Desde la Sociología columna por Luis Pérez Cruz
La semana pasada hicimos una serie de planteamientos sobre la propuesta de las 100 universidades en el proyecto del presidente Andrés Manuel López Obrador, sobre todo encauzados a pensar en la posibilidad de hacer de la educación superior un eje fundamental para detonar el desarrollo y permitir que quienes aspiren a cursar una carrera universitaria e insertarse en el mercado laboral en mejores condiciones, además de ofrecer a los jóvenes condiciones adecuadas de vivir.
Además señalamos la necesidad de encontrar el rumbo para la propuesta del presidente, porque en principio consideramos indispensable ampliar la oferta educativa en este nivel, pero es necesario y pertinente reflexionar sobre lo que tenemos y lo qué queremos, no podemos partir de la idea de comenzar de cero.
Quisiera, antes de entrar en materia, puntualizar lo siguiente, los liberales del siglo XIX, primero con José María Luis Mora y después Juárez, suprimieron la Real y Pontificia Universidad de México y pretendieron comenzar de cero para impulsar una educación superior basada en el modelo inglés, pero fracasaron y fue hasta 1910, cuando Justo Sierra funda la Universidad Nacional, con la idea de formar profesionistas pero con una clara influencia humanista.
Por ello retomo la idea general que dice así: “Me la imagino así: un grupo de estudiantes de todas las edades, la edad de la plena aptitud intelectual, formando una personalidad real a fuerza de solidaridad y de conciencia de su misión, y que, recurriendo a todas fuentes de cultura, brote de donde brotare, con tal que la linfa sea pura y diáfana, se propusiera adquirir los medios de nacionalizar la ciencia, de mexicanizar el saber.” Posteriormente añade “Realizando esta obra inmensa de cultura y de atracción de todas las energías de la República, aptas para la labor científica, es como nuestra institución universitaria merecerá el epíteto de nacional que el legislador le ha dado; a ella toca demostrar que nuestra personalidad tiene raíces indestructibles en nuestra naturaleza y en nuestra historia.”
Ahora bien, en términos de cifras, sobre todo para esclarecer y tener modo de medir la dimensión de la propuesta, Hacia 2012 el conjunto de instituciones que integraban el sistema de educación superior en México tenía como rasgo principal la heterogeneidad y la diversidad, el sistema estaba integrado por 6 878 planteles escolares, 342 269 plazas académicas y una matrícula de poco más de tres millones, incluyendo todos los tipos y regímenes institucionales.
Para 2018 El sistema de educación superior del país llega a una cobertura de 4 millones 430 mil 248 estudiantes. Un sector que ha crecido de manera poco relacionada con las expectativas propias de una economía dinámica.
Por otra parte y según la ANUIES, en la zona metropolitana se calculan que el año pasado hubo 293,637 solicitudes rechazadas para la educación superior en la Ciudad de México y en los 20 municipios del Estado de México, lo cual representa un déficit preocupante para el país; en respuesta AMLO ofrece de 150 mil lugares en el “Proyecto de Nación” , ello parece una cifra insuficiente, la matrícula actual nacional es de 4,096,139 estudiantes, con la oferta de 150 mil lugares aumentaría la matrícula en apenas un 3.6%.
La tasa bruta actual de cobertura es de 37.3% la propuesta alcanzaría apenas un 40%, decimos lo anterior basado en un comparativo con otros países latinoamericanos, que se traducen así: en Chile la cobertura es de 88%, Argentina es de 83%, Uruguay es de 63 %, Colombia es de 56%, Costa Rica de 53 % y en Ecuador de 41%.
Aunado a este problema, en México existe inequidad grave con la participación en la educación, en 2016 el Banco Mundial analizó la distribución de la tasa neta en educación superior por deciles de ingreso y mientras el decil 10 —los más ricos— tuvo un 89% de participación, el decil 1 —los más pobres— apenas tuvieron una participación de 6% en el nivel superior. Creemos elementos poco considerados para las políticas educativas en el país. Por ello la idea es pensar en propuestas a largo plazo y considerando los aspectos señalados en la entrega de la semana pasada: por una parte, hacer un diagnóstico amplio de necesidades sociales y, por la otra, hacer una reflexión crítica sobre vicios e inercias de las universidades existentes.