La historia como engaño por José Javier Reyes

Un género que se ha vuelto popular en internet, particularmente en YouTube, es cierto tipo de video blog en que el autor o autores nos “revelan” una verdad sobre una historia con la cual “fuimos engañados” desde nuestra formación básica. Lo mismo puede tratarse de un “documental” sobre las falsedades de las culturas prehispánicas y la llamada Conquista de México; o cómo Hidalgo, Morelos y Allende tienen nada o casi nada de autores de la Independencia de México; o la enésima teoría de complot sobre la muerte de Colosio.

Dejemos de lado, por el momento, el hecho que sustenta todas estas revelaciones: un desconocimiento generalizado de la historia y sus minúsculos detalles. La suplantación de la historiografía por las versiones oficiales que quieren mostrar al pasado como un camino lineal que nos trajo a un presente que sería el único posible y al cual llegamos gracias a la guía de seres que vislumbraron el futuro, es un despropósito que falsea, sin duda, los hechos del pasado.

Queremos exornar nuestro origen, queremos adornar de ideales a nuestros antepasados. Por eso imaginamos a un heroico Cuauhtémoc, sufriendo impasible la tortura de sus pies quemados; por eso rechazamos que Hernán Cortés pueda ser un Padre de la Patria al mismo nivel que Hidalgo o Juárez. Por eso nos incomoda cualquier acto de crueldad que nuestros forjadores de la Patria pudieran haber realizado. Los imaginamos perfectos, personajes unidimensionales en una trama lineal que aparece sin matices en todos los libros de texto.

Pero, además, desdeñamos un hecho que acaso sea más importante: es imposible conocer a detalle el pasado por la misma razón que no podemos conocer el presente. Una realidad en la que confluyen fenómenos políticos, sociales, económicos, donde intervienen intereses de naciones, de poderosas mulempresas multinacionales, los deseos y hasta la psicología de los integrantes de esta nómina de personajes múltiples, es reacia a las simplificaciones del internet. Hay hechos que han sido falseados por la buena fe de los hagiógrafos de la SEP con toda la buena fe del patriota; otros, por la necesidad de darle a las autoridades un presente más brillante o menos turbio. Pero muchos otros, por la imposibilidad de fijar hechos y más aún, de darles una interpretación justa.

Hoy, con una cámara de video en cada celular, con cámaras de vigilancia en muchas calles, con helicópteros, drones y reporteros gráficos en sitios diversos, no es posible determinar con precisión hechos que a todos nos interesan. Desde la desaparición de los 43 de Ayotzinapa, pasando por la muerte de los músicos indígenas de Guerrero o las ejecuciones de la familia LeBarón, determinar la simple cronología de los hechos se vuelve tarea ardua. De más está hablar de las decenas de ejecuciones que se sufren en el país cada semana.

Aún en los casos en que dicha cronología sea precisa, queda el problema de las interpretaciones. ¿Hay desabasto de medicamentos para el cáncer? ¿Las acusaciones en contra de la 4T son meros embustes de la ultraderecha o tienen fundamento? Ningún video o relación pormenorizada de los hechos nos evitará el verdadero privilegio y responsabilidad cuando se estudia la historia: reflexionar, pensar y extraer nuestras propias conclusiones.