El último derrumbe del peso activa las estrategias de una población habituada a situaciones extremas
Los argentinos sienten en la piel la inminencia de una gran crisis. Es una sensación casi imperceptible, un malestar que recorre todo el cuerpo e insinúa que algo no anda bien tras la calma de un día cualquiera. El malestar crece poco a poco hasta que se transforma en preocupación y luego en angustia. La realidad, finalmente, termina dándoles la razón. Esta vez llevan tiempo con la piel erizada, atentos a una nueva debacle. En las calles de Buenos Aires se respira crisis.
Las elecciones primarias del domingo, que dieron un abrumador triunfo al kirchnerista Alberto Fernández por encima del liberal Mauricio Macri, consumaron los peores augurios. El peso se desplomó casi 30% desde el lunes y la bolsa perdió en una sola jornada el 38% de su valor, la segunda mayor caída en la historia de los mercados. El bloqueo político entre un presidente sin poder y un ganador que debe convalidar su título en octubre complica aún más las cosas. ¿Qué hacen los argentinos ante la catástrofe? Lo que han hecho siempre: aguantar.
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