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Domingo 05 de junio, 2022.

¿Por qué el 5 de Mayo y no el 2 de Abril? El Martirologio

Desde la Sociología por Luis Pérez Cruz

Luis Pérez Cruz | agendatlaxcala | 1686 lecturas | 0 comentarios

¿Por qué el 5 de Mayo y no el 2 de Abril? El Martirologio

En el siglo XVIII, Imanuel Kant estaba seguro que el pensamiento ilustrado se erigía como la liberación del ser humano de su culpable incapacidad. Esta significa la imposibilidad de servirse de su inteligencia sin la guía de otro; ello no supone una falta de inteligencia sino de decisión y valor para servirse por sí mismo sin la tutela de alguien más. El lema de la ilustración fue ¡Ten el valor de servirte de tu propia razón!

          Siguiendo con Kant, señala que la pereza y la cobardía son causa de que una gran parte de la humanidad continúe a gusto en su estado de pupilo y afirma rotundamente que es tan cómodo no estar emancipado.

          El nacionalismo pareció ofrecer al ser humano la oportunidad de responsabilizarse de su destino, de guiar el camino de la nación; este modelo será el que perdure y constituya la forma en que se vea y conciba a los pueblos.

          La identidad y la unidad nacionales se construyen en el siglo XIX a partir de un pasado que nos permite reconocernos como un bloque con ideas comunes y nos hace diferentes a otros. Un ejemplo vivo de esto es la defensa asumida por muchos pueblos ante la supremacía europea, la defensa de la autonomía de los pueblos conquistados por la fuerza.

          Lo anterior fue un sentir de del siglo XX, donde encontramos dos elementos básicos, lo sagrado y la guerra, ello provoca que el nacionalismo constituya todo un conjunto de creencias, actitudes, sentimientos y solidaridades colectivas nunca antes vistas en la historia. La búsqueda de la autonomía, la soberanía y la independencia, son la base del éxito nacionalista en la mayor parte del mundo.

          La afirmación de la existencia de elementos religiosos en el nacionalismo no es nueva, incluso, como afirma el historiador Hans Kohn, señala que el nacionalismo sustituye a la religión en la coerción ejercida hacia la sociedad, ello a través del Estado y la autoridad política. Todo esto nos lleva a reflexionar sobre lo que Kohn denomina “la despolitización de la religión” y la laicidad de la vida pública.

          Pensar que el nacionalismo es un remplazo de la religiosidad, quizás constituye una afirmación aventurada. No obstante, el nacionalismo interpreta la realidad en función de lo sagrado, pero realizado por seres humanos que son excepcionales, con bases en la heroicidad, el sacrificio, el desinterés y el bien común.

           Así entonces, al reflexionar por qué conmemoramos el 5 de mayo no exclusivamente pensamos en el triunfo de la batalla de Puebla, sino también en los grandes sacrificios de los mexicanos por detener momentáneamente al ejército francés y posponer un año el control del país y la llegada de Maximiliano.

          Por otra parte, el 2 de abril de 1867 fue formando parte fundamental del calendario cívico y encontrando un lugar, ya que Porfirio Díaz encarnaba no exclusivamente la heroicidad, sino también la construcción del republicanismo como gobierno; el 2 de abril se integró a las fechas que dieron forma al calendario cívico y conforme se reelegía Díaz, las conmemoraciones se tradujeron en un ritual donde las felicitaciones al presidente se multiplicaban en el Palacio Nacional, acompañados de música y fuegos artificiales, así como del desfile militar. Momento de triunfo, después de mucho sacrificio, por fin llegaba disfrutar plenamente la independencia.

          El 5 de mayo fue más impersonal, se amoldaba a los sacrificios y las acciones de un pueblo, por ello perdura y tiene que ver con el principio de la gesta por la segunda independencia, tiene que ver con las acciones y muerte de los precursores, que ahora debían continuar las generaciones de la segunda mitad del siglo XIX. No había tiempo para detenerse.

          En estos términos, Tirso Rafael Córdoba, quien viviera el sitio de Puebla en de mayo 1862 y el de abril de 1863, describe a los mexicanos defensores de la invasión francesa de la siguiente manera “Acá los aguardaba un gran ejército también, el ejército que la facción juarista apellidó de Oriente. Componíase de hombres traídos de todos los puntos de la nación, á quienes torpemente alucinaron ambiciosos revolucionarios que se dieron el título de gefes. Arrancando del hogar doméstico, de los pacíficos talleres y de las labores del campo á esa clase desvalida y miserable que empuñaba aquí las armas, se la hizo creer en una guerra nacional, en una conquista.”

          No obstante, el sitio lo describe como de horrores inauditos, incalculables pérdidas, la desolación, el hambre, la muerte, acciones de barbarie y de glorioso heroísmo; todo ello tuvo como protagonista al pueblo.

          Este último es un ingrediente propio de nuestra mexicanidad, las visiones personalistas tienden a quedar en un segundo plano o en el olvido.