El municipio para Miguel Lira y Ortega segunda parte
Luis Pérez Cruz
agendatlaxcala
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Desde el Congreso Constituyente de 1856 se venía promoviendo la instauración del municipio libre, pero la versión final de la Constitución no reconoció su libertad y su papel, su funcionamiento se delegó a los poderes del estado.
Con el triunfo liberal en 1867, los radicales redoblaron sus demandas e incluso no solamente exigían un Ayuntamiento fuerte, sino que sus tareas fueran más allá y garantizaran empleo, educación a los indígenas, reparto de la riqueza de acuerdo al trabajo desarrollado. En resumen, creían que las medidas extremas y rápidas garantizarían el bienestar de la sociedad y la unidad federal.
Por otra parte, la vertiente moderada cimentaba su postura en la idea de que a mayor autonomía municipal, mayores son los riesgos de la desintegración nacional y durante la década de 1870 se agruparon alrededor de los siguientes elementos: fueron opositores decididos al cambio en la organización municipal y reconocían únicamente la soberanía de los estados, el objetivo del federalismo se concentraba en mantener la unidad con una eficiente administración de las entidades; así, no fue necesario crear más instancias autónomas para concretar sus objetivos.
Quizás después de las experiencias de una guerra civil que por momentos se prolongó mucho tiempo, la independencia de Guatemala y Texas, la invasión norteamericana y la perdida de la mitad del territorio, así como la intervención francesa y la imposición del II Imperio, provocaron en muchos liberales actuar con cautela y sus temores tenían un fundamento real.
Asimismo, los moderados veían en las formas de organización indígena un peligro para mantener la unidad nacional, por ello de manera abierta están en contra del municipio libre.
Finalmente, el municipio, para la historiadora María del Carmen Salinas Sandoval, es una institución fundamental en la estructura política y social del siglo XIX, ya que de una u otra manera los diversos grupos lo utilizan con el fin de consolidar sus respectivos proyectos.
Ahora bien, la confrontación más fuerte la vamos a presenciar en la década de 1870, cuando Porfirio Díaz se levanta en armas en dos ocasiones (1871 y 1876) en contra de la reelección de Juárez y Lerdo de Tejada; en ambos movimientos esgrime en primer término la no reelección del presidente y gobernadores, pero es agregado en los planes de la Noria y Tuxtepec la libertad municipal, ya que los liberales radicales se unieron a Díaz para desplazar a los moderados o centralistas, promotores de un Ejecutivo fuerte.
La principal demanda era la instauración del municipio como cuarto poder, incluso algunos pretendía generalizar la idea de que la soberanía residiera en el pueblo y su representación básica era el municipio.
Así entonces, la disputa por la soberanía estaba en tres instancias: la nacional, la estatal y la de los ayuntamientos; las primeras manifestaciones de esa disputa se dieron en algunos estados como Zacatecas, que, de acuerdo con la historiadora Mercedes de Vega, las circunstancias llevaron a que se impusiera un liberalismo radical hacia la década de 1820 en esa entidad, cuyas características básicas fueron: delimitar la competencia de los poderes locales hacia fuera, asociación con absoluta independencia de los estados y, para preservar la unidad, reconocía “algunos órganos políticos comunes” con la federación.
Para el caso de Tlaxcala, resulta interesante abundar sobre el papel de los municipios en la integración del federalismo, ya que, como hemos puntualizado anteriormente, Tlaxcala vivió una situación de excepción durante el periodo colonial, la cual hacia el siglo XVIII solamente era una formalidad.
Hacia el final de la Colonia, Tlaxcala vivió una situación difícil, ya que paso a ser dependiente de Puebla, aunque posteriormente volvió a ser provincia, ya estaba sembrada la dinámica política que iba a vivir hasta que fue reconocida como entidad en la Constitución del 57. La explicación que se ha manejado usualmente es la existencia de intereses de hacendados poblanos en Huamantla y Tlaxco sustancialmente, quienes creían que anexando Tlaxcala al territorio poblano tendrían mayores beneficios. No obstante, es necesario señalar que: “...en el caso de la provincia de Tlaxcala, al ser eliminada una élite indígena puramente funcional, pero con un poder exclusivo, se dio paso al fraccionamiento de la provincia en decenas de ayuntamientos, así como al intento de los partidos por separarse y unirse a la provincia de Puebla” Este contexto es descrito por el historiador holandés, Raymond Buve en diversos trabajos, donde considera que el problema del no reconocimiento de Tlaxcala como entidad en la Constitución de 1824 se debe a problemas internos, es la disputa por el control político y económico, ya que a lo largo del siglo XIX la zona centro del estado crece en términos económicos, compitiendo con la tradicional zona de Huamantla y Tlaxco, cuya base está en la agricultura.
No cabe duda que el municipio formó parte de la agenda política estatal y la disputa llegó a tal grado en el Congreso Constituyente que los calificativos del partido de Huamantla para justificar la anexión a Puebla iban desde la descripción de la pobreza y pocos caminos, hasta argumentar la poca ilustración y de disciplina de sus habitantes y gobernantes.
Esta situación se prolongó durante la primera mitad del XIX, cuando finalmente se logra su reconocimiento como estado y concluida la guerra de intervención, Lira y Ortega, ya como gobernador, elevó al municipio a cuarto poder y expide la Ley Orgánica del Poder Municipal. Ello constituye la base en que sustenta la unidad tlaxcalteca, no solamente para enfrentar las ambiciones anexionistas de Puebla, que para ese momento estaban casi diluidas, sino también para enfrentar a los hacendados criollos de Huamantla y Tlaxco, que pretendía asumir el control del estado, lo cual van a lograr cuando Lira y Ortega deja la gubernatura de manera definitiva en 1881 y sale del estado.
El poder municipal constituye la obra fundamental para explicarnos la concepción que Lira y Ortega tiene sobre su trascendencia en la consolidación de Tlaxcala como entidad. Al morir Lira en 1882 es abandonada la idea de un municipio fuerte e integrado a los 3 poderes existentes.
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