Columna Fe de ratas por José Javier Reyes
Muchos dichos de la abuela recomiendan no utilizar la mentira como excusa y, menos aún, como arma de negociación. Refranes como “más pronto cae un hablador que un cojo” o “para mentir y comer pescado, hay que tener cuidado”, muestran en forma meridiana que el uso de mentiras es un arma de doble filo que fácilmente se vuelve contra quien la esgrime, pues el embustero, al ser descubierto, pierde toda fuerza o superioridad para imponer sus condiciones. Contrariamente, ser sorprendido en el embuste nos pone de espaldas a la pared, en una posición más que incómoda para maniobrar.
Es extraño que un gran teórico de la negociación como Donald Trump, que inclusive escribió un libro sobre el tema, cometa errores crasos como el de hablar de una “negociación secreta” con la representación mexicana. La batalla que libró en el vecino del norte para evitar la imposición de aranceles fue transparente, pero no faltó la nota de color por parte del empresario venido a presidente.
En teoría se trataba de una aplicación de los principios esbozados por Trump en su libro “El arte de la negociación” que incluye, entre otras, estas joyas:
“Algunas veces, paga el ser un poco salvaje.”
“Escucha a tus tripas.”
“Mi estilo de negociación es muy simple y echado hacia delante. Clamo muy alto, y luego solo sigo empujando, empujando y empujando para obtener lo que pretendo.”
“Siempre voy a las negociaciones anticipando lo peor. Si planeas para lo peor la buena voluntad siempre se cuida a sí misma.”
“Lo mejor que puedes hacer es negociar desde la fuerza y la ventaja, es la mayor fuerza que puedes tener. Ventaja es tener algo que el otro quiere. O mejor aún, que necesita. O lo mejor de todo simplemente no puede prescindir.”
“¡Ventaja: no hagas tratos sin ella!”
“Algunas veces la única forma es la confrontación.”
De lo amenazador a lo ridículo: cuando el canciller mexicano aclaró que no había ninguna negociación secreta ni acuerdos bajo la mesa, el presidente gringo se aprestó a decir que sí y hasta exhibió, con rapidez de mago, un papel que a su decir era el acuerdo secreto.
Lo que pudo ser un golpe maestro se volvió un yerro cercano al más absoluto ridículo: Jabin Basford, fotógrafo del Washington Post, logró captar en una fotografía el “acuerdo secreto” y descubrió que no era otra cosa que el documento de todos conocido, firmado por los representantes de ambos países.
Este bluff que pretendió ser una jugada genial del jugador de póker se volvió contra el presidente norteamericano, que pudo haber aplicado la frase del Chavo del Ocho: “se me chispotió”. Tras el asunto, que en términos mexicanos fue una “cajeteada”, el tono de Trump bajó varias rayitas y hasta se permitió felicitar a los mexicanos por las medidas tomadas y porque rápidamente bajó el número de migrantes que ingresan a la Unión Americana.
Después de haber sido evidenciado, Trump dejó a un lado las amenazas. Pero la pregunta se volvió hacia otro punto de atención: ¿México se doblegó ante el gigante del norte? ¿La Guardia Nacional será ahora el tan cacareado muro de Donald Trump? Todo parece indicar que acuerdo fue favorable para nuestro país y que las concesiones hechas no afectan su soberanía.