María (nombre ficticio) ya tiene edad para ser abuela, pero aún se dedica a la profesión más antigua del mundo, la cual le permitió sacar adelante a sus hijos, hoy casi todos universitarios.

Y como en toda actividad la modernidad también ha llegado y María ha logrado una cartera de clientes de confianza que incluso le hacen depósitos de pagos por adelantado por sus servicios, cuando tiene una emergencia o solventar un gasto de su vida cotidiana.

Ella es una de las muchas caras del sexo servicio que sólo se piensa para mujeres jóvenes, pero que también tiene espacios para las mujeres de la tercera edad.

Prefiere omitir su nombre real y reservar su identidad y lugar de residencia,  porque sus allegados desconocen su actividad y parece una ama de casa más, sin embargo, su historia se teje en un municipio del sur, el que mayor registra datos de trata y donde la prostitución es una actividad cotidiana en la conocida carretera Vía Corta.

Cohibida por las preguntas, María se limita a decir que mantiene encuentros con sus clientes de acuerdo a las solicitudes por semana e incluso viaja a otros lugares donde la requieren.

Pero firme, deja en claro que ella trabaja por su cuenta y no tiene padrote, su seguridad en esta actividad se basa en la construcción que ha logrado de su cartera de clientes a lo largo de los años.

Su actividad se realiza normalmente tres días a la semana, en la zona entre Puebla y Tlaxcala, aunque sus destinos y clientes se extienden a otros lugares también.

“Tengo a mis hijos y hemos salido adelante, eso es lo que importa”, ataja.

Y su empeño en sacarlos adelante ha dado frutos, ya que ha logrado acompañarlos a las graduaciones de distintas áreas de licenciatura e ingenierías y hoy es también una abuela que disfruta jugar con sus nietos, cuando no tiene un llamado que atender de su cartera de clientes.