La inseguridad en la capital obliga a las autoridades a confiar en la nueva corporación, una agencia de espíritu castrense
Para Ismael, lo normal es que la policía no haga nunca nada. Lo dice en un sentido empírico: él, vecino de la colonia Desarrollo Urbano Quetzalcóatl, en Iztapalapa, estudiante de 17 años, ve que pasan las patrullas, pero no ha visto una que se detenga. Jamás. Un ejemplo: "Ahí en el Predio del Degollado", dice señalando unas callejuelas a pocas cuadras de aquí, "hay una bolita de gente fumando [crack]. Y allí nunca para la policía, ¡pero los otros que han venido sí pararon!", exclama.
Los otros son la Guardia Nacional, el nuevo cuerpo de seguridad creado por el Gobierno mexicano, depositario de las esperanzas de paz del Ejecutivo, criticado por su espíritu ambiguo: civil sobre el papel, castrense en espíritu. La inseguridad pega prácticamente a todos los estados del país y Ciudad de México no ha sido la excepción. Por eso, desde hace dos meses, la guardia ayuda a su policía.
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