Festejo de días de muertos y los que se pasan de vivos por J.A. Javier González Corona
J.A. Javier González Corona
agendatlaxcala
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Estamos a unos cuantos días de celebrar “Días de muertos” o llamada también de los “Fieles difuntos”. Celebración mítico-ritual que se realiza principalmente en los estados del centro y sur del país, gracias a la tradición oral que generación a generación han ido dejando para el enriquecimiento cultural de los pueblos de México. Llena de simbolismo y tradición, junto con el carnaval, me atrevo a afirmar, son los festejos más populares donde la gente participa de manera espontánea y con un alto grado de identidad, por lo menos en Tlaxcala.
En estas tierras el honrar a los muertos se realiza desde antes de la llegada de los españoles, es decir, hace más de 500 años. Lógico, con la conquista y a través de los años la forma, manera y concepción de celebrarlos se ha modificado radicalmente. En el momento mesoamericano la concepción de ofrendar a sus muertos y a sus dioses era de una manera muy significativa. Los dioses de la muerte Mictlantecuhtli y Mictlantecihuatl eran quienes, de acuerdo al motivo de su muerte, dirigían al muerto donde le correspondía llegar: los guerreros al tonatiuhichan, casa del sol; las que morían por motivo de parto al cincalco, la casa del maíz; los ahogados o por algún otro motivo relacionado con agua al Tlalocan, paraíso del dios Tlaloc. El resto de la gente los dirigían al Mictlan; aunque para llegar ahí, los muertos tenían que pasar por nueve lugares diferentes durante cuatro años después de su muerte: El primero, era cruzar un río muy caudaloso llamado Chignahuapan; el segundo, pasar entre dos montañas que se juntan; el tercero, cruzar una montaña de obsidiana; el cuarto, un lugar donde sopla un viento helado, que corta la cara; el quinto, permanecer en un espacio donde deben flotar en el aire sin caer; el sexto, atravesar un lugar donde lanzan flechas; el séptimo, evitar a las fieras que comen el corazón; el octavo, salvar lugares llenos de piedras y el noveno, atravesar un lugar donde desaparecen las almas.
A los muertos no les era nada fácil llegar a su destino final, por tal motivo, los vivos debían realizar ofrendas y complicados rituales para ayudarles. Los objetos colocados en la ofrenda eran de acuerdo a la estructura social que perteneciera el difunto; sin embargo, siempre se consideraban algunos presentes valiosos para que al final del recorrido fuesen entregados a los dioses de la muerte. A los ochenta días de su muerte, sus familiares y vecinos le colocaban una nueva ofrenda, posteriormente cada año, hasta cumplir cuatro que tardaba su complicada trayectoria.
A la llegada de los europeos, el festejo a los muertos se realizó bajo la concepción religiosa de los españoles, mismos que habían adoptado varios elementos culturales de los árabes, al ser dominados por éstos. En cuanto a las costumbres de origen mesoamericano, algunas de ellas fueron adaptadas para sobrevivir, aunque la mayor parte de ellas fueron violentamente suprimidas.
Para los conquistadores, el alma del muerto se conceptuaba como algo inmortal y según su comportamiento en vida podría irse al cielo o al infierno; además, dependía de la decisión divina y de alguna manera, de la actitud responsable de los vivos, ya que dentro de las obligaciones espirituales estaba la de orar por los difuntos. Su creencia era esperar su visita cada año y para ello, los recibían (hasta la fecha) con ofrendas compuestas con varios elementos religiosos, objetos personales de los difuntos y principalmente, con alimentos y bebidas que en vida les agradó.
De tal manera, se observa que la diferencia entre el mundo prehispánico con el mundo español respecto a ofrendar los muertos, no tan solo es de actos, sino de esencia conceptual. En consecuencia, el festejo a los muertos en México y en forma específica en Tlaxcala, no se puede pensar en un simple producto del sincretismo cultural de dos pueblos, sino que representa una manifestación ostentosa del patrimonio cultural de cada uno de ellos.
A la fecha, el festejo de “Días de muertos” ha tenido una avasalladora influencia de los vecinos del norte a través del Halloween. En este festejo se deja la esencia religiosa, convirtiéndose en un festejo exclusivamente pagano. Atinadamente Arturo Warman nos hizo reflexionar: “muchas fiestas que consideramos importantes en la tradición del mexicano, al principio tuvieron que ser tan impuestas y tan manipuladas como hoy es el Halloween…”. Es decir, estamos destinados a tener que aceptar este nuevo festejo, sin abandonar al que tenemos, bueno, eso espero.
Por otro lado, no puedo dejar de mencionar que algunos se quieren pasar “de vivos”, pues pretenden olvidar que estamos viviendo una terrible pandemia. Me refiero a la actitud relajada que muchos estamos asumiendo, tal vez, por los ya casi nueve meses de confinamiento, mismo que nos ha llevado a tomar actitudes inconscientes con el riesgo de enfermar, contagiar y lo peor, morir. Señalo enfáticamente a quienes organizan fiestas familiares y de amigos; reuniones políticas; festejos a los santos o santas patronales, recorridos urbanos en bicicletas; peregrinaciones; procesiones; juegos deportivos; apertura de panteones; marchas y plantones políticos, entre otras actividades que se anteponen a las indicaciones de las autoridades de SESA tanto estatales como nacionales. Aunque después de haber perdido un ser querido por motivo de Covid-19 o ser adversarios del gobierno en turno de ambos niveles, los culpen por su supuesta falta de proyecto, irresponsabilidad, negligencia y nula orientación ¡que ironía!
Otros, construyen un monumento a “Los Niños Mártires” al inicio del boulevard Guillermo Valle en la capital del Estado, mismos que tienen todo un contexto religioso, sin embargo, quienes lo construyeron e inauguraron olvidan que son gobiernos estatal y municipal laicos, según nuestra Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos. Empero, seguramente pensaron en el refrán popular: “…en el amor y en la guerra, de todo se vale” y al parecer en la política también. Es decir, ya no tan sólo se encomiendan a los santos para lograr votos en los procesos electorales, sino ahora, crean compromisos velados entre instituciones: yo pongo al santo en la calle y tú, convences a los feligreses para que voten por mí. Diría una persona de la tercera edad; “ya vamos avanzando, pero para atrás”. Se pasan “de vivos” ¿usted qué opina?
Por último, el estado de Tlaxcala ha perdido a un gran político, líder y destacado docente, pero más que eso, un hombre con grades principios humanos, me refiero al maestro Joel Molina Ramírez quien ocupaba antes de su deceso, un curul en el Senado de la República. Supimos de su aspiración por contender a la gubernatura del estado y para ello, él había expresado múltiples proyectos a favor de la sociedad tlaxcalteca, desgraciadamente, se quedaron en el tintero. Su amplia trayectoria política sustentada en la honradez, sencillez, humildad y trabajo, lo hicieron una persona destacada y ampliamente conocida. Un abrazo de solidaridad a su familia y mi reconocimiento por siempre a don Joel o profe Joel, como escuché le llamaban miles de personas con respeto y admiración. Que en paz descanse.
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