Con figuras desgastadas o cuestionadas, el Partido Acción Nacional en Tlaxcala no tiene cartas que le permitan competitividad real en la lucha por la gubernatura o encabezar una eventual alianza opositora con una de sus figuras.

Aunque el dirigente Gilberto Temoltzin diga que aún no está definida su participación en la mega alianza con partidos como PRI y PRD y que podría ir solo, la perspectiva de que pueda hacerlo de manera seria se vislumbra hasta cierto punto ingenua.

Y es que son tres las opciones que se han manifestado hasta ahora para buscar la primera magistratura de la entidad: Juan Carlos Sánchez García, Minerva Hernández y Adriana Dávila.

El ex diputado Juan Carlos Sánchez García, quien ha trabajado su marca como SAGA, inició desde hace varios meses su trabajo para posicionarse como un aspirante desligado de los políticos tradicionales y con respaldo ciudadano.

Sin embargo, su activismo proselitista ha sido no sólo cuestionado, sino amonestado por el Instituto Tlaxcalteca de Elecciones (ITE), hechos de los que el mismo PAN se ha desligado al señalar que se trata de actos personales y no como institución, lo que muestra el riesgo que corre el instituto político de lanzar a un abanderado que ya ha sido señalado por actos anticipados que podrían poner en riesgo su registro.

Además, el capital político que ha procurado construir se ve menguado por los señalamientos reiterados de la desaparición de muebles cuando dejó el Congreso que lo dejan como un político que al final si se parece a sus antecesores, aunque el diga que es diferente.

Minerva Hernández es otra de las aspirantes y aunque la decisión del Instituto Nacional Electoral (INE) de que 7 de las 15 gubernaturas que estarán en disputa en las elecciones del próximo año, deberán ser asignadas a mujeres la pondría con mayores posibilidades, carga una imagen de traidora que le provoca el rechazo de los electores.

Su decisión el 26 de junio de 2010 de declinar su candidatura a la gubernatura por el PRD para apoyar a la panista Adriana Dávila permanece en la mente de los votantes que le asignan la etiqueta de traidora en distintos foros, lo cual hace que su postulación sea, lo menos, con escasas posibilidades de sumar adeptos en torno a su figura.

Adriana Dávila levantó la mano para ir por tercera vez por la gubernatura  pero dentro y fuera de su partido saben que sus mejores tiempos ya se fueron y si no ha logrado ganar en las urnas un cargo legislativo de los que ha desempeñado en los últimos años, tampoco podría tener una competencia real con aspirantes de otros paridos.

Su intención se centra, en negociar espacios en las candidaturas para su grupo político y no quedar fuera de la jugada.

Con todo ello, la perspectiva de que el PAN juegue solo en la próxima elección con un candidato propio a partir de las figuras que tienen la intención de ser candidatos con su capital político, no es real, si es que quiere competir de manera seria y no solo poner un nombre en la papeleta.