Desde La Sociología Columna por Luis Pérez Cruz
Mucho se ha dicho y se ha escrito sobre las razones por las cuales se consumó el magnicidio de Luis Donaldo Colosio, lo más común para explicar el hecho es que el contenido del discurso del 6 de marzo de 1994 fue el detonante, fue la razón de ser.
Colosio hablaba de un México preparado para iniciar una transformación política profunda, ello por una serie de factores acumulados durante la mayor parte del siglo XX y después de diversos momentos de inestabilidad política y un sistema político, por momentos, sumamente autoritario.
En primer lugar, Colosio pretendió encabezar un proceso de transformación política profunda, desde la cúpula del poder y en contra de los poderes fácticos, similar a la intentada por Francisco I. Madero en 1910; parte de principios que pretenden regresar al discurso sustentado por los gobiernos revolucionarios y contrarios a la época que se vive en 1994, basado en un discurso que deja del lado el nacionalismo a ultranza, propio de la primera mitad del siglo XX.
El proceso de transformación que dice encabezar se sustenta en los ideales de la Revolución Mexicana, caracterizada por los principios democráticos, así como de la libertad y la justicia. Colosio percibió a dicha Revolución como el punto de referencia único que guiará la nueva transformación mexicana.
Otro elemento básico para Colosio estaba en la naturaleza del poder construido en nuestro país y que fue la razón de ser del régimen priista durante la mayor parte del siglo XX. Para ello resulta necesario hacer un recuento cómo se fue construyendo en el México de siglo XIX, donde resultó importante la presencia de grandes caudillos y la dominación estaba en una transición y se abría paso una dominación de carácter racional; aunque ello supuso una serie de procesos históricos.
No cabe duda que la Revolución Mexicana trajo mutaciones profundas, las cuales implicaron cambios en la estructura de poder; ante este panorama, Colosio se limita a plantear tocar solamente lo político, asegura que “Debemos admitir que hoy necesitamos transformar la política para cumplirle a los mexicanos. Proponemos la reforma del poder para que exista una nueva relación entre el ciudadano y el Estado.”
Asimismo, completa su idea de transformación del poder político asegurando que “Sabemos que el origen de muchos de nuestros males se encuentra en una excesiva concentración del poder. Concentración que da lugar a decisiones equivocadas; al monopolio de iniciativas; a los abusos; a los excesos. Reformar el poder significa un presidencialismo sujeto -estrictamente- a los limites constitucionales de su origen republicano y democrático”.
Más adelante agrega que la reforma del poder precisa:
Finalmente, plantea que hace falta una reforma interna del PRI, ello constituye un deber ante la nación, sobre todo por la conciencia de que la sociedad mexicana ha cambiado, y en consecuencia, generar los cambios en las prácticas políticas.
Al final, llegamos a la conclusión de preguntarnos ¿Hasta que punto han cambiado la centralización excesiva del poder, la administración sustentada en viejas prácticas, el no ofrecer mayor poder al Legislativo, impulsar una reforma a fondo en los partidos políticos?
En realidad, la reforma política que quiso encabezar Colosio fracasó porque no fue acompañada de una reforma estructural y que involucrara a la sociedad, fue una campaña discursiva y que fue coparticipe de la forma de hacer política.
Como corolario debemos preguntarnos qué tanto han cambiado o se han reformado los mecanismos de hacer política. La cultura política que se fraguó a lo largo del siglo XX perdura y pareciera que se fortalece hoy.