Facebook admite que no va a controlar la veracidad de los anuncios políticos y desata la inquietud de una repetición de las tácticas de 2016
De todas las críticas que ha recibido Facebook en las últimas semanas, quizá la más elocuente sea la que vino de sus propios empleados. “La desinformación nos afecta a todos”, decían alrededor de 250 empleados en una carta a la dirección de la empresa revelada el pasado 28 de octubre en The New York Times. “Permitir la desinformación pagada en la plataforma”, decían, “comunica que nos parece bien sacar un beneficio de campañas de desinformación deliberada por parte de aquellos que buscan posiciones de poder”.
Estados Unidos está a apenas 100 días de los caucus de Iowa, el verdadero principio de una elección presidencial que puede marcar al país y al mundo por décadas. En este contexto, las miradas se vuelven hacia Facebook para saber qué se puede esperar de una herramienta de publicidad sin precedentes en la historia, capaz de llegar con precisión a cualquier votante. En la memoria de todos está el precedente de 2016, cuando entre la campaña de Donald Trump y el aparato de inteligencia oficioso de Rusia utilizaron el enorme poder de Facebook para diseminar desinformación y desmovilizar el voto demócrata en condados clave. La red social fue cooperadora necesaria en aquella operación. Ante un nerviosismo cada vez mayor sobre lo que puede pasar en 2020, por el momento, no deja claro si pretende hacer algo diferente.
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