Teherán se niega a renegociar el pacto nuclear, como quiere la Casa Blanca, con un presidente que ha llevado la situación al límite
Existe un patrón en la estrategia de política exterior de Donald Trump, que muchos sitúan en su experiencia en el mundo de los negocios. “El presidente primero lanza una fanfarronada, luego intimida y provoca una crisis, para forzar a la otra parte a ceder y llegar a un acuerdo que será, por mínimas que sean las concesiones, ‘el mejor del mundo”, explica Mark Cancian, del Centro de Estudios Internacionales y Estratégicos, con sede en Washington. “Ese método de fanfarronada e intimidación es muy diferente as los métodos tradicionales de la diplomacia”, añade. Así presentó, por ejemplo, su renegociación del NAFTA, el acuerdo comercial con México y Canadá: las pequeñas realizadas por los dos países ante la amenaza de una ruptura convirtieron un acuerdo “horrible” en “el mejor de la historia”, que justifica la tensión que lo precedió y el deterioro de la confianza entre los socios.
A ese patrón parece obedecer su estrategia con Irán: el presidente siempre confió en que llevando la situación al límite lograría atraer a Irán a la mesa negociadora. Pero en este complicadísimo frente, puede haber ido demasiado lejos. El líder supremo de Irán, el ayatolá Ali Jamenei, declaró el pasado martes que su país “no busca una guerra” con Estados Unidos. En medio del redoble de tambores por su refuerzo militar en el golfo Pérsico, Trump hizo saber dos días después que él tampoco quiere que la lección que pretende dar a la República Islámica llegue tan lejos. En su habitual estilo, el inquilino de la Casa Blanca ha pasado su número a los dirigentes iraníes y se proclama seguro de que Teherán “estará dispuesto a hablar pronto”. Todo indica que su teléfono no va a sonar.
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