Fe de ratas columna por José Javier Reyes
La desgracia de unos suele ser la suerte de otros. Esto aplica en la caída del expresidente de Pemex, Emilio Lozoya Austin, cuya defenestración pública y su conversión de integrante de la “mafia del poder” a “testigo protegido” puede verse como un descenso o una expiación. No así para el presidente Andrés Manuel López Obrador y la 4T, que ven en el funcionario venido a delator es una salida a los problemas que se le han presentado y que no ha podido o no ha sabido enfrentar en forma eficaz.
El primero es una herencia del pasado: la inseguridad debida a la violencia de los cárteles de la delincuencia organizada. Fue la piedra en el zapato de Felipe Calderón Hinojosa y una materia pendiente para Enrique Peña Nieto. La ingenuidad o la ignorancia con la cual el presidente de las manos limpias emprendió su “Guerra contra el narco” fue apenas igualada por la ineficiencia del presidente de los memes. Los poco más de 100 mil muertos del sexenio calderonista fueron superados con los 125 mil del presiente más impopular de la historia.
Pero la tendencia no ha variado. Durante el primer año y medio del gobierno morenista se contabilizaban ya más de 53 mil asesinatos, lo que hacía un promedio de 100 personas asesinadas por días. De éstos, el 70 por ciento había sido cometido con armas de fuego. Las noticias de ajustes de cuentas son cotidianas, sin contar los desafíos (sean montajes o no) de grupos de la delincuencia organizada.
La economía no se había recuperado cuando llegó el coronavirus. Estamos de acuerdo en que es un factor externo y no es culpa de nadie. Pero el manejo del virus SARS CoV-2 ha sido simplemente desastroso. Entre las declaraciones cotidianas, de que estamos en el punto más alto de la pandemia (que hemos escuchado desde hace un mes) y las estadísticas que nos muestran que el manejo de la infección ha sido incorrecto, en comparación con países que supieron cómo hacer frente a la enfermedad.
Una de las consecuencias del coronavirus ha sido la contracción económica que estamos viviendo. De acuerdo con cifras del IMSS, se han perdido 1.2 millones de empleos formales; no obstante, el Instituto Nacional de Estadística, Geografía e Informática (INEGI) calcula que fueron 12.5 millones de persones quienes perdieron su empleo, aunque no fueron tomados en cuenta para el cálculo de la tasa de desempleo por no haber buscado ocupación durante la cuarentena.
Que en medio de esta terrible situación aparezca un personaje como Lozoya es más que buena suerte. Tras fallar en tres rubros importantes (economía, seguridad y salud) la 4T puede lavarse la cara volviendo a su discurso de atacar la corrupción y exhibir a la mafia del poder. Exhibir al malo de la historia y su red de complicidades y exornar su relato con los nombres rimbombantes de Ricardo Anaya, Luis Videgaray y algunos gobernadores le hará ganar puntos en el rating de la política.
La pregunta es: ¿hasta dónde llegará? Porque dejar el caso Lozoya en una mera exhibición mediática puede ser contraproducente. Sin que haya un sondeo a este respecto, las redes sociales y la opinocracia se han pronunciado por una investigación profunda y castigo a los culpables. Además de resarcir los daños causados al patrimonio. “Además de”, no “en lugar de”.