Fe de ratas columna por José Javier Reyes
En política, las coincidencias se prestan invariablemente para el muy mentado “sospechosismo”. Y es que tantas veces se ha repetido que en política no hay coincidencias que hemos acabado por creerlo y hasta por comprobarlo cotidianamente. Es lógico que cuando uno de nuestros líderes nos aclara que tal o cual hecho de la política ocurrió por mera casualidad, lo vemos con desconfianza o de plano lo tiramos a loco.
Y así le pasó al secretario de Relaciones Exteriores, Marcelo Ebrard Casaubón, quien aclaró, como si alguien se lo hubiera pedido, que la detención del exgobernador de Chihuahua, César Duarte Jáquez, no fue parte de las negociaciones entre el gobierno mexicano y el norteamericano por la visita del presidente Andrés Manuel López Obrador a la Casa Blanca, sino del trabajo conjunto de la Fiscalía General de la República y su correspondiente del estado de Chihuahua.
Lamentablemente, esta nadie parece haberlo creído. Porque era evidente que la visita del presidente mexicano a Washington representaba un intercambio de favores: en el momento en que Trump era vapuleado por las protestas por brutalidad policiaca; los reveses que la Suprema Corte de su país le asestó, en el caso del programa de Acción Diferida para los Llegados en la Infancia (DACA) que el mandatario gringo ha tratado destruir en más de una ocasión; o la resolución respecto a la protección federal contra la discriminación por razón de sexo también amparaba a las personas de diferentes orientaciones sexuales. De remate, hay que señalar que los números de las encuestas sobre evaluación de su mandato estaban en su punto más bajo.
Llevar a López Obrador era una jugada necesaria para posicionarse entre la población a la que más ha agraviado y donde menos simpatía tiene: los hispanos y más particularmente los mexiconorteamericanos. La superficialidad de la reunión, con sus mutuos elogios carentes de contenido, hablan de que no se buscaba generar políticas, sino mandar un mensaje a los electores. Ni siquiera hubo discurso: apenas un gesto para tomarse la foto.
La causa principal hubiera sido válida, aunque sonaba a toro pasado: celebrar las bondades del nuevo Tratado México-Estados Unidos-Canada de libre comercio. Pero la ausencia del mandatario canadiense Justin Trudeau hubiera sido razón para suspender o cuando menos posponer el encuentro.
Dando y dando: AMLO se plegó a las necesidades de la agenda de Trump y recibió a cambio una reunión con empresarios que bien puede servir para concretar algunas inversiones, que mucha falta hace. Y de pilón, envuelto para regalo, el exgobernador César Duarte, que cae como un buen detalle para redondear esta exitosa visita.
Terminada la fugaz visita, la vida tiene que seguir, de manera que Trump puede continuar con la construcción del muro que servirá para que los mexicanos delincuentes no invadan el país donde paz y la felicidad inundan todos sus rincones. En un arranque de optimismo, Donald Trump se atrevió a decir que su inconcluso y defectuoso muro va a servir para frenar al Covid-19. ¿Tiene esto algún sentido? No, claro que no.
Pero no seamos mal pensados: la detención de Duarte no fue parte de ninguna negociación, sino apenas una de esas hermosas casualidades de la política.