloria por José Javier Reyes

Dos expresidentes (de hecho, los dos expresidentes panistas) han vuelto a la vida política con más pena que gloria: el guanajuatense Vicente Fox Quesada en la marcha de inconformes contra las medidas del presidente Andrés Manuel López Obrador y el michoacano Felipe Calderón Hinojosa, mencionado en la revuelta de policías federales en contra de su incorporación a la Guardia Nacional.

La mención a los estados de origen de los dos exmandatarios no es gratuita: se trata de dos de las entidades más golpeadas por el crimen organizado, de las que mayor número de muertes violentas acumulan. Su origen no significó que sus esfuerzos se enfocaran en resolver la intrincada red de complicidades y corrupción que ahogan en sangre a esos estados. De hecho, es una explicación comúnmente aceptada que la irreflexiva lucha de Calderón contra la delincuencia organizada fue el factor detonante de la ola de violencia que ha sacudido al país por más de 12 años.

A Vicente Fox los manifestantes anti-AMLO de Guanajuato le pidieron retirarse de la marcha, por más que él reclamó por sus derechos “como ciudadano”. La respuesta de los organizadores de la marcha fue irreprochable: si se pretendía llevar a cabo como una protesta sin tintes partidistas, la presencia de Fox restaba más de lo que sumaba. Adicionalmente, quedó claro que el paso del hombre de las botas por la presidencia fue de claroscuros, de luces tenues y sombras violentas.

Tampoco le fue bien a Felipe Calderón. Si bien el que fuera impulsor de la “guerra contra el narco” se portó de forma más sensata que Fox, no evitó que se llevara algunos descalabros. Ante la invitación de un supuesto líder de la protesta de los federales para que encabezara el movimiento (en el supuesto caso de que en efecto exista una protesta organizada) tuvo que salir a deslindarse de tales invitaciones y agradecer la deferencia, que más bien era un flaco favor. Con absoluta seriedad, señaló que su presencia iba a perjudicar a sus hipotéticos representados, ante lo que él llamó “los prejuicios, los complejos, las inseguridades, los miedos” con que se gobierna desde el despacho de Bucareli.

Se llevó su raspón, decimos, porque Alfonso Durazo puso en tela de duda su interés en las condiciones de trabajo de los policías federales, pues de haberlo querido, pudo haber actuado en su favor cuando era el más alto mandatario del país.

Lo cierto es que esta aparición de Calderón le será de utilidad, a la vista de la conformación del nuevo partido político con el cual, previsiblemente, impulsará la carrera política de su esposa, Margarita Zavala, marginada del proceso interno de selección del candidato panista a la presidencia en el pasado proceso electoral. Y un probable, aunque no muy recomendable, regreso del propio expresidente a la escena política del país.

¡Qué tiempos aquellos en que los expresidentes hacían el papel de convidado de piedra y se abstenían de participar en política! Esta sana costumbre, instituida por Lázaro Cárdenas, se rompió en el post sexenio de Carlos Salinas de Gortari y se ha vuelto el mal ejemplo que, proverbialmente, cunde entre la clase política. Su única “virtud” es dar una que otra nota, a falta de buenas noticias.

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