López Obrador pone de manifiesto que la política exterior no es una de sus prioridades en su encuentro con Alberto Fernández
El presidente de México, Andrés Manuel López Obrador, se ha propuesto una política exterior que, al menos de cara a la galería, contente a todo el mundo. Bajo la máxima de que no quiere injerir en asuntos de otros países, aprovecha para decirle a cada quien lo que quiere escuchar, sea Donald Trump, Nicolás Maduro, los gobernantes centroamericanos o, el último caso, Alberto Fernández, presidente electo de Argentina. Pero salvo en el caso de Estados Unidos, a quien en la práctica también ha satisfizo aumentando los controles migratorios, con el resto de América Latina, los movimientos son minúsculos. De ahí que las expectativas de Fernández de construir un gran eje progresista en la región, se hayan enfriado tras su primera visita al exterior después de su triunfo electoral.
La política exterior no es una prioridad para López Obrador, pese a los deseos de las fuerzas progresistas latinoamericanas, que toman oxígeno después de unos años de decepciones. La victoria del presidente México fue la primera bocanada de aire fresco, así lo quisieron interpretar, aunque distaba mucho de los intereses del mandatario mexicano. Tampoco la actual coyuntura ha motivado un entusiasmo especial, por mucho que algunos gobernantes, como el venezolano Nicolás Maduro el pasado fin de semana desde La Habana, quieran abrir un nuevo ciclo, como el que en su día llegaron a formar Lula, Hugo Chávez, Néstor Kirchner, Evo Morales y Rafael Correa, bajo el paraguas ideológico de Fidel Castro, aún vivo.
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