La oposición tendrá apenas una semana para coordinar una respuesta a la medida del primer ministro
El equipo del primer ministro británico, Boris Johnson, se debate ahora entre el uso de la ironía y la defensa de la legalidad de su decisión para contrarrestar el clamor en contra de la suspensión del Parlamento, ordenada el miércoles por la reina Isabel II a petición del ejecutivo conservador.
El furibundo euroescéptico y hoy ministro de Relaciones con el Parlamento, Jacob Rees-Mogg, se ha empleado a fondo durante toda la mañana en atender a los medios de comunicación y descalificar como una "nube de algodón azucarado" las protestas de todos aquellos que se han referido a la maniobra de Johnson como un "escándalo constitucional" (entre otros, el presidente de la Cámara de los Comunes, John Bercow; el exministro de Economía, Phil Hammond; el exabogado general del Estado, Dominic Grieve, o la ministra principal de Escocia, Nicole Sturgeon). "Que cambien el Gobierno o que cambien la ley", ha retado Rees-Mogg a todos los que se oponen a un Brexit sin acuerdo, y que dejen de "rechinar los dientes" y muestren algo de "valentía y agallas".
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