¿Qué nos pasó? por Luis Pérez Cruz

Las cifras del coronavirus-19 son confusas y, en ocasiones contradictorias, ya que depende de la forma en que se enfrenta en cada país y solo se cuenta con información de quienes se realizaron la prueba, entonces lo que conocemos es únicamente una parte de la realidad, se estima que hay, hasta este fin de semana, poco más de 11 millones de casos confirmados, más de 6 millones de recuperados y más de medio millón de muertos. En México los números son motivo de disputa, pero oficialmente ya superamos los 30 mil muertos y pareciera que no disminuirá pronto la intensidad de la pandemia.

          Particularmente en México nos encontramos en medio de la disputa política de las cifras, mientras uno están interesados en que los muertos aumente vertiginosamente, para demostrar que el gobierno actual fracasó; otros, se afanan por acomodar las cifras de acuerdo a sus intereses, pareciera que les urge llegar en buenas condiciones al proceso electoral del año próximo.

Mientras la disputa por las cifras continua y sabemos que seguirá en lo que resta de este año, en esta ocasión tendremos un testimonio de cómo se vive la pandemia, más allá de las cifras, del número de muertos, de los infectados, de los cuidados, la sana distancia y el tratar de vivir lo mejor posible, mientras otros desafían las medidas preventivas, asegurando que no existe, es un invento del gobierno para controlarnos, son quienes se resisten a cambiar sus hábitos, la cotidianidad a la que estaban acostumbrados, sienten que su vida se les va y se cuestionan cómo renunciar, por ejemplo, a la fiesta patronal. Hay quienes están seguros que nos quieren envenenar, nos quieren contagiar, debemos rechazar a los fuereños que vienen a trastocar nuestra vida monótona, pero segura. Muchos la vivimos la pandemia de múltiples formas, pero en el fondo anhelamos preservar lo que tenemos, mucho o poco.

Pero cómo vivimos esta emergencia sanitaria, Un niño dibuja “La navidad pasada” refleja lo que vivió el diciembre de 2019, sobre todo cómo vivió la festividad con su familia más cercana y sobre todo los regalos que recibió, recuerda una bicicleta que ahora casi no puede utilizar, una familia que ya no visita y que quizás no vea durante algún tiempo más. Pareciera un dibujo nostálgico de la vida estable y que le gustaba, recuerda y extraña ir a la escuela, los juegos, los amigos, la golosina al salir, el ponerse de acuerdo para comunicarse con sus compañeros por la tarde. En fin, una vida que quizás no volverá a ser la misma.

          Otros se debaten entre un pasado estable, un presente tormentoso y un futuro incierto, ahora más que nunca resulta pertinente pensar sobre nuestro futuro inmediato; en el caso que nos ocupa es una persona de más 60 años, un trabajo estable, pero las condiciones que vivió se están modificando y ve pasar el tiempo tratando de adaptarse, cambiar hábitos y lidiar con la idea de un futuro que no tenía previsto enfrentar.

          Por otra parte, desafía a un virus que por su edad y su enfermedad crónico degenerativa le hace vulnerable, pareciera que estamos, de acuerdo a sus palabras, ante una especie de “selección natural”, sobre todo porque nos avisan que el covid-19 estará de manera muy activa de dos a tres años; entonces, las implicaciones en nuestras vidas van más allá de lo inmediato, además de recibir diariamente no exclusivamente la información de la pandemia, sino la ola de violencia en la que estamos, no cesa y pareciera que este año será de los más violentos en la historia reciente, ello sin considerar la magnitud del desempleo, el crecimiento de la pobreza y la desmedida alza en precios.

          Para nuestro personaje el dilema está en cómo vamos a enfrentar los meses y quizás los años inmediatos, “si Dios nos presta vida”, por lo pronto tratamos de llevar nuestra vida simulando que es normal, en otros casos pensando en volver a la normalidad, añorando lo que se nos fue o tal vez tomando unos tragos, pero no queremos ver que la realidad nos avasalla. Todavía nos falta mucho por reflexionar.