Ocho años después del estallido de la revuelta popular contra El Asad, el conflicto languidece en el último bastión del ISIS
La guerra de Siria languidece desde el pasado otoño, sin que las fuerzas gubernamentales hayan logrado avances. Las llamaradas del único frente activo reverberan en Baguz, en la frontera iraquí del valle del Éufrates, donde fuerzas kurdas del Frente Democrático Sirio (FDS) aliadas de Estados Unidos asedian desde hace cinco semanas el último reducto del Estado Islámico (ISIS, en sus siglas inglesas).
Centenares de yihadistas tachados de combatientes suicidas resisten todavía en un territorio rural perforado por túneles y sembrado de minas. Los temerarios peshmergas —“los que afrontan en pie la muerte”, en kurdo— mantienen la distancia. Decenas de miles de civiles han abandonado el enclave rumbo a campamentos de identificación desde comienzos de año, entre ellos viudas extranjeras de milicianos caídos con sus hijos en brazos y esclavas sexuales de la minoría religiosa yazidí.
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