La dimisión como ministro del antiguo juez Moro supone un golpe a la línea de flotación del Gobierno Bolsonaro
Ahora que la pandemia del coronavirus ha obligado a suspender la filmación de las telenovelas brasileñas, la cadena Globo ha tenido que reponer algunas de las más vistas en temporadas anteriores. Pero desde el viernes el divorcio político que conmociona Brasil amenaza con competir con los mejores culebrones en cuanto a audiencia. El día de la inesperada noticia bomba terminó con la revelación en el telediario de máxima audiencia de varios mensajes privados entre los dos protagonistas. “Una cosa es admirar a una persona, otra cosa es convivir con ella”, afirmó el presidente Jair Bolsonaro, 64 años, sobre el antiguo juez Sergio Moro, 47 años, en su primera comparecencia después de que su ministro estrella le dejara plantado y saliera de su Gobierno con un portazo tras acusarle de injerencias políticas.
Como muchos divorcios, este también incluye una batalla por el relato. Moro reprocha a Bolsonaro que incumpliera su promesa de darle carta blanca para combatir la corrupción y el crimen organizado; el presidente retrata al aliado súbitamente convertido en adversario como un ególatra oportunista con amagos de insubordinación al que tiene que implorar que le informe y como alguien dispuesto a ceder en sus principios a cambio de una plaza en el Tribunal Supremo, cosa que Moro niega. Ambos luchan por presentarse como campeones de la integridad.
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